Las tortugas

Por Horacio Corrompe Espinosa

Los que vivimos un poco alejados del mar tenemos poca cultura alimenticia con los pescados y mariscos. Cuando alguien dice “tengo ganas de una tortuga”, perdemos la imagen de la auténtica tortuga de mar con caparazón y toda la cosa,  para imaginarnos una telera partida y rellena de carne o de cualquier otro contenido alimenticio. Para nosotros esa es una tortuga.

La auténtica tortuga poco nos preocupa. Que si se está muriendo no nos interesa; que está desapareciendo de la tierra, tampoco.

Si se le pregunta a alguna persona sobre qué animal marino le gustaría ser, todos van a decir que cualquiera menos tortuga.

La mala suerte de las tortugas, supongo, proviene de una leyenda o más exactamente de una ilusión. No tengo la más mínima idea de saber quién fue el loco que se le ocurrió decir que la tortuga tenía en sus entrañas la fórmula de la fuerza sexual.

Lo cierto es que las tortugas son longevas y tienen una gran resistencia para sobrevivir sin daños graves a ayunos prolongados. Esto, sin duda, nos dice que disfrutan de un corazón potente. Pero de ahí a creer que quien las come recibe las virtudes que se dicen, hay una gran distancia. Eso equivale a apropiarse de la actitud de los guerreros de tribus primitivas, que creen que comiendo el corazón o el hígado de un adversario muy valiente muerto en batalla, van a heredar sus cualidades de arrojo y de coraje.

Los huevos de tortuga son tenidos por tónicos sexuales insuperables y estimados. Aseguran los que usan estas muletas marinas, que este producto es un afrodisíaco bárbaramente efectivo. Los buscan afanosamente los gladiadores amatorios; los panteras del catre; los titanes del colchón; los clavadistas del ropero… Todos estos impotentes se organizan desorganizadamente, para llevar a cabo una matanza salvaje de tortugas cuando vienen a desovar a las playas de Oaxaca.

A la mejor esos actos de barbarie son menos reprobables que el problema provocado por el derrame de petróleo en las playas de Salina Cruz.

Ya son muchas las tortugas, entre otras especies del mar, que han muerto a consecuencia del desinterés de nuestras autoridades gubernamentales para defender y proteger nuestros mares y nuestras playas.

La actitud del Gobierno del Estado frente a Petróleos Mexicanos, se me hace que es la de un limosnero que se para enfrente a esperar a que el otro se digne mirarlo siquiera, en vez de exigir y obligar a PEMEX a dominar el derrame de crudo.

Sabemos que hay muchas familias que viven de la pesca y de la extracción de la sal, y que con el derrame se les acabó la chamba, pero, ¿de casualidad alguien ha escuchado por ahí que el gobierno va a crear un programa de empleo temporal para apoyar a todas esas familias afectadas? Nada, ¿verdad?

Esa dejadez del gobierno y la conchudez de la paraestatal, en nada ayudan a la ciudadanía de Salina Cruz y de Oaxaca. En serio, qué podrá hacerse con estas acciones tan irracionales.

La afectación a la fauna marina es muy importante, ya se sabe, es atentar contra la naturaleza y poner en riesgo, también, la extinción a nuestra propia especie.

No nos vayan a salir con el cuento de minimizar los daños. De ser así, querrá decir que el derrame del crudo fue intencional para que ahora los necesitados de esas palancas mágicas de mar, –las tortugas– la suplan con la carne de gallo de pelea, imaginando que van a ser los amos del gallinero y que se van a encontrar con gallinas tan coquetas como sumisas.

Es mejor que las autoridades se pongan las pilas antes de que con quelonio o sin él, sin gallo o sin otro afrodisiaco, vengan los salinacrucenses a hacerles un escándalo.

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