Con campana, jalada por caballos se escucha la carreta de la muerte en Zaachila

Comunidad zapoteca, con historias, leyendas, misterio.

Zaachila. En este pueblo antiguo de Valles Centrales, donde los zapotecos se regocijaron luego de ser desplazados por los mixtecos de su amada Monte Albán, y se establecieron en lo que ahora es conocido como “El Cerrito” su zona arqueológica, se desprenden historias contadas por los vecinos del barrio de San José, en este número, la carreta de la muerte.

Lejos quedó el dormir en petate, tomar la siesta debajo de un frondoso nogal, beber en una jícara agua almacenada en una olla de barro, quizá no sea el tiempo el que cambie, sólo somos las personas, lo que no cambia y mucho menos debe ser olvidado son las historias de un pueblo, su origen y sus raíces en la lucha de conservar la identidad.

Latente en el olvido, las historias del pueblo o las leyendas que se transmiten de boca en boca, me llevaron a una noche de octubre a quedarme en casa de unos familiares en el barrio de San José, tendida la noche preferí dormirme en la sala que estaba cerca de la entrada principal de la casa…

Me sentía cansado, pues tras ensayar dos horas con mis compañeros la Danza de la Pluma, en lo único que pensaba era en descansar. Me tumbe en el sillón,  y justo cuando cerré los ojos, escuche a lo lejos unas campanas que se oían cada vez más cerca. “Talan talan talan talan…” era el estruendo en medio de la madrugada.

Luego en un instante el sonido se fue acercando más, y más hasta pasar muy cerca de mí, la cuadra era invadida por los ladridos de los perros, me levanté rápidamente, me asome a la calle aún cuando la campana se escuchaba fuerte, cerca, vibrante, arrastrando algo, pero, no había absolutamente nada, el ladrido de los perros siguió presente por varios minutos.

Temeroso me envolví en la cobija y espere que pasara. Al día siguiente le conté a mi tía, quien con un apretón en el pecho, decía que debía curarme de susto, “no es cosa buena hijo, te tocó el aire malo, era la carreta de la muerte, seguro que se dirigía al cerrito, muchos la hemos escuchado”.

Así, entre risa y bromas, no le creí a quien fiel creyente en la vida más allá de la muerte, me dejó la curiosidad de buscar sobre el tema.  Hasta ese momento, no daba crédito a sus palabras, pero fui a la biblioteca central, entre en la sala sección de Oaxaca, y encontré…

“Y fue así que en los años 70´s una peste se apoderó de los pueblos de Oaxaca, miles murieron, las infecciones y el contagio era tal, que se le invitó a la población quemar los cuerpos de sus muertos, luego de quemarlos, una persona vestida con una túnica que cubriera todo su cuerpo –para evitar su contagio- conduciría una carreta jalada por caballos pasaría por todas las casas, tocando una campana, para que los familiares sacaran a sus muertos y se evitara que el mal siguiera propagándose…”

“Pero el contagio era tal, que el carretonero también fue contagiado y pereció, desde entonces su alma en pena, sigue con su labor en las calles, tocando su campana, conduciendo su carreta, jalada por sus caballos, llevando la muerte a cuestas…”

Después de leer estos párrafos, la piel se me puso chinita, sentí miedo, entendí lo que fue la carreta de la muerte, y quien la conduce… Relatos de Zaachila, en el marco de su fiesta de la Muerte.

Voces de la comunidad.

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