Porque si Juárez no hubiera muerto

Benito_Juarez_2*Por Roberto López Rosado

En los últimos días, seguir con atención los mensajes de Enrique Peña Nieto ha sido interesante sobre todo al escuchar la inconexión que existe entre lo que dice en las ceremonias conmemorativas, durante fechas en que los mexicanos recordamos, por ejemplo, la Expropiación Petrolera, la Reforma Agraria, la Independencia, la Revolución, y apenas el viernes pasado, el 208 aniversario del natalicio de ese gran personaje oaxaqueño que es Don Benito Juárez García, incluso el aniversario 20 del asesinato de Luis Donaldo Colosio.

La herencia de Juárez y los liberales del siglo XIX está viva en nuestra conciencia y en nuestro actuar, particularmente quienes desde la trinchera de los movimientos sociales y de quienes desde la izquierda sabemos de la importancia que tiene el legado liberal juarista que es parte sustantiva de nuestra identidad como nación. Es un referente para las fuerzas progresistas, para las visiones patrióticas y para los demócratas consecuentes en el México del siglo XXI.

Cualquier mexicano pero sobre todo, cualquier oaxaqueño o oaxaqueña sabemos lo que significó para nuestra nación, terminar con los fueros militares y eclesiásticos, lo que representó el decretó las Leyes de Reforma, haber enfrentado y vencido la intervención francesa, lo mismo, lo que significó que aquel presidente errante haya estado siempre acompañado en el norte o en el sur  del país de la legalidad y la dignidad nacional. Juárez, nadie lo olvida, restauró la República; consolidó nuestra segunda independencia y forjó el México moderno.

Por eso cuando escuchamos a Enrique Peña Nieto ensalzar la figura de los personajes de nuestra historia patria y tratamos de encontrar el eslabón entre el pensamiento de hombres como Juárez, Zapata, Villa o Cárdenas, y el pensamiento que los conecte con el “ideario” de  Peña Nieto, simplemente no lo hayamos. ¿Será que no cuenta con ninguno?

En el 76 aniversario de la Expropiación Petrolera afirmó que Pemex tiene todo el respaldo de su gobierno para que sea una empresa más sólida, moderna y transparente. Cómo puede uno creer, cómo encontrar la conexión entre los dichos y los hechos, cuando es claro, y así lo festejan en el extranjero, que la Reforma Energética significa la privatización de nuestros recursos nacionales, el comienzo también de la entrega del petróleo. Lo mismo ocurre cuando prometió impulsar una gran reforma al campo que ha asegurado “la habrá de poner al día a través del diálogo con  las organizaciones campesinas y con legisladores”. Cuando uno recorre las tierras, cuando hablamos con los campesinos se ríen de las palabras de Peña pero también se encabronan porque dicen, “uno es el discurso y otra cosa es la realidad. Nosotros labramos la tierra, la sembramos, pero la cosecha, los buenos frutos, son para las grandes empresas agroindustriales del país”.

Sólo en los mensajes, en los discursos, se podrían, insisto, parecer. El “ideario” peñista está muy lejos de a semejarse al de Juárez, Villa, Zapata, Morelos. Su doctrina se  mimetiza a la de Carlos Salinas de Gortari. No me lo imagino echando atrás la reforma energética o enviando al congreso una reforma que reviva la separación entre el Estado y las Iglesias o cancelando las reformas al campo de su mentor para convertirla en una verdadera reforma agraria que tengan un sentido social y progresista en beneficio de la mayoría de los mexicanos o que anuncie la revisión de los términos del Tratado de Libre Comercio de América del Norte. No.

El pasado domingo 23 se cumplieron 20 años del asesinato de Colosio. Peña Nieto como la dirigencia nacional del PRI afirman que el mal logrado candidato presidencial está viendo cumplirse sus sueños, aquello a lo que se refirió en su famoso discurso del Monumento a la Revolución un par de semanas antes en aquel aniversario del PRI. Según el presidente nacional de este partido, César Camacho,  el “sueño” de Colosio se está volviendo realidad en las reformas estructurales de Peña y el Pacto por México. Colosio hablaba de que veía a “un México con hambre y sed de justicia”. ¿Las reformas peñistas a quiénes van a hacer justicia? ¿A la población? Claro que no, porque si fuera para el bien de los mexicanos, los grandes consorcios nacionales y extranjeros no estarían festejando las reformas energética, laboral o educativa. ¿En dónde confluyen los sueños de los que hablaba Colosio con los Peña Nieto? No lo sé.

¿Dónde convergen Benito Juárez y Peña Nieto? Tampoco lo sé. El 21 de marzo pasado ni siquiera el Ejecutivo federal ofreció algún mensaje que hablara de aquel indígena oaxaqueño. Un minuto, cuando mucho tres le dedicó y una ofrenda floral en el Hemiciclo en la Alameda Central de la ciudad de México, informaron los medios. Lo mismo sucedió en la Cámara de diputados donde se les “olvido” el indio zapoteco, salvo la diputada oaxaqueña del Movimiento Ciudadano, Aída Valencia quien aprovechó cuando se trataba otro tema, para reclamar el “olvido”.

Al menos en este espacio, hoy lo recordamos y honramos, además de comprometemos a seguir su ejemplo para hacer del México del siglo XXI una patria con igualdad, con democracia, con justicia, con libertades, con progreso, con soberanía y con dignidad. Su legado liberal está vivo a pesar de los conservadores, vende patrias, que la rematan.Juárez y los liberales  nos enseñaron el valor de la tenacidad, de la congruencia; el valor de los principios, el amor a la patria, el sentido de la independencia y la soberanía nacional, “porque si Juárez no hubiera muerto..”.

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