Noche de poesía, dolor y amor para Juan Gelman.

colegas-evocaron-celebraron-escritura-argentinoFue “un periodista muy riguroso, extraordinariamente informado, implacable para hacer la crítica de las monstruosidades que ocurren en el mundo”: Lizalde.

México

No hay mejor manera de recordar a quien se ha ido que a través de sus palabras. Por eso la evocación a Juan Gelman en la sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes comienza con su voz y sus palabras, con aquella presentación en la Casa del Lago en la que un acordeón acompañó la lectura de su obra.

Pero eso fue solo el punto de partida para recordar a un hombre que apenas el 25 de enero dejó de existir, no de manera sorpresiva, pero sí un tanto inesperada, porque incluso él mismo se aprestaba a celebrar los 25 años de su llegada a México, en busca de la atmósfera que le permitiera “buscar la luz y abrirse paso entre la cerrada tiniebla” a través de su poesía, en palabras de Hugo Gutiérrez Vega.

“A no aceptar la derrota y hacer de la desesperanza una manera de reconciliarse con el mundo, de hacer un pacto de no agresión o un acuerdo de tregua prolongada con la historia y todos errores, injusticias e insensateces. La poesía de Juan Gelman nos ayuda a reconciliarnos con los días y las noches, y a redescubrir el asombro y la gloria de los alimentos terrenales”, continuó el también poeta.

Una noche llena de poesía, donde los comentaristas rememoraron algún verso del homenajeado —incluso se presentaron poemas musicalizados, uno del mismo Gelman y otro de Francisco Hernández dedicado al primero—, y donde también se reconoció la importancia de una poesía urgente, desgarrada y amorosa, “que solo puede aparecerse exprimiendo las palabras, sus jugos esenciales, creando nuevas palabras, remodelando la gramática”.

“Creando una nueva prosodia”, dijo Gutiérrez Vega, “y cavando sin descanso en la vieja y casi agotada mina del idioma, para hallar nuevas vetas, no solo de metáforas como piedras preciosas, con luces interiores y que vienen del alma mineral, sino también de nuevos y vigorosos significados, que enriquecen los patrimonios de la verdad, de la emoción y del pensamiento.

“Ejerció el oficio de la poesía día y noche, con dolor y con amor, bajo la lluvia y en la catástrofe. Lo hizo obligado por el dolor del mundo, por las separaciones, pero también por los besos del encuentro. Por eso trabajó con palabras que son como sangre”.

Escritura vital

Ante la directora del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), María Cristina García Cepeda, y el secretario de Cultura del Distrito Federal, Eduardo Vázquez Martín, Eduardo Lizalde reconoció que la vida de quien también fue colaborador de MILENIO siempre fue heroica, “un periodista muy riguroso, extraordinariamente informado, implacable para hacer la crítica de las monstruosidades que ocurren en el mundo político y social de todos los continentes, pero sobre todo era un gran poeta”.

Añadió: “Del texto poético libérrimo en que hace uso de todo género de sintaxis, de su pueblo y el nuestro, y de otras lenguas que conoció con profundidad, hacen de su poesía un material de originalidad, de novedad y de presencia nada ordinaria en la poesía de lengua española”.

Por ello, dijo Lizalde, la partida de Juan Gelman fue una dolorosa muerte que afectó a muchos, aunque “nos hemos quedado con una obra admirable y de extraordinaria originalidad: la de un hombre generoso, inteligentísimo, de extraordinaria sensibilidad, que no dejó de escribir nunca”.

En el acto estuvieron presentes Eduardo Hurtado, quien leyó un fragmento de Carta a mi madre, un largo poema de Gelman escrito cuando falleció su madre, además de Marco Antonio Campos, quien dedicó su participación a reflexionar sobre la trascendencia de este título, un poema “en el que dejó caer una gota de sangre tras otra”.

Una ausencia presente

Destacan las palabras dichas anoche por José Ángel Leyva: “Su presencia ausente nos enseña la fortuna de su existencia, su paso luminoso y ejemplar por este planeta”, porque muestran una actividad que el poeta argentino ejerció hasta el último de sus días: la escritura.

“De Gelman aprendimos muchas cosas: en primer lugar su capacidad de amar al otro, su pasión justiciera, la fidelidad a la memoria y una voluntad inquebrantable por la verdad, pero por sobre todo ello, la porfía en defender la palabra, en mostrarla como la herramienta espiritual que es, en trabajarla como esa llave que abre la puerta del misterio para evidenciar otros misterios”.

Misterios que intentó reflejar en palabras hasta el último de sus días, como se refleja en Hoy (Ediciones ERA/Literatura-UNAM, 2014), el volumen póstumo de Juan Gelman:

“¿Y/ si la poesía fuera un olvido del perro que te mordió la sangre/ una delicia falsa/ una fuga de mí mayor/ un invento de lo que nunca se podrá decir?/ ¿Y si fuera la negación de la calle/ la bosta de un caballo/ el suicidio de los ojos agudos?/ ¿Y si fuera lo que es en cualquier parte y nunca avisa?/ ¿Y si fuera?”.

El viernes, a las 20:30 horas, en el Teatro de la Ciudad Esperanza Iris habrá otro homenaje: Aquí yace un pájaro. Una flor. Un violín. Celebrando a Juan Gelman.

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