Ni se encarta ni se descarta

Excelsior

José Antonio Meade salió al paso de las versiones que lo ubican distanciado de Luis Videgaray por una supuesta rivalidad por la cercanía e influencia con el presidente Peña.

La versión surgió a partir de que Videgaray subió a redes sociales una foto con Meade en la Universidad de Miami. La imagen iba acompañada de la frase: “Juntos como hace 30 años”.

A partir de ahí se soltaron las especulaciones.

Sentado en el sillón de sus oficinas de Palacio Nacional, el titular de Hacienda destaca que conoce al canciller desde hace tres décadas, que los dos son itamitas, que los dos fueron compañeros de carrera.

“Nos seguimos viendo, las familias son amigas, hay muchas coincidencias en nuestras trayectorias. Tenemos una relación muy cercana en lo profesional”, ilustra.

Y asegura: “En 30 años no ha habido una diferencia seria con Luis…”.

En síntesis, juegan en el mismo equipo.

Ya encarrerado, y a pregunta expresa, José Antonio niega haber pedido a Peña Nieto que no pusiera a Ana Lilia Zepeda como directora de Banobras, por tratarse de un perfil más político que financiero.

Y es que dicen que Videgaray habría pedido el cargo para Ana Lilia a manera de “premio de consolación”, luego de que la candidatura del PRI al gobierno del Estado de México recayera en el ahora gobernador electo de esa entidad, Alfredo del Mazo.

“Nunca existió esa conversación”, aseguró el secretario.

Por lo demás, reconoce que fue Videgaray quien le presentó al presidente Peña.

A José Antonio se le ha mencionado como posible “candidato invitado” del PRI a la Presidencia de la República.
Esa figura existe en los estatutos del tricolor para aspirantes a diputados, alcaldes, senadores, gobernadores, pero no para el máximo cargo de representación nacional.

Para ser candidato presidencial del otrora “partidazo” se requiere un mínimo de diez años de militancia.

Eso deja fuera de la contienda interna al titular de la SHCP.

Pero en la primera quincena de agosto se va a celebrar la Asamblea Nacional del PRI. Los famosos “candados” pueden caer y dejar la puerta abierta a los “candidatos invitados”, sobre todo ahora que la marca PRI está devaluada.

La Casa Blanca, exgobernadores, Ayotzinapa, gasolinazo y Trump alejaron el famoso Mexican Moment y colocaron al tricolor en su peor momento histórico, según las encuestas más serias.

Ser priista en estos tiempos no es fácil. Sus detractores, que no son pocos, los asocian con corrupción y fraude electoral. Les atribuyen la inseguridad, la violencia, la falta de crecimiento.

Traer la divisa del viejo partido no ayuda, y Meade no la trae. Eso y su amplia experiencia como funcionario —ha sido cinco veces secretario de Estado— podrían jugar en su favor.

El reverso de la moneda: su pasado en el gabinete del panista Felipe Calderón —fue secretario de Energía y de Hacienda— lo convierte en un híbrido de la política.

Hacerlo candidato presidencial le implica al presidente Peña riesgos de enfrentar una rebelión interna en el PRI.

Pero como le gusta decir al propio Meade: “en política las cartas se juegan diario.”

Él no suda, ni se obsesiona con el tema de ser candidato presidencial. Sabe lo complicado que es hacer política desde la secretaria de Hacienda.

Su futuro, después de las elecciones de 2018, tiene tres vertientes: el fin de su carrera como funcionario y a otra cosa; su brinco a otro puesto —se habla mucho del Banco de México— o la candidatura presidencial.

Por lo pronto ni se encarta, ni se descarta.

A José Calzada, titular de la Sagarpa, lo vimos el jueves en el 4 Seasons. Se le veía contento por los resultados de la primera reunión que sostuvo con su homólogo estadunidense, George Sonny Perdue, en Atlanta, Georgia.
Por lo que cuenta, hubo química. “No hubo en la mesa temas políticos, lo que sí hubo fue el Tratado de Libre Comercio”.

Sonny Perdue, alguna vez gobernador de Georgia, tiene una visión muy distinta a la de Donald Trump respecto del famoso TCLAN.

“Está convencido de que nos ha ayudado a los tres. Es un convencido del comercio abierto”, nos dijo Calzada. Le atribuyó al estadunidense las siguientes palabras: “Nosotros vivimos en el mejor barrio”.

Pero lo que al titular de la Sagarpa le pareció lo más importante es que tanto Perdue, como su homólogo canadiense, Lawrence MacAulay, coinciden en el potencial que los tres países tienen como región.

México, Estados Unidos y Canadá intercambian diariamente alrededor de dos mil 600 millones de dólares, según datos de la American Chamber.

Nada más hostil que el poco amistoso grito de “build that wall!” —¡construyan ese muro!— que multitudes blancas, y poco educadas, lanzan cada que Donald Trump lo pide.
El xenófobo Presidente estadunidense arenga con ese grito cada que requiere recuperar la popularidad perdida por sus truculentas relaciones con los rusos, su yerno incómodo, su salida del acuerdo de París o su obstinada obstrucción de la justicia.

Hoy, sólo 3.6 de cada diez ciudadanos apoya su gestión, según Galup.

Trump requiere levantar esos números. Nosotros somos el target —objetivo— —que le da puntos. Nos ataca no sólo en actos multitudinarios, sino en Twitter, donde escribió: “México acaba de ser clasificado como el segundo país mortífero del mundo, sólo por detrás de Siria. El tráfico de drogas es la causa. ¡Construiremos un muro!”, escribió.

Por supuesto que ya hubo reacción de la Cancillería en un comunicado: equivocaron metodología; México no es el segundo país más violento.

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