Mexicas también sacrificaban a mujeres y niños

Milenio

Ciudad de México
Uno de los vestigios más reveladores del centro ceremonial mexica, es el Huey Tzompantli o “Gran Muro de Cráneos” vestigio localizado por los investigadores del INAH, en 2015 dentro del predio de Guatemala 24, en Centro Histórico.

Los expertos del estiman que el Gran Muro de Cráneos pudo alcanzar 36 metros de largo y en promedio 12 o 14 metros de ancho, pero hasta el momento el Programa de Arqueología Urbana (PAU) ha detectado al interior de este terreno, 13 metros de longitud y seis metros de ancho de la estructura.

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Con postes elevados en dos plataformas sobrepuestas de aproximadamente 70 centímetros, se formaron hileras horizontales sostenían decenas de cráneos de individuos, incluso niños, sacrificados en honor a Huitzilopochtli, dios de la guerra.

El estudio de los cráneos

Desde que los investigadores empezaron a trabajar, hace dos años, se han recuperado más de 10 mil 500 fragmentos de cráneos humanos que corresponden a alrededor de 221 individuos. Asimismo, se han recuperado 70 cráneos completos que formaban parte de un elemento circular de seis metros, descrito por el conquistador Andrés de Tapia.

Los arqueólogos han podido determinar, por asociación de ciertos materiales, que los restos de esta estructura corresponden a las Etapas V y VI del Templo Mayor, que datan aproximadamente entre los años 1481 y 1502, durante los gobiernos de los tlatoanis (gobernantes) Ahuízotl y Moctezuma II; siendo los españoles quienes desmantelaron sus etapas constructivas superficiales tras la Conquista.

[Los investigadores piensan que el Huey Tzompantli estaba asociado con el dios Tláloc. Foto: Héctor Montaño]

La deidad solar y guerrera de los mexicas residía en el adoratorio sur del Templo Mayor (en el norte gobernaba Tláloc, deidad del agua), de ahí que el Huey Tzompantli estaba asociado a éste, como han comprobado los arqueólogos del PAU.

Uno de los elementos más interesantes que ha excavado este equipo es un muro circular de seis metros de diámetro hecho de cráneos que, suponen los especialistas, previamente estuvieron expuestos en el Huey Tzompantli —como se observa por sus orificios en los temporales– y que fueron unidos con argamasa de cal y arcilla.

El arqueólogo Raúl Barrera repara en la mención que de este elemento hizo Andrés de Tapia en su Relación de algunas de las cosas que acaecieron al Muy Ilustre Señor Don Hernando Cortés:

Los investigadores estiman que la estructura corresponde a las Etapas V y VI del Templo Mayor, es decir entre los años 1481 y 1502.
“Estaba de un cabo e de otro de estas vigas dos torres hechas de cal e de cabezas de muertos, sin otra alguna piedra, y de los dientes hacia afuera, en lo que se podía parecer […]”, señala el conquistador en un punto de su relato.

El PAU ha confirmado la existencia parcial de una de esas “torres”, de cuya altura sólo se conserva 1.80 metros. En el caso concreto de la “torre de cráneos”, éstos no sólo “miraban” al exterior del muro concéntrico sino también hacia su interior, algo que vuelve particularmente compleja su excavación por parte de las arqueólogas Ingrid Trejo y Sandra Ramírez.

¿Cómo lo hicieron?

Para poder analizar y estudiar cada parte del Tzompantli, se cuenta con un registro fotográfico de cada nivel donde fueron depositados los cráneos, se han hecho dibujos milimétricos, e incluso mapas generados a través de escaneo láser y fotogrametrías, levantamientos que han sido apoyados por la Coordinación Nacional de Monumentos Históricos del INAH. Palos de bambú, perillas de aire, brochas de pelo fino, son algunas de las herramientas para desenterrar cada elemento óseo, del que además se elaboran cédulas tanto en campo como en laboratorio.

Hasta el momento el PAU ha recuperado más de 10 mil 500 fragmentos de cráneo de este contexto. La jefa en campo, Lorena Vázquez, detalla que a partir de la muestra total que consiste en aproximadamente 221 individuos, sólo se ha podido asignar sexo a 3 por ciento de la misma, dos terceras partes corresponden a individuos masculinos, y el tercio restante a individuos femeninos.

Asimismo, en proporción, 97 por ciento son adultos, dos por ciento pertenece a infantes y el uno por ciento permanece no identificado. Estos datos fehacientes han venido a “revolucionar” la idea que prevalecía sobre los sacrificados exhibidos en el tzompantli, de que se trataba sólo de hombres jóvenes y adultos.

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El proceso de restauración y preservación

En el predio Guatemala 24, un pasillo separa el área de excavación de una larga habitación en que las restauradoras Mariana Madrigal y Vehelma Garza estabilizan los cráneos extraídos introduciéndolos en una pequeña cámara donde controlan la humedad. Posteriormente, realizan una limpieza superficial de los fragmentos, para que los antropólogos físicos Debbie Ábrego, Abel Badillo y Rodrigo Bolaños lleven a cabo su reconstrucción y análisis.

A partir de cráneos completos, estos profesionales, egresados de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), han identificado en todos ellos grandes orificios en los temporales (huesos laterales), causados por golpes controlados por percusión con un objeto aguzado.

Abel Badillo explica que el tratamiento post mortem para exponer los cráneos en el Huey Tzompantli implicaba, como se observa por líneas de corte, el desollamiento y en algunos casos el descarnamiento de la parte facial, en particular de los paquetes musculares (alrededor de los huesos malares —parte de los pómulos— y la arcada dental) y del arco superciliar (parte media de las cejas) para extraer los glóbulos oculares.

[Foto: Héctor Montaño]

Para Rodrigo Bolaños y Debbie Ábrego, estos análisis representan el comienzo de una serie de estudios a los que estos materiales pueden ser sometidos.

Si bien, por la deformación craneal que muestran algunos ejemplares se puede inferir que algunos individuos sacrificados provenían de regiones alejadas, el antropólogo Rodrigo Bolaños señala que existe evidencia entre las culturas del Altiplano Central de la realización de modificaciones de este tipo como una forma de imitación de los patrones de belleza provenientes de otros lados, razón por la que habrán de efectuarse estudios isotópicos de estroncio y oxígeno. Sus resultados permitirán a los investigadores del PAU aproximarse a la región de origen de éstos.

Mientras, el doctor Jorge Gómez Valdez, de la ENAH, junto con el equipo de investigación, realiza estudios craneométricos, uno de ellos basado en 16 mediciones específicas de la región facial de los cráneos que aún permanecen in situ, así como de los que ya han sido extraídos para determinar el sexo y, otras mediciones que permitirán establecer su posible afinidad con otras poblaciones de Mesoamérica.

El PAU concluirá su segunda temporada de campo el próximo 30 de junio, para dar paso al trabajo de gabinete que implica el análisis de la gran cantidad de materiales recuperados del Huey Tzompantli.

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