Lonas, la mayor demanda en el Istmo de Oaxaca

Paloma Duarte 

Corresponsal

Oaxaca, Oax.- a 28 Septiembre 2017 .- Los rostros de la gente del Istmo de Oaxaca no solo se mojan de las lágrimas que diariamente derraman tras haber perdido su patrimonio de toda la vida, también lo hacen al caer la incesante lluvia que no solo los moja a ellos, sino también a su esperanza de despertar pronto de esta pesadilla.
Hombres, mujeres y niños se refugian bajo los árboles, las lonas en la zona se han convertido en disputas, con machete en mano las pelean, ante la mirada expectante de niños que reflejan en su mirada no solo el miedo por los constantes sismos que perciben, sino también por lo que observan que ocurre a su alrededor.
El panorama es desolador, el aire huele a húmedo, a dolor a rabia e impotencia, porque 88 segundos del movimiento telúrico del 7 de septiembre acabaron con todo; sus casas, su vida, la de sus seres queridos, y aunque intentan levantarse del dolor, el panorama que enfrentan es incierto y temen quedarse sin ayuda.
Muchos grupos de voluntarios han llegado para entregarles víveres, cobijas, enseres, pero pocos llevan lonas, y tienen miedo de que el cansancio venza a esas almas nobles y decidan o no puedan estar llevando más ayuda con el paso de los meses.
Aunque en esta zona existen 51 refugios activos colocados por el Gobierno del Estado, muy pocos son los que se atreven a quedarse en ellos o acudir para recibir ayuda, al menos un poco de comida.
“Los refugios nos quedan lejos, no queremos dejar nuestras pocas cosas, no queremos separarnos como familia, el sismo ya nos arrebató todo y ahora no permitiremos que también nos quite la tranquilidad de sabernos unidos”, dijo José Martínez, habitantes de la Séptima Sección de Juchitán de Zaragoza.
Indicaron que saben que los refugios tienen todo lo que necesitan para estar medianamente bien, después de esta tragedia, pero también saben que irse a instalar a uno de estos sitios, provocará que abandonen lo poco que quedo de sus hogares, y que grupos de rapiña de apropien de lo que tantos años les costó forjar.
Por eso han decidido arriesgarse y seguir durmiendo donde puedan, algunos en hamacas, otros en sillas, algunos más afortunados al interior de sus vehículos, otros no han tenido opción y se arriesgan quedándose en viviendas que sufrieron daños.
Don Manuel, hombre de 56 años, ha adoptado un método con el que su familia alcanza a descansar, uno de los 8 miembros de la familia se queda a velar para alertar a los demás en caso de un nuevo movimiento telúrico, en el día esa persona descansa bajo la vigilancia de los demás.
La situación es compleja, porque las lluvias no cesan, pero tampoco lo hacen los temblores que se sienten con mayor magnitud por el miedo en que viven los pobladores, porque para ellos ya no es solo un simple sismo, es acabar con el poco de esperanza que aun guardan de reconstruirse y seguir adelante.

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