Hemos evolucionado para dormir menos horas pero con más eficiencia

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Investigadores de la Universidad de Duke (Carolina del Norte) han recopilado una base de datos de los patrones de sueño de cientos de mamíferos, entre ellos los de 21 especies de primates –babuinos, lemures, orangutanes, chimpancés…–, así como de seres humanos.

A cambio, el sueño humano resulta más eficiente, pues solo una pequeña proporción del tiempo que dedicamos a dormir transcurre en las fases de sueño ligero. La mayor parte de nuestro tiempo en la cama corresponde al sueño profundo. Por ejemplo, la fase REM constituye el 25 % de nuestro periodo de descanso. Durante esta fase, llamada así porque usa las siglas de Rapid Eye Movement (Movimiento del Ojo Rápido, en inglés, debido al característico movimiento de los globos oculares bajo los párpados), el cerebro está muy activo y soñamos y captamos gran cantidad de información de nuestro entorno.

Por el contrario, muchos primates solo dedican el 5% del sueño a esta etapa REM. Según el antropólogo y coautor del estudio David Samson, “los humanos somos únicos en la capacidad de disfrutar de un sueño más corto pero de mayor calidad”. Este científico dedicó más de 2.000 horas a observar a los orangutanes durmiendo tanto en fase REM como en otros estados. Para los investigadores, el acortamiento del periodo de dormir en las personas respecto a otros animales no es solo resultado de la llegada de la luz artificial y las pantallas, que nos han permitido aprovechar horas de oscuridad para estar activos.

Otro estudio diferente llevado a cabo con sociedades de cazadores-recolectores que viven sin electricidad en Tanzania, Namibia y Bolivia encontró que permanecen con los ojos cerrados apenas un poco más de tiempo que quienes disfrutamos de cacharros electrónicos. Por lo tanto no se puede achacar a la llegada de la luz artificial y otros avances de la vida moderna el acortamiento de las horas de sueño, según Samson. Este, junto al también antropólogo de Duke Charlie Nunn, sugiere que los humanos reemplazamos cantidad de sueño por calidad bastante antes de disponer de televisores y teléfonos móviles.

Estos investigadores creen que un cambio cualitativo se dio cuando pasamos de dormir en árboles a hacerlo en el suelo. Eso permitió descansar junto al fuego y en proximidad con otras personas para obtener calor y protegerse de los depredadores, lo que contribuiría a ayudarles a dormir más profundamente. A la vez, dormir menos habilitaba más horas para dedicar a aprender nuevas habilidades y fortalecer lazos sociales, lo que a su vez mejoró la capacidad de memoria y la potencia del cerebro.

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