Guelaguetza o simples piezas de museo

lopezrosadoPor Roberto López Rosado*

El lunes pasado se realizó el primer “Lunes del Cerro”, es decir, uno de los puntos álgidos de la máxima fiesta oaxaqueña. En las calles de la capital, por fortuna, hemos visto una gran cantidad de visitantes que en lo que va del mes han asistido también a varios de los festejos que se realizan en el marco de la Guelaguetza.

Es hermoso y de orgullo ver a nuestras mujeres y hombres de las ocho regiones compartir sus bailes, sus trajes típicos, su gusto, su garbo y hasta su picardía entre quienes los vienen a ver no sólo de Oaxaca, sino del país entero y del extranjero.

Como cada año, las autoridades federales y estatales presumen de la belleza de la Guelaguetza y del gran aporte que Oaxaca ha dado al mundo. Este mes de julio, es el mes en que todos nos sentimos orgullosos de ser oaxaqueños porque además nos sabemos entregar, cooperar, compartir.

Sin embargo, ¿después de la Guelaguetza qué? Ese gran orgullo por nuestras culturas, por nuestras etnias, por nuestras lenguas, por nuestros indios se acaba. Ya lo he apuntado en otros momentos, “los indígenas hemos sido largamente discriminados pues se nos considera gente muy poco preparada, sin instrucción, floja  y una serie de acusaciones más”.

Ese orgullo por los indígenas oaxaqueños es sólo en el mes de julio y desde luego uno que otro día a propósito de alguna efeméride para que el orador se luzca y se retrate con algún indígena y hasta se pone la vestimenta que utilizan nuestros y nuestras hermanas indígenas. Ya lo he apuntado antes, “México es un país que se destaca por su alto índice de discriminación que desgraciadamente es una práctica común. Si bien hemos avanzado en erradicar esta actitud, no deja de ser paradójico que los actos de discriminación persistan  y sigan representando graves dificultades para avanzar como sociedad”.

Quienes somos indígenas, además de ser morenos, hablar un dialecto o ser  afrodescendiente, nos convierte en víctimas de insultos, de desprecios, de maltratos y objeto de trasgresiones a nuestras garantías individuales; paralelamente tenemos mayores posibilidades de tener poca o nula educación, no tener acceso a servicios básicos de salud y no poder contar con ingresos fijos”, que contrasta absolutamente  cuando nos elevan a los altares y hablan del “orgullo” que sienten por los indígenas del país pero por fortuna tenemos claro que estos “apapachos” son momentáneos, de “dientes para fuera” porque históricamente hemos sido invisibles, si acaso somos un instrumento folclórico de los gobiernos.

Ni el gobierno federal, ni los gobiernos estatales y municipales han creado instituciones específicas que atiendan las demandas indígenas y mucho menos, ha existido el interés de incluirlos en el funcionamiento de las instituciones indigenistas.

A casi dos años de gobierno, Enrique Peña Nieto ha mostrado desinterés por ellos y ellas, como fue el nombramiento de un o una titular ajena a los pueblos indígenas al frente de la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas, y mientras que en Bolivia, Ecuador, Venezuela, Nicaragua, y Uruguay han dado muestra de que se puede avanzar en materia de derechos indígenas, poco desde el Congreso hemos podido avanzar, allí está el caso de los Acuerdos de San Andrés Larráinzar que plantean el respeto a los derechos y cultura  indígenas. Fuertes presiones siguen prevaleciendo para que estos acuerdos no se suscriban.

Ahora bien, Oaxaca por su presencia y pluralidad de etnias y mosaico cultural, debe ser punta de lanza en el avance de los derechos y cultura indígenas. Gabino Cué  ha atendido de manera importante este tema pero ha sido insuficiente por lo que el gobernador debe dar el paso que consolide las mejores alternativas políticas públicas en materia de asuntos indígenas. En Oaxaca hay comunidades rurales que requieren en la parte final de este gobierno atención a sus necesidades más apremiantes y juntos empujemos ante el gobierno federal poder rescatar la dignidad, la cultura y el desarrollo de los indígenas de nuestro estado.

Celebramos la Guelaguetza u otras hermosas festividades del país, su belleza multicolor, multicultural y por todo lo que significan sus riquezas, pero demandamos dejar de ser sólo objeto de “orgullo” por nuestro pasado histórico, pero lamentablemente, siento que nos ven más que otra cosa, como simples piezas de museo. No más.

*Diputado federal del PRD por Oaxaca

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