Gira política

giraPor Horacio Corro Espinosa

Estoy seguro que hay mucha gente tiene experiencia, porque ha participado, en giras y recorridos de candidatos a diversos cargos de elección popular. Pero lo que poco se practica, son en los recorridos que se hacen en compañía de los funcionarios de primer nivel.

Hace unos días apenas, uno de esos funcionarios de altos vuelos me invitó a uno de sus recorridos por varios puntos del país. Quiero suponer que el que me invitó no estaba muy acostumbrado al trajín, porque a veces veía yo en su cara como que quería descansar y sólo aparecer en escena sin tener ninguna responsabilidad. Si por él fuera, lo más antojadizo sería sólo estirar la mano para saludar a los demás que, según, lo ven con envidia.

Fue una gira relámpago por las zonas más calurosas del país. En la dichosa gira pude ver y andar un rato tras la jornada. Todo empezó sencillo: seguir los pasos del funcionario y eso no era cosa del otro mundo. Creí que porque sabía caminar por los cerros de la mixteca y meterme con facilidad en el vagón del metro a las horas pico, eso me garantizaba realizar buen papel durante el recorrido, pero estaba bien equivocado porque terminé lejos del hombre de las importancias y con la lengua de fuera.

Una de las cosas que más me impresionó de la gira, tal vez, fueron los ajetreos sudorosos, las marchas veloces de los guaruras y funcionarios de medio pelo para arriba que hábiles, lograban colarse a la punta del grupo para lucir su posición, dizque muy importante.

El itinerario que me dieron marcaba la hora de salida, pero me advertían que tenía que estar presente 15 minutos antes. Ahí empezó mi desconcierto: de entrada, la exactitud cronométrica para salir. Ahí iba la comitiva completa, los auxiliares, los invitados y los periodistas. Durante todo el recorrido se utilizarían diversos medios de transporte: coche, autobús, helicóptero y avión.

La nutrida, apretadísima agenda se iba cubriendo puntualmente sin que alguno de los invitados corriera desaforadamente, se empujara, o se atropellara. A las 10:30 horas, arribo al aeropuerto tal, recepción. A las 10:40, salida del aeropuerto en autobús. A las 10:50, arribo a la explanada tal, recepción, traslado al templete. Acto con empresarios, palabras de fulano de tal. A las 11:20, salida de la explanada en autobús. A las 11:30, arribo al aeropuerto tal, recepción, traslado al helicóptero, tiempo de vuelo, 20 minutos.

Arribo a… Traslado a… etc., etc.

Y cada rato, incrédulo, veía el papel del recorrido que más o menos coincidía con el reloj. Entonces me entró la duda. ¿Cómo le hacen? ¿Tendrán los pasos contados, las porras medidas, los aplausos numerados? Pues… sí y no. Lo que pasa es que la organización tiene previstos tiempos exactos en todos los actos y traslados, y a la vez tiene considerados los ajustes que sobre la marcha se vayan haciendo necesarios: si nos alargábamos aquí, se recortaba por allá; y si se alargaba aquí y también se alargaba allá, se comía más aprisa o se dormía menos. Las siestas, por supuesto, no estaban registradas, pero podía uno aprovechar el traslado para echarse un coyotito. Lo que sí me resultó difícil de entender es cómo le hacía el señor de las importancias para no perder palabra, frase, petición, demanda, queja, de las muchas y muchas que se producían sin respiro, en la mañana, en la tarde, en la noche, y al día siguiente otra vez.

Durante el recorrido se me escapaban nombres de lugares visitados y caras de funcionarios de medio pelo, apenas si alcanzaba a hacer algunos apuntes. Después de esa experiencia tan veloz, prefiero seguir el modo tranquilo de teclear la computadora o de caminar en vez de correr para disfrutar de las cosas.

Twitter:@horaciocorro

horaciocorro@yahoo.com.mx

 

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