Estados Unidos 1994: Saeed Al-Owairan, el ‘Maradona de los árabes’

Saeed Al-Owairan hizo un gol épico, parecido al del Diego en México 1986. Eso lo catapultó a una fama que no soportó hasta que fue a la cárcel por violar las leyes religiosas de su país en el Ramadán

EXCELSIOR

Era el Ramadán de 1996. En un bar nudista de El Cairo, un hombre rodeado de tres mujeres les cuenta historias fantásticas de futbol. Antes, les dijo que tiene un Rolls Royce, que sale en propaganda de Kodak, Coca Cola y Ford, que en su país, Arabia Saudita, es afamado, que conoce Estados Unidos, donde los rascacielos son infinitos.

Las mujeres ríen y juguetean con su barba hirsuta. Les dice también que el futbol ha sido un viaje espectacular.

Saeed Al-Owairan bebe whisky en las rocas y pone su mano en la pierna de una de ellas. A continuación, les narra su obra maestra. Fue un miércoles 29 de junio en Washington, a los cinco minutos de empezar el partido contra Bélgica. Un compañero le pasó el balón tras recuperarlo, entonces ni lo pensó. Esas cosas las hacía desde pequeño en Riad, de controlar con la cara arriba y llevar el balón adherido al botín.

Corrió perpendicular a las cámaras de televisión durante 60 metros que cubrió en 12 segundos. Aceleró y dejó atrás a Franky Van Der Elst y Dirk Medved que le tira una patada apenas cruza el medio campo. El balón brincó un poco, pero lo jaló con su pie izquierdo y con ese movimiento dejó descolocado a Michel de Wolf. De pronto, estaba en la línea del área grande con la velocidad de una saeta y Rudi Smidts no supo si defender por un lado o el otro y se enredó, eso lo dejó frente al portero y justo antes de la barrida de Philipe Albert y el achique de Michel Preud’homme, disparó arriba para anotar el mejor gol del Mundial.

Las chicas tratan de recrear la jugada con la descripción y sólo porque ese hombre moreno trae un pans de Arabia Saudita, piensan en creerle; además, claro está, de que enseña mucho dinero.

A partir de ese gol la vida de Saeed Al-Owairan cambió para convertirse en un privilegiado. Además de dar el pase a octavos de final a Arabia Saudita, que participaba por primera vez en una Copa del Mundo, lo apodaron, El Maradona árabe.

 

Cuando regresó a su país, el régimen saudí le colmó de regalos, autos, joyas, dinero y propiedades. Salió en comerciales. A cambio de eso lo encerraron en una condena regional. Equipos de Francia, España y Estados Unidos lo buscaron para llevarlo a jugar cuando tenía 26 años, sin embargo, las leyes establecidas no permitían que saliera. Jugó toda su vida en el Al Shabab. Cansado de sus reglas, en 1995 se escapó de vacaciones sin permiso a Marruecos por lo que fue multado.

Al año siguiente, birló la vigilancia de la selección para ir a un bar nudista en

El Cairo, en pleno Ramadán. Esa grave falta provocó que lo encerraran seis meses y lo inhabilitaran un año sin jugar. Volvió para 1998 en el Mundial de Francia, pero no era el mismo, sus piernas estaban cansadas, aunque más su mente.

Alguna vez en Marruecos se encontró con Maradona. El gol del astro argentino fue tras recorrer 52 metros en 10 segundos quitándose a siete jugadores ingleses. El de Saeed Al-Owairan fue de 60 metros en 12 segundos eliminando a seis rivales. Los dos hablaron. Maradona le preguntó si podía volver a hacer ese gol, pero ambos estaban viejos. Divertido, Owairan le respondió que si él era capaz de repetirlo también, Maradona le dijo que no porque había engordado, contó en una entrevista a TUDN.

El Maradona de los árabes marcó así, un gol inolvidable.

 

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