El honor

primero-es-el-honorPor Horacio Corro Espinosa

Para el 10 de diciembre de 2014

Hace muchos años, pero muchos años, más o menos como cuatro o cinco siglos,   se daba mucha importancia al honor. Se podía perder todo menos el honor. El honor era algo que ni siquiera necesitaba explicarse. Se entendía muy bien qué era y en qué consistía, aunque ahora a muchos les cuesta trabajo darle la amplitud que nuestros antepasados daban al término.

Los que hayan leído el Cantar de mío Cid, se darían cuenta que el honor residía en no dejarse tocar la barba. En la obra de Pedro Calderón de la Barca, en su primera comedia, Amor, honor y poder, también toca el tema del honor. Estos escritores, así como otros contemporáneos, dijeron en sus obras que un padre de familia debía hacer llegar a todas sus hijas vírgenes al matrimonio, y que concedida la hija, ni el padre ni la madre de familia podían hacer ninguna concesión a otro caballero. La desobediencia de esta regla se pagaba con la vida de los infractores.

Un poco más tarde, Nicolás Maquiavelo, tenía ideas diferentes de las que sus antepasados tuvieron. Aquello de que un rey no podía mentir ni engañar ni faltar a la palabra dada, comenzó a tener sus asegunes, porque a partir de faltar a la palabra, de no cumplirla, se comenzó a olvidar que eso era considerado como deshonroso. Entonces pues, se estableció a la falta de honor como una astucia, como una lucidez. El incumplir descaradamente a la palabra hablada y también a la firmada en solemnes pactos, nació el decir que se era sagaz, agudo, vivo e inteligente.

El honor que iba de la mano con la moral, se fueron separando. El ejército más honorable era el más numeroso, y nada lo cubría de mayor honor que ganar la batalla, por cualquier medio que fuese.

¿Se acuerdan de Ulises el troyano? Todos los que pasamos por la secundaria tuvimos que leer esta obra. Fue uno de los héroes legendarios de la mitología griega que aparece como personaje de la Ilíada y es el protagonista de la Odisea. Estas obras se le atribuyen a Homero. La cosa es que Ulises, les tomó el pelo a los troyanos con su fraudulento caballo de madera, y se burló del gigantón Polifemo. Lo curioso es que a ese hecho, en la obra, no se le ve como deshonroso.

En nuestros tiempos, el honor ya ha pasado de moda. Se prefiere utilizar otros términos a la palabra honor, ya sea en el tema militar o político o económico. Han mandado muy lejos a esos envejecidos criterios. Hoy, la palabra honor se quedó vacía, y ha sido sustituida por algo que no tiene nada que ver con ella: los honores.

Los honores se rinden no a quien los merece, sino a quien los cuates creen que los merece. Por ejemplo, a un jefe de Estado, se le rinden honores militares en un país que no es el suyo. Y nadie pregunta si su gobierno es honesto, o justo.

Muchos de los integrantes de los gabinetes ya sean a nivel federal, estatal o municipal, están integrados por delincuentes, ladrones, cínicos, etc. Y ahí están porque los demás les dan la calidad de dignos, honorables, respetables y demás ocurrencias.

El honor ha desaparecido a excepción del diccionario. Al honor se le ve como cosa del pasado. Pero ¿y qué palabra quedaría para ocupar el sitio del honor? ¿Saben cuál es esa?, la que usa en este momento la gente que cree que con ella se alcanza la gloria: el éxito. Por tener éxito sólo unos cuantos días, la gente pasa sobre quien sea. Los políticos olvidan sus compromisos, y en sus informes anuales aseguran que su notoriedad ha aumentado, ¡bah!

 

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