Dios no quiere estupideces, de pirotecnia ni mayordomías

Alfredo Martínez de Aguilar

La subcultura religiosa que privilegia el rito de los fuegos pirotécnicos en las mayordomías y fiestas patronales por encima de la acción personal, familiar y social evangelizadora, ha cobrado, una vez más, decenas de muertes y heridos.

Al cierre de edición en la danza de números oficiales sumaban 29 muertos, 26 personas perdieron la vida en el mercado de pirotecnia de San Pablito, en el municipio mexiquense de Tultepec, Estado de México, y 3 más en hospitales.

Los lesionados con quemaduras de diversos grados ascienden a un total de 72 víctimas, 13 están hospitalizadas y su estado es de suma gravedad; 3 niños han sido trasladados a Galveston, Estados Unidos, y 100 más están desaparecidos.

Asimismo, comerciantes reportaron que la explosión destruyó la mayor parte de los 300 locales comerciales que componen el mercado, al que arribaron efectivos de la Base de Operaciones Mixta (BOM), incluidos militares, quienes resguardan la zona.

Testigos presenciales que subieron de inmediato videos a las redes sociales señalaron que primero se escuchó un fuerte estallido, y momentos después una espesa columna de humo se elevó decenas de metros sobre el lugar de la explosión.

El mercado de San Pablito es uno de los sitios más emblemáticos del país por la venta de pirotecnia. Comerciantes y pirotécnicos de distintos estados acuden a esa municipalidad del Estado de México a surtirse de cientos de productos elaborados a base de pólvora.
A los cristianos católicos mexicanos en general y en particular a los oaxaqueños nos debe quedar muy claro que Dios no quiere estupideces de fuegos pirotécnicos ni mayordomías, sino buenas obras y acciones.

Ser padrino de las fiestas patronales o mayordomos generalmente deja cenormemente endeudados a quienes aceptan tales cargos, cuando bien pudieron invertir esos cientos de miles de pesos en la apertura de un negocio que les ayude a elevar su calidad de vida.

Dios es Amor infinito, sin principio ni fin, que no condiciona ni impone, por el contrario, acepta y perdona todo, a cambio de congruencia entre lo que se piensa, dice y hace con honestidad intelectual y material.

Y una de sus máximas enseñanzas es precisamente amar a tu prójimo como a ti mismo, empezando por amarnos a nosotros mismos para poder amar a los demás, porque nadie da lo que no tiene.

Y ello requiere una alta carga de compromiso social e histórico con los principios y valores aceptados universalmente, el respeto a la vida, a la libertad y a la dignidad, la búsqueda de la verdad y de la justicia.

Todo ello, a partir del concepto universalmente aceptado de la justicia enseñado por el jurisconsulto romano Ulpiano: Iustitia est constans et perpetua voluntas ius suum cuique tribuendi; “La justicia es la constante y perpetua voluntad de dar (conceder) a cada uno su derecho”.

Los derechos son: honeste vivere, alterum non laedere et suum quique tribuere… “vive honestamente, no hagas daño a nadie y da a cada uno lo suyo”. Así de fácil y sencillo, práctico y pragmático. Sin numerosas leyes enredosas.
Se imagina, querido lector, los cientos de millones de pesos que el pueblo pobre de México quema al incendiar la pólvora de Castillos y Toritos durante las numerosas celebraciones a lo largo de un solo año.

El sincretismo pagano-religioso de innumerables festividades y celebraciones hunde en la pobreza a miles de mexicanos, cuyas familias queman su dinero en los fuegos pirotécnicos de las mayordomías y fiestas patronales.

Obligado es que los jerarcas de la Iglesia Católica concienticen a sus millones de feligreses para abandonar estas prácticas viciosas por onerosas y altamente peligrosas, con frecuentes saldos trágicos.

¿Cuántas microempresas podrían crearse en el país con los cientos de millones de pesos literalmente quemados en los fuegos pirotécnicos? Seguramente miles de empleos permanentes en esas microempresas.

¿Por qué la jerarquía católica y el Gobierno de la República y de los Estados y Municipios no emprenden intensas campañas permanentes de concientización para abandonar la subcultura de celebrar con fuegos pirotécnicos?

La primera, debe hacerlo a través de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), y los segundos, mediante los programas de las Direcciones de Protección Civil. La suma de esfuerzos y voluntades puede evitar más muertos y heridos.

No lo hacen porque los fuegos pirotécnicos en las fiestas patronales y mayordomías son la válvula de escape de la cruel realidad que vivimos cotidianamente en México y Oaxaca, hundidos en las crisis económicas recurrentes desde los 70.

Los fuegos artificiales sirven de catarsis al pueblo pobre a semejanza de los gritos homofóbicos sintetizados en la consigna ¡Puuutooo! y mentadas de madre en los partidos de futbol.

Perversamente la jerarquía de la Iglesia Católica y el Gobierno de la República y de los Estados y Municipios aplica la sentencia clásica latina para mantener en paz al pueblo «panem et circenses» pan y circo.

Sigue siendo relativamente fácil engañar, manipular e, incluso, burlarse del pueblo pobre, hundido en la ignorancia y la miseria, y más todavía cuando como en el caso de Oaxaca tenemos 36 años sin clases.

Ésta es precisamente la mayor traición de la Sección XXII de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) por el prefabricado conflicto magisterial para enriquecerse a manos llenas, sin límite alguno.

Riqueza mal habida obtenida en complicidad con el mal gobierno al que dicen combatir los pseudo revolucionarios marxista-leninistas que les permite enviar a sus hijos a escuelas privadas
en una actitud por demás incongruente.

Hipócritas farsantes, se rasgan las vestiduras y ponen el grito en el Cielo contra la Reforma Educativa que puso en riesgo el tráfico y la venta y herencia de plazas de trabajo en la estructura educativa, así como la obtención de favores sexuales.

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