¡A cuidar el trabajo!

Por Horacio Corro Espinosa

Aunque no me lo quieran creer, mucha gente perdió su chamba desde el momento que Enrique Peña Nieto, recibió su acta de mayoría que lo acredita como Presidente Electo de los mexicanos.

Como ejemplo, en el Comité Ejecutivo Nacional del PAN, muchos trabajadores de ese partido, ya andan de capa caída. Sólo se han quedado los más viejos, por aquello de que al despedirlos saldrán muy caros.

Pero en fin, en los últimos días ha aumentado el despido de empleados en todos los niveles, desde aseadores de pisos, hasta jefes de medio pelo. Lo curioso del asunto es que muchos de los que aún siguen conservando su chamba no son porque sean muy buenos en su desempeño, sino porque han empleado las estrategias más eficaces que no utilizó el despedido.

Estas son algunas de las técnicas que utilizan los que aún conservan su chamba.

Con esto no quiero decir que todos los que aún están, se hayan valido de esta clase de artimañas para seguir en el puesto. Reconozco que muchos de los que siguen ejerciendo su changarro tras de un escritorio de alguna oficina pública, se han valido de su capacidad, de su entrega y noble sentido de responsabilidad. Quiero sólo referirme a los que inexplicablemente siguen nutriéndose del erario público sin hacer nada, de esos que causan asombro entre sus compañeros de trabajo cuando todos se preguntan que cómo es posible que al fulano ese no le hayan dado aire.

La respuesta es sencilla, primero, es que gozan de una concha más o menos gruesa, resistente y correosa. Estos personajes casi nunca tienen iniciativa, son impuntuales, indisciplinados, flojos y, sobre todo, irrespetuosos para que nadie se le pare enfrente. Y algo muy importante de estos protagonistas que logran el título de empleado perfecto: hacen hasta lo imposible para que el jefe no se percate de su existencia.

Este trabajador jamás solicita una entrevista con su superior porque nunca tiene nada que proponer, pues carece de ideas.

Otra característica del empleado es que jamás pide aumento de sueldo, lo que le den es tan bueno como seguir siendo el hombre invisible. Por mera intuición, no por inteligencia, sabe que la mayoría de los empleados que piden aumento reciben en breve una carta de liquidación. Así que por experiencia de sus compañeros hace lo que nunca debe hacer: abrir la boca, no pedir nada y no darse a notar. Estos personajes usan las frase celebre “Empleado que se mueve, se cae”.

Sin embargo, este sujeto, con el único que se congracia es con el encargado de hacer la nómina. A éste le pone su refresco bien frío sobre su mesa de trabajo todos los días y de vez en cuando le lleva su torta de huevo para demostrar su aprecio en lujo.

Curiosamente, a este ciudadano nunca le dan aire a pesar de los años y años que vive metido en ese departamento. Ve pasar jefes y jefes por la misma oficina. En lo único que se esfuerza, es en no recibir ninguna felicitación o reconocimiento por su labor desempeñada. Sabe perfectamente que una palabra de aliento por parte de su jefe, equivale a ser puesto en la mira para encontrar algún culpable el día que se ofrezca, pues luego de eso, llegará la renuncia.

Así que estos fulanos que aún conservan su chamba a estas alturas por la crisis de los cambios, su frase favorita es: “no sólo de felicitaciones vive el hombre”.

 

Twitter:@horaciocorro

horaciocorro@yahoo.com.mx

 

 

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