Premio para ocultar la corrupción

Por Horacio Corro Espinosa

Tal vez, a estas alturas, Perla Woolrich Fernández, Secretaría de la Contraloría y Transparencia Gubernamental, ha de estar arrepentida de haber recibido su “Premio a la Innovación en Transparencia para la Mejora de la Gestión Institucional”. Nunca se imaginó que un reconocimiento que no tiene que ver con investigación hacia los rateros de los sexenios pasados, hubiera despertado sentimientos por su inmovilidad para hacer la chamba que los oaxaqueños hemos esperado desde que inició este sexenio, el de Gabino Cué.

Perla Woolrich, nos ha dado la oportunidad durante varios días, de masticar palabras un tanto empolvadas, y una de ellas es corrupción.

Todos los oaxaqueños siempre recordamos algún nombre del montón de corruptos que han cercenado una parte de Oaxaca.

Cuando nos anunciaron que Perla Woolrich, “La dama de hierro” sería la contralora del estado, todos nos pusimos contentos. Todos dijimos, casi al unísono: Ahora sí, ahora sí las cosas van a cambiar.

Pocos días después nos apantalló con una lista de nombres de los exfuncionarios más corruptos de la pasada administración, la de Ulises Ruiz. Lo curioso del asunto fue, que muchos de los que se regocijaron por la pronta detención de los putrefactos del sexenio anterior, fueron principalmente, los que también tuvieron su mamilota en el sexenio pasado y hoy están en el sexenio de Gabino Cué.

El problema no fueron las palabras de la tal Perla, el problema está en los nutrientes de la corrupción que tienen la facultad de autorreproducirse con asombrosa eficiencia.

No cabe duda que el poder y el dinero se encuentran estrechamente entrelazados y se fortalecen mutuamente. Creo que ningún oaxaqueño nos escandalizamos por la corrupción, sino porque se hizo con tan poca discreción y con tanto descaro. A la administración gubernamental de Ulises se le reconoce como la de los mejores y bien preparados mapaches, pero pésimos para la discreción en los dineros.

Recuerdo a Miguel Ángel Ortega Habib, quien pedía respeto para su familia que estaba encarcelada en Puente Grande Jalisco, mientras él se divertía con sus mujeres. A una de sus damas le entraron a robar a su casa ubicada en el condominio 4 de Villas Xoxo. Ella no estaba en el momento del hurto, pero cuando regresó, encontró su casa desordenada y sin dinero ni joyas. Se llevaron 60 mil pesos que tenía que pagar de otra casa que le estaban acondicionando en el fraccionamiento Real del Valle Zaachila.

Ortega Habib, llegó a Villas Xoxo en menos de lo que se los cuento, justo cuando la mujer intentaba comunicarse con la policía. Él le gritó por su tontería pues todo mundo se iba a enterar. Minutos después le repuso la lana más otro tanto para que pagara las elegantes modificaciones de su próximo nidito de amor.

¿Y quién podría tener la capacidad de transformar la corrupción en dinero? Pues la gente de Ulises Ruiz.

La Secretaria de la Contraloría, Perla Woolrich, ha reconocido que en el sexenio anterior hubo corrupción, pero hasta ahí. Parece que con su silencio nos está tratando de acostumbrar a las aguas negras de la pudrición.

Es urgente y necesario que se analice la cadena genética política de quienes ocupan muchos de los cargos más importantes dentro del aparato político oaxaqueño en estos momentos. Parece que la historia está por repetirse.

Hay diputados locales que se les ha calentado el termostato, aún casados, y han regalado departamentos y camionetas de lujo a sus queridas. ¿De dónde sale tanto dinero para satisfacer calenturas? Le voy a preguntar al diputado Juan, que me cuente toda la historia para que en otra columna yo se los pase.

 

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