Los recuerdos/VIII y último

partidosMario Arturo Mendoza Flores

Para mi amiga Rosy Ramales con mi solidaridad y mi afecto.

Muchos son los recuerdos que a lo largo de la pre y la campaña conservo como un tesoro en mi mente y en mi corazón; sin duda todos ellos aleccionadores, pues fueron forjando mi carácter y temple, adicional a que aprendí mucho de la forma de pensar y de actuar de gente a la que hoy admiro y respeto. Es por ello que sostengo que no se le puede fallar a cientos de miles de ciudadanos que depositaron su confianza en un gobierno distinto al que por décadas habíamos tenido.

Los foros regionales impulsados por Víctor Raúl Martínez, Maurilio Mayoral y Fausto Díaz Montes registran la serie de participaciones ciudadanas que con una visión distinta aportaron soluciones diversas para enfrentar los problemas que nos atañen. De ahí que el plan estatal de desarrollo para el estado se encuentre sustentado en tales aportaciones, pues si algo caracterizó la etapa de la pre y la campaña fue precisamente el escuchar a la ciudadanía. La que casi siempre exigía lo mismo: ¡justicia! Ya sea social, ya legal o ya política por citar sólo algunas de ellas y que debo reconocer, la sigue exigiendo; pues es ese precisamente el malestar de muchos quienes apoyamos un cambio en la forma de hacer las cosas en Oaxaca y que vemos que aún no se cumplen en su totalidad.

No resulta fácil ser promotor del cambio y ver que existen muchas cosas que se siguen haciendo de la misma manera que se hacían antes o incluso peor. Sin embargo estoy convencido de que aún se puede cumplir la aspiración del pueblo oaxaqueño de romper con esas cadenas que le impiden aspirar a la paz y al progreso que ofertamos con determinación y con un compromiso que considero ineludible, pues fueron muchas las voces que externaron su confianza en que un Oaxaca distinto era indispensable. Por lo que no se puede dejar pasar esta oportunidad para demostrar que el camino hacia la transición democrática es hacia adelante y no para atrás.

A la distancia observo que no basta la voluntad y la disposición del gobernante para que las cosas cambien. Considero que los compromisos adquiridos por ir en una gran coalición han pesado en la toma de decisiones y han impedido que el tan anhelado desarrollo de nuestro estado se haya retrasado. Por buscar equilibrios en la tarea de gobernar y por agradecer los apoyos, se ha perdido un tiempo valioso en atender la principal demanda de justicia. Se sabía que se encontrarían múltiples obstáculos en el camino de la transición democrática, pero hoy es evidente y fácil de reconocer que muchos de ellos han sido colocados por los mismos que deberían ser los primeros en aprovechar la oportunidad de regresarle la confianza a un pueblo ávido de creer en algo y en alguien.

Es necesario recordar esas manos ásperas que con gran fuerza nos decían “no nos vayan a fallar”. Recordar esos caminos sinuosos, de terracería y generalmente áridos que nos llevaron al encuentro de cientos de oaxaqueños que con alegría manifestaron su confianza a un nuevo gobierno que reiteradamente sostenían era su última esperanza. Recordar  a los niños de los Loxichas, de la Mixteca, de la Cañada quienes con gran entusiasmo salían a la entrada de su comunidad a recibirnos y pedir que su futuro fuera distinto. Recordar a las mujeres que con lágrimas en los ojos suplicaban oportunidades de trabajo para evitar que sus familias se siguieran desintegrando ante la migración de sus hijos, padres, esposos y hermanos. Es tiempo de recordar a los gobiernos que nos antecedieron y a los cuales señalamos de ineficientes. Lo peor que puede pasarnos es que terminemos siendo igual que ellos.

Es por eso que atendiendo la solicitud de algunos lectores, durante las últimas 8 entregas, he compartido lo que me tocó vivir de cerca hace poco más de 3 años en la integración de la coalición, en el proceso de selección de candidatos y en la precampaña. No he desistido en mi deseo de escribir un libro para reconocer con nombre y apellidos a cientos de oaxaqueños que ofertaron tiempo, salud y esfuerzo en ver cristalizado el sueño de tener un gobierno distinto al que por décadas nos había gobernado. Son nombres de muchas personas que contribuyeron al triunfo de la Coalición, pero que no lo hicieron con la intención de buscar un empleo o una posición en el gobierno, sino porque creen –lo subrayo– que es necesaria una autoridad donde la corrupción, la injusticia y la insensibilidad que caracterizaron a los últimos gobiernos no sea parte del ejercicio público.

Son esas voces la que hoy  nos resistimos a aceptar que se está perdiendo el rumbo o que no se han cumplido con las expectativas creadas al llegar al gobierno.

Y también somos esas voces las que demandamos revisar lo que hizo posible obtener un “bono democrático” que no debe perderse y por el contrario debe aprovecharse  para tomar las decisiones que hagan recuperar la esperanza en un gobierno que por incluyente y plural, incluso ha llegado al extremo de aceptar a quienes en su momento eras fuertes detractores de su conformación. Lo escribí en redes sociales hace poco: “en el gobierno incluyente de Gabino Cué, hay Diodoristas, Muratistas y hasta Ulisistas, lo que no se ven es a “Gabinistas” lo que puede pesar”.

La congruencia nada tiene que ver con coyunturas o escenarios, más bien tiene que ver con principios e ideales que no deben perderse en el camino. Tampoco tiene que ver con colores o partidos, pues están por encima de privilegios o facultades. No se puede ser crítico del adversario y complaciente con el aliado; es necesario señalar lo que se está haciendo mal y colaborar para que se haga bien. Comprobado está que es más fácil destruir que construir, por eso hay más de los primeros que de los segundos, pero hay que perseverar y contribuir a que no se pierda el propósito por el que se ha trabajado.

        Es tiempo de recordar por lo que tanto se luchó.

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