Periodista huyó de Juárez y acabó enjaulado por el ICE

MILENIO

Amenazado por el crimen, dejó de reportear y solicitó asilo en EU, donde primero lo tuvieron en un centro de detención y luego lo dejaron libre pero monitoreado con un grillete; vendía hot dogs, hasta que le robaron su food truck.

Hace casi diez años que Emilio Gutiérrez pasa sus días de prisión en prisión. A veces una prisión es peor que la otra. Pese a que no ha cometido delito alguno, Emilio no puede volver al país donde creció y donde estaba construyendo una próspera carrera como periodista.

Eso quedó atrás. Emilio huyó de la violencia y acabó vendiendo hot dogs y raspados. Emilio no puede volver a México y acabó en una celda del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE por sus siglas en inglés) en Estados Unidos.

Esta prisión, desde donde cuenta su historia, no tiene barrotes ni custodios: es al aire libre y es la ciudad entera de Las Cruces, en Nuevo México, Estados Unidos, de donde Emilio ni su hijo han podido salir desde que ambos cruzaron la frontera huyendo de Ciudad Juárez en 2008. Pese a que puede caminar por las calles de esta comunidad al norte de El Paso, Emilio porta un grillete en el pie, que le reporta a las autoridades locales su ubicación.

“Te tienen monitoreado todo el tiempo, tu casa, tu teléfono, adónde vas y hasta con quién hablas, también hay que ir a que te chequen el grillete, hay que ir al ICE y no puedes conseguir un trabajo formal, es otra prisión”, dice Emilio, mientras camina por un parque en el centro de la ciudad con una gorra roja que evita los rayos del sol y una mochila en la espalda donde porta los documentos de su estatus migratorio.

“Debo traerlos conmigo todo el tiempo, por si cualquier policía me detiene, por si cualquiera se acerca a mí”. Aquí en su “prisión” de Nuevo México, Emilio espera iniciar de nuevo, pues lo ha perdido todo. *** Hace dos semanas, Emilio fue liberado de un centro de detención en Texas al que conocen como “El Corral”, donde había estado desde diciembre del año pasado.

A inicios de ese mes, Emilio recibía un premio del Club de Prensa estadunidense, quien reconoció su labor como periodista exiliado. Al término del evento, él y su hijo fueron a registro de rutina ante las autoridades migratorias, y fueron esposados y detenidos.

Las autoridades rechazaron su solicitud de asilo, después de 10 años en el proceso.

Emilio es solo uno de los 30 mil solicitantes de asilo político en Estados Unidos en el año reciente y pese a no haber cometido delito alguno son enviados a estos centros de detención junto a los miles de mexicanos y centroamericanos que deporta el gobierno de Estados Unidos, a la entrada o salida de ese país y que en los últimos meses se han convertido en objetivo prioritario de la administración del presidente Donald Trump.

“Son campos de concentración. No son centros de detención ni cárceles.

Son de concentración. Se ejerce la tortura de otra manera, mucha gente de la que está ahí ni siquiera tenía la intención de pedir asilo, a otras más se les vencía la visa en un par de días e igual los meten”.

Emilio explica que su paso por estas prisiones ha sido en dos ocasiones: la primera de ellas cuando recién llegaron al puente para entregarse a las autoridades migratorias y pedir asilo.

Esa vez, explica, “nos separaron y nos metieron al congelador, un lugar donde hace frío todo el tiempo, con toda la intención de que desistas y te deportes de manera voluntaria. Recuerdo que la primera noche, antes de que nos separaran a mi hijo y a mí, me tuve que dormir encima de él para darle calor, porque yo sentía que se moriría ahí”.

Según datos del ICE, entre 2012 y 2017 el gobierno de Estados Unidos recibió más de 14 mil solicitudes de asilo político de mexicanos, de las cuales se negaron 90 por ciento. México es el país número uno al que el gobierno de Estados Unidos niega este derecho, seguido por Haití, El Salvador y Honduras. Los solicitantes de asilo deben pasar tiempo en los centros de detención, hasta que sus casos sean remitidos a un juez.

Emilio Gutiérrez solicitó asilo político luego de recibir amenazas directas de muerte.

El entonces periodista de El Diario de Juárez había escrito notas donde denunciaba la relación de los coroneles del Ejército Alfonso García e Ildefonso Martínez con el crimen organizado. “Me di cuenta de que me seguían, hacían rondines por mi casa, llamadas.

Me di cuenta que estás tratando con malandros, con delincuentes, ya sean oficiales con charola o sin ella. Vaciaron mi oficina, tiraron todo lo que tenía dentro, mis archivos, mis fotografías, la información que tenía en mi computadora.

Así que un día en la mañana, fui por mi hijo a la escuela, hicimos una maleta pequeña y nos fuimos al puente a entregarnos. Les dije que iba huyendo y que si volvía, me matarían.

“Después de salir del Centro de Detención, me di cuenta que lo había perdido todo, que mis sueños se habían quedado allá (en México), mi familia, mi trabajo, mis años de periodista, perdí hasta el ánimo de trabajar más cuando para la empresa que trabajaste es la primera que te cierra la puerta, ni siquiera para tener un apoyo moral, nada. Mi jefe inmediato fue el primero que me cerró las puertas, ni una carta de recomendación, ni siquiera para decir ‘Emilio trabajaba aquí’”.

Tres meses después de salir del centro de detención, Emilio y su hijo lograron vender la casa en Ciudad Juárez y comprar un camión, al que hicieron adaptaciones para hacerlo food truck, donde comenzaron a vender snacks.

“Tuve ayuda de algunos amigos aquí y primero me puse a trabajar en lo que cayera, en lo que fuera, primero en la jardinería y luego ya vendiendo comida en esta esquinita, donde me dio chance el señor de la carnicería de aquí junto”, cuenta Emilio mientras camina sobre el piso en grava donde estacionaba la traila. *** El 27 de julio pasado Emilio y su hijo fueron liberados por segunda ocasión de un centro de detención para migrantes.

La presión de organizaciones sociales y el Club de Prensa en ese país lograron que Emilio y Óscar evitaran la deportación y reabrieran su caso de asilo.

Las nuevas y estrictas reformas que ha promovido el presidente Trump a este sistema exige que los casos de asilo se resuelvan en un plazo no mayor a un año y que las aplicaciones más recientes sean las primeras en ser examinadas, dejando para el final las más antiguas, como las de Emilio.

Los meses en este centro no fueron diferentes a la primera vez: “Igual dormimos en el piso en los congeladores aquellos que les llaman, como ganado viviendo dentro de una barraca que enseguida tiene los sanitarios y las regaderas, tienes que estar oliendo todo eso y en medio de una cena de locos porque todo mundo gritamos, todos estamos nerviosos, estresados”.

Cuando Emilio quedó libre, la otra “prisión”, como él la conoce, la ciudad de Las Cruces, lo recibió con más tragedia.

El camión donde vendía comida le fue robado, su casa fue vaciada en tres ocasiones y se quedó sin recursos para pagar el alquiler.

A Emilio solo le quedó miedo, pero también una sonrisa que mantiene cuando abraza a su hijo, quien sigue con él para volver a empezar.

 

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