Gran Formato: historias de amor que no discriminan

Milenio

Ciudad de México.-El 24 de junio se celebró la 36 edición de la Marcha del Orgullo LGBTTTI y como cada año se transformó en una fiesta, en una celebración por la igualdad y la no discriminación.

Desfilaron carros alegóricos, vestimentas estrambóticas y coloridas, así como consignas que exigían derechos. Entre las miles de personas que se reunieron para celebrar, encontramos historias de amor que han superado a su modo la homofobia latente en el país.

Esta edición especial de Gran Formato aborda 17 historias, retratos de parejas que, sin importar las adversidades, han luchado por su amor y por vivirlo libre e igualitariamente en una sociedad llena de estigmas y prejuicios.

Rubén y Mario

Entre la multitud resaltó una pareja uruguaya: Rubén López y Mario Bonilla.

Vestían de blanco con playeras que llevan impresos sus rostros enmarcados por un corazón y portaban una pancarta que reza: “Nuestro hijo es heterosexual pero igual lo amamos”.

Llevan 25 años casados; contrajeron nupcias en Uruguay, un país progresivo en su legislación sobre temas de relevancia social como el matrimonio igualitario, el aborto o el consumo de mariguana.

Se conocieron a través de anuncios clasificados, en una época en que esa era la alternativa para las aplicaciones de citas.

“El día que nos encontramos no nos separamos más, y aquí estamos 25 años después”, narró Rubén con alegría en su rostro.

Ellos sufrieron discriminación a nivel familiar y social “como cualquier pareja homosexual”, pero la han enfrentado de forma positiva partiendo del amor que se profesan.

Mario tiene un dicho: “Primero nos critican, después nos admiran y después nos piden consejo”. Así es como hace referencia a que muchas personas que llegaron a cuestionar sus preferencias sexuales, los buscaron tiempo después para pedir consejos sobre cómo relacionarse con su hijo homosexual o incluso cómo manejar su propia homosexualidad.

“Esa fue la retribución de la sociedad. Porque a la gente le cuesta abrirse y la vida es mucho más fácil vivirla sin careta, y sin hipocresía en el amor que es lo único que vale en la vida. Tenemos una sola vida y cada minuto que dejes pasar lo perdiste, no vuelve. Nuestro consejo a la gente, si estamos capacitados para hacerlo, es que cuiden lo que hablan porque están hiriendo quizá a la persona que más aman; a su hijo, a su nieto”.

“Si tiene un discurso homofóbico, quizás él está escondiendo su condición y vos lo estás hiriendo sin quererlo. […] Básicamente la que ha hecho el máximo daño es la lengua, entonces tratemos de controlar, pensar antes de hablar. Informarse. Porque el desconocimiento es el padre de todos los prejuicios”, puntualizó Rubén.

Ellos consideran que una de las fuentes de discriminación son los discursos intolerantes emitidos por autoridades eclesiásticas de todas las religiones. Sin embargo, afirmaron con orgullo que la “arma que tiene la comunidad LGBT es el amor; mientras los otros ponen prejuicios y discriminación y muerte, nosotros estamos construyendo desde las mejores virtudes”.

Suleyma y Karen / Marjorie y Patricia

Suleyma y Karen, de 26 y 24 años respectivamente, se conocieron en la escuela hace casi cinco años, comenzaron su relación hace tres y llevan dos meses de matrimonio.

Al preguntarles si habían sufrido algún tipo de discriminación contaron una anécdota que, aseguraron, llevan grabada en la memoria.

“Íbamos en el transporte público y ella (Karen) se sentía mal. Simplemente le dije “recárgate para dormirte”. Al recargarse, una señora que iba atrás empezó a decir cuanta barbaridad se le ocurrió. Venía con una nena de cinco años que comenzó a preguntarle ‘Mamá, ¿qué es eso?’ y la mamá no supo qué decir más que ‘voltea a ver el sol’. La niña decía ‘mamá, me duelen los ojos’. Y nosotras pensamos ‘prefieres que tu hija se quede ciega a ver el amor'”, narró Suleyma.

Por su parte, Marjorie y Patricia son dos chicas de 20 años. Se conocieron en la preparatoria donde comenzaron a salir y ahora tienen una relación de dos años y tres meses.

Dijeron que al caminar por la calle tomadas de la mano es cuando perciben las miradas que juzgan y, al igual que Suleyma y Karen, han visto a madres obligar a sus hijos a desviar la mirada.

“Lo que hacemos es abrazarnos y sonreír mucho, es como la manera más sutil de decir ‘no nos importa, creemos que estamos bien, creemos que vamos a salir de esto y que en algún momento se va a acabar’”, explicaron.

Mario y Fernando / Saúl y Rolando / Mauricio y Jonathan

Mario y Fernando se conocieron hace más de ocho años y llevan tres años de matrimonio.

Son una pareja de Monterrey que decidió contraer nupcias en la Ciudad de México, ya que en Nuevo León no está legalizado el matrimonio igualitario.

Además de compartir sus vidas, también comparten su profesión: ambos son químicos con posgrado y trabajan en laboratorios clínicos; “…estamos en capacitación continua en cuanto a lo académico, con maestría y doctorado, para romper el esquema de lo que [la gente considera] que somos, drogadíctos y solamente putas”, señala Fernando.

“Hemos vivido discriminación en la casa, con la familia, de que no nos acepten. En la escuela, en el trabajo, y [debemos] mantener una careta para que no nos señalen. Pero nos tenemos que hacer evidentes; con este tipo de eventos nos hacemos evidentes de que existimos y de que no solamente somos el prejuicio de las personas, sino que también somos trabajadores, buenos hijos y buenos hermanos”, aseguró.

Saúl y Rolando se conocieron hace un año en la Marcha del Orgullo LGBTTTI. Aprovecharon esta ocasión para celebrar su primer año como pareja.

Aunque en su núcleo familiar ambos han sido aceptados como pareja con cariño y aprecio, en su vida cotidiana han enfrentado situaciones de discriminación. Al viajar en el transporte público, una persona de la tercera edad los increpó por besarse e ir tomados de la mano.

“Yo sí le dije que me respetara, que no estaba invadiendo su espacio, que solamente lo que yo hacía era amar a mi pareja, y si eso le enfadaba yo le hacía la invitación a que por favor me dejara en paz. Pero no hubo más agresiones ni nada. Simplemente nos soltamos de la mano, nos pusimos rojos ambos, y como que por un momento entramos como en shock porque aquí en Ciudad de México nadie nos había dicho nada”, contó Raúl.

Por su parte, Mauricio y Jonathan se conocieron hace tres años en un grupo de Facebook dirigido para portadores de VIH. Fue amor a primera vista por lo que iniciaron una relación casi de inmediato y poco tiempo después decidieron casarse.

Ellos también han sido víctimas de agresiones homófobas en la Ciudad de México.

“Siempre salimos agarrados de la mano a cualquier lugar que vayamos y en algún momento nos encontramos a una persona mayor de edad y, pues, al señor se le hizo fácil aventarnos un vaso de cristal por su repudio, por su homofobia, por lo que haya sido. Fue la manera en la que nos agredió y lo único que hicimos fue ignorarlo, porque con gente así no se puede conversar mucho”, señaló Mauricio. “Nuestra forma de vivir es sonriéndole a la vida y a lo que no se le puede sonreír mejor le damos la espalda”, afirmó Jonathan.

Drag Dominik e Irina Kappor

Al final, las 17 parejas coinciden en algo: la homofobia y discriminación siguen presentes en la sociedad mexicana. A veces es evidente, otras no; en ocasiones se manifiesta con miradas y otras con agresiones verbales o físicas; tal vez se manifiesta en el núcleo familiar, en la calle, en el trabajo. Pero sin importar la forma o el lugar en el que lo viven, estas parejas se oponen categóricamente a cualquier tipo de discriminación y exigen respeto para ellos.

Lalo y Víctor / Romina y Leticia

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Back to top button