Cuitas de amor y dinero en músicos célebres

México.-En la introducción de Cartas de amor de músicos. ‘Mi ángel, mi todo, mi yo…’ (Turner, 2017), Kurt Pahlen asegura que el ser humano “no cambia en su ser esencial. Y que pudiera dejar de amar es algo que ni siquiera se le ocurre al más profundo materialista”.

Como en sus obras inmortales, los grandes compositores tienen su estilo de querer y de escribir cartas a la mujer amada. Son célebres las cartas de Mozart, tan picantes y traviesas, por no decir escatológicas, a su prima Konstanze, a quien besa “un millón de veces”, pero no se refrena para decir: “Me cago en tu nariz”. Su ausencia, le dice en una misiva, “es una especie de vacío que me hace mucho daño, un cierto anhelo siempre insatisfecho”.

El tema del dinero, que tanto aquejó a muchos compositores, le hace reflexionar: “Tuve que pelearme conmigo mismo para no pedirte que hicieras el viaje; pero temí los gastos”. Y, cuando está en Fráncfort, refiere: “Sin duda que aquí soy famoso, admirado y apreciado, pero la gente es todavía más tacaña que en Viena”.

La pasión desbordada y la falta de dinero son dos constantes en las más de 300 cartas que fueron recopiladas por Pahlen y comentadas en su contexto histórico y musical. Las misivas van de Mozart a Alban Berg, y abordan lo que el compilador llama “genio y amor, el más enigmático sonido que una fantasía puede imaginar”.

Ludwig van Beethoven

Si hubo un alma tan apasionada como atormentada fue la de este compositor, quien le escribe a su “amada inmortal”, Bettina Bretano: “Los espíritus también pueden amarse; yo siempre trataré de conquistar el suyo”. Si bien le preocupa el dinero, se niega a componer a capricho de los soberanos: “Locuras no hago ni pagadas en común ni para príncipes que nunca cumplen con este tipo de deudas”.

Carl Maria von Weber

El dinero mueve a los músicos, como a cualquiera de los mortales. Así, Weber se queja con su mujer de la poca atención que prestaba el público a su música: “Pensé intensamente en mis 30 guineas, y así tuve paciencia. Tu más fiel zoquete. ¡Dinero, dinero, ese es mi único pensamiento aquí, soy un auténtico Harpagon!”, dice, para luego agregar: “Eternamente con el más fiel amor”.

Robert Schumann

Es conocida su devoción por Clara Josephine Wieck, quien se convirtió en su esposa luego de que su padre aplazara largamente la boda porque el compositor no tenía dinero. En una misiva le comenta a su mujer que si los antiguos caballeros “podían atravesar hogueras por sus amadas o matar dragones”, los caballeros de su época tendrían que ingeniárselas “para merecer a nuestras muchachas: fumando menos cigarrillos o algo así”.

Johannes Brahms

“Un caso para el psicoanálisis moderno”: así es como llama el compilador a Brahms, enamorado de Clara Schumann, casada y muchos años mayor que él. En una de sus cartas le confiesa: “Me muero de amor por ti. Más no puedo decir a causa de las lágrimas”. Tiempo después manifiesta no tener problemas económicos, pero Clara sí: “No me hago ideas ni preocupaciones exageradas sobre las cuitas menores: aquellas de dinero. Pero me fastidia que tengas también éstas… mientras yo nado en la abundancia”.

Hector Berlioz

“Uno regresa siempre a su primer amor”. Pahlen cita este dicho para ejemplificar el amor otoñal de Berlioz, quien, tras llevar una vida amorosamente agitada, retoma su primer amor… ¡medio siglo después! “Piense que la amo desde hace 49 años, que siempre la he amado desde mi infancia, a pesar de las tempestades que han devastado mi vida”, le expresa a Estelle Fornier. También le duele su situación económica: “¡Oh, no ser rico! ¡También esto resulta terrible! No poder nunca satisfacer más que las necesidades más vulgares y urgentes”, afirma, aunque a su muerte dejó una suma respetable a su amada para que no sufriera penurias.

Claude Debussy

“Discúlpeme si he abrazado estas flores, como si se tratara de una boca viva”, escribe Debussy a Emma Bardac, quien, como él, ha abandonado a su pareja para huir juntos. El músico debe viajar “solo para combatir esta permanente miseria, sin la cual no estaría aquí, tan lejos de ti, tan viudo de tus caricias”.

Richard Wagner

Como “una pasión enloquecedora” califica Pahlen la relación de Wagner con Wilhelmine Planer, a quien le escribe: “Te has convertido en una parte de mí, y siento que todas mis extremidades están amputadas cuando me faltas”. Años adelante le agradece: “Te convertiste en mi esposa en la situación más desgraciada de mi vida, compartiste conmigo el infortunio y la más penosa miseria, y eso fue maravilloso y hermoso de tu parte”.

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