¿Corre mucho peligro un cazador de tornados?
Muy Interesante
Perseguir tornados no es un trabajo tranquilo ni exento de riesgos, pero normalmente los cazadores saben tomar las precauciones necesarias. Suele tratarse de fotógrafos o científicos que estudian las características de este fenómeno de la meteorología in situ, aunque también los hay que organizan viajes guiados para los turistas más atrevidos que quieren contemplar esta peculiaridad de la naturaleza. Sea cual sea su objetivo, estos profesionales procuran situarse a una distancia prudencial de los remolinos, que no pueden perder de vista ni un momento.
Los tornados son tormentas a base de masas de aire que circulan a alta velocidad angular; su extremo inferior está en contacto con la superficie de la Tierra y el superior con una nube cumulonimbus o, excepcionalmente, con la base de una nube cúmulus. Se trata del fenómeno atmosférico ciclónico de mayor densidad energética de la Tierra, aunque normalmente abarcan poca extensión y no duran mucho tiempo (desde unos pocos segundos hasta más de una hora). La mayoría de los tornados van acompañados de vientos que alcanzan velocidades de entre 65 y 180 km/h, miden unos 75 metros de anchura y se desplazan varios kilómetros antes de desaparecer. Los más extremos pueden acompañarse de vientos que giran hasta los 450 km/h, llegan a medir 2 km de ancho y permanecen tocando el suelo a lo largo de más de 100 km de recorrido. La gran mayoría de los que se desencadenan en el mundo se producen en la región estadounidense conocida como Tornado Alley o Callejón de los Tornados, un amplio territorio que abarca las grandes llanuras del centro del país, en los estados de Texas, Oklahoma, Kansas, Nebraska, Kentucky, Iowa, Minnesota, Dakota del Sur y Dakota del Norte.
Es verdad que los más fuertes y peligrosos para las personas –los que alcanzan el nivel cinco en la escala de Fujita– solo suponen alrededor del 2 % de los que se producen a nivel mundial, por lo que no es sencillo encontrarse con uno. Sin embargo, a veces ocurren infortunios, en parte porque la naturaleza es imprevisible y en parte porque la adrenalina puede jugar malas pasadas a los aventureros. En 2013 murieron en Oklahoma tres cazadores de tormentas, entre los que se encontraban el ingeniero Tim Samaras y su hijo. Samaras era el promotor de un proyecto para estudiar la formación de tornados y poder mejorar los sistemas de alerta. El fotógrafo Brian Morganti tuvo más suerte: el pasado verano logró captar con su cámara catorce remolinos diferentes en el transcurso de un día. Las imágenes tomadas por Morganti revelan lo cerca que tuvo que colocarse para no perder detalle del avance de los gigantescos embudos de aire. En la que vemos aquí, el fotógrafo Jim Reed fue más prudente a la hora de captar este tornado en Dakota del Sur.