Trump es más peligroso que nunca

Excelsior

Quienes creyeron —creímos— que las promesas se quedarían en fanfarronadas se equivocaron: el Presidente de Estados Unidos está dispuesto a llevar su estupidez de las palabras a los hechos. El mundo entero ha reaccionado con asombro y estupor a una decisión que no tiene ni pies ni cabeza.

05 de Junio de 2017

Trump lo hizo. A pesar de la sugerencia de sus asesores, a pesar de la opinión de los expertos, a pesar de la indignación del público. A pesar del costo político interno, a pesar de la repercusión en las relaciones de EU con el resto de naciones, a pesar del desastre que heredará a las generaciones venideras.

Quienes creyeron —creímos— que las promesas se quedarían en fanfarronadas se equivocaron: el Presidente de Estados Unidos está dispuesto a llevar su estupidez de las palabras a los hechos. El mundo entero ha reaccionado con asombro y estupor a una decisión que no tiene ni pies ni cabeza, en realidad, ni siquiera para el sector más duro del electorado de Donald Trump: el white trash que lo llevó al poder sólo está interesado en conservar sus armas y ver sus banderas ondeando. No era necesario comprometer el futuro del planeta para cumplir con una absurda promesa de campaña.

Trump lo hizo, sin embargo. Contra toda lógica, contra toda sugerencia, contra toda expectativa. Y al hacerlo saboreó lo que representa ser el hombre más poderoso del mundo, lo que significa tener la capacidad de decidir sobre el futuro de los demás. Como cuando lo hacía en la televisión, con un emporio de utilería, cuando ensayaba la manera más cruel de despedir a quienes participaban en sus programas: la misma teatralidad, el mismo suspense absurdo, la misma falta de proporción. La misma chabacanería, la misma visceralidad, la misma falta de profesionalismo.

El problema es que, ahora, sabe de lo que es capaz, tras haber saboreado el alcance de su poder. El hombre de la megalomanía, el hombre de los resentimientos, el hombre cuya visión no va más allá de su propio espejo, ha probado por fin la sangre, y su visión no será la misma tras el desplante de la semana pasada: el villano de cómic le ha demostrado al mundo —se ha demostrado a sí mismo— que no le tiembla la mano para tomar decisiones disruptivas y para enfrentar las consecuencias de sus actos. Lo que debería de representar, para nuestro país, un enfoque completamente distinto para abordar las negociaciones sobre la relación bilateral, en lo general, y el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, en lo particular.

Las cosas cambian, por completo. Trump está probando las mieles del absolutismo y, si se sale con la suya en una tan grave como la del cambio climático, lo hará con cualquier acuerdo internacional signado por Estados Unidos. La comunidad internacional no puede permitirlo: es preciso mostrarle al tirano en ciernes que el costo de sus arbitrariedades es mucho mayor al beneficio que obtiene al romper el orden mundial. México debería de estar, en consecuencia, a la cabeza de la resistencia ambiental: no sólo porque la lucha en contra del cambio climático ha sido una prioridad para nuestro país a lo largo de varias administraciones, sino porque la misma comunidad que haga frente a Trump en esta atrocidad lo podría hacer para las subsecuentes. Porque hay un asunto que no podemos perder de vista: en la lista de promesas de campaña por cumplir seguimos, necesariamente, nosotros. Y la partida comienza, formalmente, en unos cuantos días.

La respuesta internacional comienza a organizarse, y el mensaje se está enmarcando justo en estos momentos. La cancillería mexicana tendría que procurar que el enfoque cambiara de tal forma que, más que el indudable atentado contra el medio ambiente —como lo ha planteado el mandatario francés—, lo que se condenara de manera global fuera el incumplimiento de los acuerdos previamente logrados, para encadenar —e involucrar— a los aliados de una causa actual, global, con los que podrían serlo de una causa similar en una región distinta, como la nuestra.

Trump no puede salirse con la suya en ésta. Si lo hace, lo hará en cualquier otra: no es posible negociar un acuerdo regional con alguien a quien no le importa el futuro global: es tiempo de formar aliados. Hay que entenderlo: mientras más cerca se encuentre el impeachment por los temas de Rusia, más proclive estará a dar golpes sobre la mesa. O sobre el patio trasero.

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