Tricolor, con la obligación de reaccionar ante Honduras para evitar fracaso en el Nemesio Diez

La selección mexicana cierra el libro del 2024 y lo hace con un estado de ánimo dudoso, porque a casi dos años del fracaso en Qatar la sensación de estancamiento es muchísimo mayor a la de avance. Para muestra está que el pase al Final Four de la Nations League pende de un hilo.

Último encuentro de un año en el que los cambios no cesan, los movimientos de pantalón largo son constantes, se ha vuelto a cambiar de entrenador, el rumbo está borroso mientras la cuenta regresiva para el Mundial no se detiene. En el campo no hay una evolución, mucho menos una identidad futbolística que pueda convencer al aficionado y al entorno mediático de que el equipo del Vasco Aguirre es reconocible.

El juego de esta noche contra Honduras es un duelo bravo, partido perro para el conjunto mexicano que necesita -por obligación- una reacción anímica, pero sobre todo futbolística, mostrar esa jerarquía que se ha extraviado en los últimos tiempos.

Será -también- un juego de mucha tensión y pasión, por lo ocurrido el pasado viernes en San Pedro Sula, México salió herido en el campo, porque sucumbió por sus propios errores en las áreas y por el incidente que se vivió con Javier Aguirre, quien salió ensangrentado. El ánimo de revancha hace que en las últimas horas el duelo haya tomado una temperatura caliente, la consigna debe ser que el juego sea de máximos decibeles desde el inicio, pero sin incidentes, porque la imagen de la afición mexicana no se puede dañar.

Cambiar la tendencia

El nuevo ciclo tiene ante sí la ocasión perfecta para mandar un mensaje de que las cosas pueden ser distintas, no porque se trate de un gran rival, ni de un gran desafío, con todo el respeto para Honduras, México tiene la calidad futbolística para anotarle tres goles, para hacerlo tiene que creer y darle un vuelco a esa imagen de los últimos 24 meses.

En caso de un triunfo por tres goles esta noche tampoco debe haber cohetes, más bien la lección es de que se puede recuperar el estatus que se tenía hace unos años y a partir de ahí empezar a construir. Una eliminación -que puede ocurrir- también debe ser una lección para admitir que se está en una situación pantanosa en la que se necesitan medidas extremas para salir de ella, porque se llevan ya dos años instalados en lo mismo.

En sus últimos 10 juegos oficiales, la selección mexicana ha ganado cuatro duelos por dos goles o más, un 40 por ciento de efectividad que da la esperanza de obtener el pase al Final Four del próximo año. En el estadio Nemesio Diez, el conjunto Tricolor ha disputado 18 encuentros, con saldo favorable de 13 triunfos, 3 empates y 2 derrotas, de esos duelos 10 han sido amistosos y ocho oficiales. Asimismo, contra Honduras ya hay un antecedente que se remonta al 8 de abril de 1980, cuando México se impuso categóricamente 5-0 a los catrachos en un duelo amistoso.

Se espera que para este juego Javier Aguirre haga algunos movimientos, porque necesita mandar un mensaje; desde la elección de sus jugadores tiene que ser valiente y asumir el protagonismo del partido, no puede ser contemplativo sino reactivo, ser martillo y pegar y pegar hasta doblar la muralla de los catrachos, que saldrán un tanto precavidos y oliendo la contra para tratar de matar el juego.

El Vasco Aguirre podría darle entrada a Malagón en el arco, a Chiquete en defensa, a Romo en medio campo y a Vega en ataque. Tiene materia prima para agitar su equipo y darle un rostro más vertical. La presión está del lado mexicano, la selección de Javier Aguirre no ha jugado bien y no tiene margen de error.

El conjunto azteca apela al ambiente del Nemesio Diez y a la altura de la ciudad para lograr el pase al Final Four de la Nations League y poder evitar un fracaso más en los últimos tiempos. 90 minutos en el infierno escarlata pueden ser un suplicio para México o el primer paso al reencuentro de la serenidad.