Presentan visión de Tamayo como fotógrafo de NY

México

Rufino Tamayo, uno de los artistas mexicanos más importantes del siglo XX, incursionó a lo largo de su carrera en distintas disciplinas: pintura, muralismo, grabado e inclusive la escultura, misma que practicó durante sus últimos diez años de vida. Pero también tuvo una faceta que es poco conocida: la del entusiasta de la fotografía.

Tamayo solía llevar durante sus viajes una pequeña cámara estereoscópica, como aquellas que se pusieron de moda durante los años cincuenta. Visitó Egipto, Tailandia, Japón, Marruecos, Bolivia, Guatemala, Alemania, Italia, Inglaterra, España, Francia y EU, en especial Nueva York, ciudad donde viviera más de dos décadas.

De todos estos lugares, de los cuales capturó monumentos, paisajes, calles, elementos acuáticos, etcétera, La gran Manzana, fue de las ciudades más emblemáticas y significativas para él puesto que en ésta se desarrolló como un artista internacional. Es por ello que la editorial RM publica Tamayo. Fotógrafo en Nueva York, libro que muestra una pequeña selección de las fotografías que el oaxaqueño tomó de la urbe que lo vio crecer.

ejemplo-imagenes-tomadas-camara-estereoscopica_MILIMA20160229_0035_11“Decidimos para el libro concentrarnos nada más en el trabajo de Nueva York porque él vivió ahí muchos años, y fue la ciudad que le permitió una plataforma para desarrollarse; sin duda alguna le tenía gran cariño y cuando él empieza a hacer fotografía ya no vivía ahí, pero es una ciudad que conoce perfectamente, que ha observado mucho, y nos permitía hacer un cuerpo de trabajo sólido”, explica a MILENIO el fotógrafo Pablo Ortiz Monasterio, mismo que hizo la selección de las imágenes.

Pero ¿por qué es importante la fotografía de Tamayo? Ante ese cuestionamiento, el también editor dice que por su peso dentro de las historia del arte. “Él es un tremendo artista que además fue en contra del canon: en ese momento estaban los muralistas con su arte público y comprometido socialmente, y Tamayo dijo: ‘eso está muy bien, pero hay otras maneras y caminos’. En su segunda visita a Nueva York lo invitan a trabajar en la Dalton School of Art en Manhattan, hace su carrera desde ahí, y logra la fama y el reconocimiento. Se vuelve un artista que es paralelo a la gran corriente mexicana del arte comprometido”

“Además, es una figura tan conocida que te permite mirar sus fotos de una manera especial: todos tienen idea de su obra plástica, y quizás existan otros archivos fotográficos similares que pertenezcan a otros turistas que hicieron lo mismo, pero el hecho de que se tengan éstas producidas por Tamayo lo convierte en algo que permite lo relacionar con sus otras prácticas artísticas, porque él era un gran artista y mirar su foto es de alguna manera entender los ojos del artista privilegiado cuando viajó, qué le interesó”, añade.

A pesar de ello, Ortiz Monasterio advierte que no hay que tomar al oaxaqueño como “el gran fotógrafo”, ya que esta no fue una práctica que hubiese hecho ni sistemáticamente ni con la intención de producir una gran obra, sino que en realidad estas fueron un acompañamiento a sus viajes; con ella solamente pretendía capturar un momento especial, quizás a “Olguita” junto a un monumento o algo que le llamara la atención; eran los recuerdos de sus turisteadas.

“Cuando él empieza a hacer fotografía ya no vivía en Nueva, y parte de la gracia de estas estereoscópicas es que se siente la profundidad y él aprendió que había que meter cosas en primeros planos, que era cuando era más eficaz esa sensación. Tamayo se ha enfrentado al problema del canvas vacío y su ojo entregadísimo le permitió que el formato casi cuadrado de ese tipo de cámara le fuera natural; sin duda su fotografía tiene ecos de su pintura”, concluye.

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