Papa Francisco celebra la Solemnidad de Pentecostés

Al término de la Celebración en la Basílica de San Pedro, el Santo Padre llevó a cabo el rezo del Regina Caelio desde la ventana del Palacio Apostólico a cientos de fieles y peregrinos

HERALDO DE MÉXICO

El Papa Francisco celebró la Solemnidad de Pentecostés,  que es la llegada del Espíritu Santo a la Virgen María  y a los Apóstoles  cincuenta días después del Domingo de Pascua. Durante la Homilía, el Papa Francisco dijo que el Espíritu Santo  es “fuerte, que nos da fuerza para vencer, y también amable”.

Y al mismo tiempo que lo hacemos con esta fuerza, nuestro anuncio quiere ser amable, acoger a todos -no lo olvidemos: a todos, a todos-; no olvidemos aquella parábola de los invitados a la fiesta que no querían ir: “Vayan a la encrucijada y traigan a todos, a todos, buenos y malos, a todos. El Espíritu nos da la fuerza para salir y llamar a todos, con esa amabilidad… nos da la amabilidad de acoger a todos.

“Necesitamos esperanza, necesitamos levantar la mirada hacia horizontes de paz, fraternidad, justicia y solidaridad. Ésta es la única forma de vida, no hay otra. Por supuesto, por desgracia, a menudo no parece fácil, de hecho a veces es sinuoso y cuesta arriba, el camino, es cierto. Pero sabemos que no estamos solos, tenemos la seguridad de que, con la ayuda del Espíritu Santo, con sus dones, juntos podemos recorrerlo y hacerlo cada vez más practicable también para los demás”.

Al término de la Celebración en la Basílica de San Pedro, el Santo Padre llevó a cabo el rezo del Regina Caelio desde la ventana del Palacio Apostólico a cientos de fieles y peregrinos que se encontraban en la Plaza.

Amor eterno de Dios

En su mensaje, el Sumo Pontífice dijo que el Espíritu Santo se muestra y habla con “palabras transformadoras del amor”

“Nos habla con palabras que expresan sentimientos maravillosos, como el afecto, la gratitud, la confianza, la misericordia. Palabras que nos permiten conocer una relación bella, luminosa, concreta y duradera como es el Amor eterno de Dios: las palabras que el Padre y el Hijo se dicen. Son precisamente las palabras transformadoras del amor las que el Espíritu Santo repite en nuestro interior, y las que nos hace bien escuchar, porque estas palabras hacen nacer y hacen crecer en nuestro corazón los mismos sentimientos y los mismos propósitos: son palabras fecundas”.

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