Murió Boulez, símbolo del vanguardismo musical

Daniel Barenboim, pianista y director de orquesta, lo describió como “un ejemplar hombre del futuro”; “dio un prestigio considerable a la cultura francesa”: François Hollande.

 

México

Hace un par de años, ante la pregunta de un reportero acerca de si tenía miedo a la muerte, el compositor y director de orquesta Pierre Boulez respondió: “La verdad es que no, por el momento. Puede que en un tiempo. Bueno, sí… No me gustaría morir en un accidente de avión. Para ser precisos, ese es el miedo que tengo”.

El músico estaba más preocupado por el futuro, pues en la citada entrevista, publicada en El País, dijo que el conservadurismo “no tiene sentido, es inútil, viene de una falta de curiosidad, de falta de espíritu y de una vagancia injustificable. Hay que buscarse a uno mismo cada día”.

France Obit Boulez
France Obit Boulez

Boulez falleció el martes pasado a los 90 años, en Baden Baden, Alemania, rodeado por su familia. Llevaba algún tiempo enfermo, por lo que el año pasado no pudo asistir a los homenajes que se le rindieron.

“Para todos los que lo conocieron y pudieron apreciar su energía creativa, sus logros artísticos, su disponibilidad y generosidad, su presencia permanecerá vívida e intensa”, informó su familia en un comunicado.

La noticia generó diversas reacciones: el presidente de Francia, François Hollande, le rindió homenaje al destacar que había “hecho brillar la música francesa en el mundo y dio un prestigio considerable a la cultura francesa”.

Su amigo, el pianista y director de orquesta Daniel Barenboim, lo describió como “un ejemplar hombre del futuro”; añadió: “Personalmente he perdido a un gran colega, una mente creativa ampliamente admirada y un amigo cercano”.

Junto con Karlheinz Stockhausen, Luigi Nono y Milton Babbitt, Pierre Boulez es considerado uno de los padres del serialismo integral. Entre sus obras destacan Piano Sonata No. 2 (1948), Le marteau san maître (1955), Pli selon pli (1957-1962), Rituel in memoriam Bruno Maderna (1974-75), Répons (1981-84), Notations (orchestrations) (1978/1984/1997) y Dérive 2 (1988/2002/2006).

Rechazado del Conservatorio

Boulez nació el 26 de marzo de 1925 en Montbrison, en el centro de Francia, en el seno de una familia burguesa pero sin relación particular con la música. Comenzó a tocar el piano a los seis años y tres después era capaz de interpretar algunas piezas de Federico Chopin.

Estudió primero matemáticas en Saint Etienne y luego en Lyon, pero en 1943 decidió instalarse en París, donde no pudo ingresar al Conservatorio Nacional. Pero comenzó a recibir clases de armonía de Olivier Messiaen, quien observó sus capacidades y le abrió nuevos horizontes.

Pero Boulez se fue distanciando de su maestro por diferencias en la concepción musical, y en 1946 compuso su primera sonata para piano, una obra radical, mientras se ganaba la vida tocando piezas ligeras en el Folies Bergère. Ese mismo año entró en la compañía de teatro Renaud-Barrault, con la que colaboró durante una decena de años.

En 1957 estuvo por primera vez al frente de una sinfónica al sustituir a Hermann Scherchen; luego fue director de la orquesta de Cleveland (1967-1972), de la Sinfónica de la BBC (1971-1975) y de la Filarmónica de Nueva York (1971-1977).

Volvió a Francia para fundar el Ensamble Intercontemporain, el primer grupo permanente en el país de música contemporánea, y un año después se puso al frente del Instituto de Investigación y de Coordinación Acústica de Música (Ircam). Allí trabajó en el desarrollo de instrumentos de transformación del sonido en tiempo real.

Volvió a finales de los años 70 a la Ópera de París y se convirtió en personaje ineludible para el diseño de la política musical francesa: fue consultor en la construcción de la nueva ópera de la plaza de la Bastilla y luego en la Ciudad de la Música, en París.

El valor de “una buena polémica con espadas”

Desde los escombros de la Segunda Guerra Mundial, un puñado de compositores europeos tuvieron la osadía de querer reinventar la música y romper con todo lo establecido. Quizá el más temido y respetado de ellos fue Pierre Boulez.

Su nombre irá siempre acompañado de sus bravatas y declaraciones altisonantes, en las que lo mismo daba por muerto al padre del dodecafonismo, Arnold Schoenberg, que a llama a “hacer volar las salas de ópera” y declarar que “los turistas de la ópera me dan ganas de vomitar”. De Shostakovich diría que era un compositor que “la mayor parte del tiempo juega con clichés” y que la historia de la música clásica “me parece, ahora más que nunca, una gran carga. En mi opinión debemos deshacernos de ella de una vez por todas”.

Por eso estos días se agotarán los lugares comunes para definir al francés como “iconoclasta”, “rebelde”, “enfant terrible” o cualquier adjetivo que deje claro que lo suyo era cargar contra lo establecido para construir algo nuevo.

El propio compositor y director reconocía, no en balde, “preferir una buena polémica con espadas y sables, que una especie de cortesía de conveniencia”.

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