Libre, párroco de La Catedral Oaxaca.

El imparcial
57887815a205410e27ffb3abArgumenta juez que el joven admitió que no recordaba lo sucedido luego de embriagarse y golpearse la cabeza, por lo que ante esta inconsistencia en su declaración, no podía probarse quién lo atacó sexualmente.

Por inconsistencia en declaraciones recabadas en la indagatoria, el presbítero C. F., acusado del delito de violación equiparada agravada en agravio de un joven, obtuvo su libertad ayer en la tarde, de acuerdo con la resolución emitida por el juez cuarto de lo Penal del Distrito Judicial del Centro.

C.F. estaba interno en el Centro Penitenciario número 1 de Santa María Ixcotel, donde ayer, después de las 16:00 horas se le dio la notificación, por lo que salió en inmediata libertad.

De acuerdo con una versión oficial, al señalar las inconsistencias en declaraciones de la víctima, se refirieron a que el joven jamás refirió en forma directa y explícita que haya sido el padre C.F., el que lo atacó sexualmente. “Siempre sostuvo que se durmió y que ya no supo más”, explicó la fuente.

Al conocerse que ayer el Juez Cuarto de lo Penal definiría la situación jurídica del presbítero, quien era el responsable de El Sagrario Metropolitano o Catedral de Oaxaca, agentes de pastoral y fieles de la parroquia de Nuestra Señora de los Ángeles y Siete Príncipes acudieron al Juzgado Cuarto de lo Penal, para entregar un documento a favor del exrector de La Catedral.

Durante su estancia en la cárcel, el padre realizó su declaración ante el juez y ratificó mediante escrito la declaración rendida ante una autoridad ministerial.

A través de su abogado, solicitó también la ampliación del término constitucional por otras 72 horas, así como tres pruebas de descargo, aunque finalmente se desistió de dos, la testimonial de descargo y el interrogatorio al ofendido.

En la declaración que ratificó C.F. negó categóricamente los cargos que le imputan tanto el agraviado como un testigo.

“Soy inocente de los cargos que me imputa el joven y que dice que cometí en su persona y es falso que haya impuesto cópula al ofendido y que para conseguirlo lo induje a ingerir mezcal”, dijo el indiciado. De igual manera, negó que le hiciera tocamientos lascivos al catequista (testigo) y que forcejeara con la supuesta víctima.

La acusación

De acuerdo con la denuncia de la víctima, asentada en el expediente penal 274/2016 y presentada el 29 de marzo de 2016, el joven de 19 años, dijo que prestaba sus servicios en diversas parroquias, pero que en el año 2012, llegó a la Catedral de Oaxaca, con la finalidad de seguir su formación y realizar sus sacramentos.

Entre otros datos, añadió que ahí conoció a un joven, quien era sacristán del párroco, el cual también se salió debido a diversas situaciones a las que se enfrentó.

Supuestamente, el sacristán le contó que en diciembre de 2015, el padre le llamaba por teléfono cada vez que se encontraba ebrio para que fuera a verlo y que en varias ocasiones lo acariciaba y le enviaba fotos vía Whatsapp de su parte íntima.

A pesar de que conocía el antecedente, el 24 de marzo, la víctima tuvo que quedarse en el templo por ser una fecha importante, ya que los feligreses visitan los 7 Templos o 7 Casas, por lo que le pidió ayuda a un amigo catequista para que lo ayudara.

La madrugada del 25 de marzo, se cerraron las puertas de la Catedral y se disponían a descansar, pero llegó el padre C.F. y les dijo que se tomaran unas copitas de mezcal. Los dos jóvenes aceptaron, es por ello que el padre llevó una botella Seven Up de dos litros, la cual estaba llena de mezcal y sirvió tres vasos.

Asegura el agraviado que en la tercera copa se comenzó a sentir un tanto mareado, por lo que entre la plática, observó que el padre comenzó a acariciarle el hombro al catequista.

Debido a ello, el catequista se levantó y dijo que iría a descansar, que se sentía mareado, es por ello que caminó hacia el curato.

El ofendido narra que permaneció con el padre hasta que comenzó a sentir los estragos del mezcal.

C. F. insistió en que se tomara el quinto vaso y después de eso recordaba que el padre lo acariciaba mientras él forcejeaba. “Vi sobre el pantalón del padre, que era como de gabardina, que se notaba su pene erecto, entonces sentí miedo, pues me sentía sin fuerza, entré al cuarto y forcejeé con el padre”.

A partir de ese momento, dijo, sintió que lo jaló el párroco, se golpeó la cabeza y solamente sentía que lo movían, de ahí ya no supo qué pasó.

Fue hasta al despertar, cuando se percató que estaba con el torso en la cama y las piernas en el piso.

Aseguró que le dolía todo, estaba desnudo y su pantalón roto, tirado en el piso; además, tanto su cuerpo, como la habitación, estaban llenos de heces fecales.

Abundó que a pesar de que trató de recordar qué había pasado, tenía la seguridad de que el padre lo ultrajó. Su compañero, quien lo descubrió en ese lamentable estado, pidió ayuda para que lo atendieran.

Ese día, a las 7:00 horas, no se presentó el padre al Viacrucis; posteriormente, su papá, al saber lo ocurrido, lo llevó a realizarse análisis y a que lo atendieran.

El domingo 27 de marzo, el agraviado y sus padres se entrevistaron con el arzobispo, quien solamente les dijo que se abriría el caso correspondiente e hicieran oración para que sanaran las heridas, pero como tenía que salir a la Ciudad de México, dejaría el caso al secretario de la Diócesis, quien un día después, se limitó a escucharlos sin tomar notas.

Finalmente, decidió denunciar el caso ante el agente del Ministerio Público de Delitos Sexuales, en donde fue sometido a exámenes periciales médicos y psicológicos, cuyos peritos describieron las lesiones sufridas, así como el estado emocional y mental a consecuencia del ataque sexual sufrido.

La defensa

En su defensa, C.F. sostuvo que sí tenía conocimiento que la víctima y el catequista se dormirían juntos.

Aseguró que el día del supuesto ataque sexual, pasada la 01:00 horas, se despidió de ellos y se metió a su habitación, primero a realizar sus necesidades fisiológicas y posteriormente para bañarse. Posteriormente comenzó a leer un libro mientras se le secaba el cabello.

Cerca de las 3:00 horas, escuchó un fuerte ruido, como un vaso de vidrio que se caía.

Salió y se dirigió rumbo a la cocina; sin embargo, al pasar por la sala escuchó que alguien se quejaba.

Al entrar a la sala, cuya luz estaba encendida, vio cuando el catequista penetraba a la víctima, “cómo era posible que tuvieran sexo en la iglesia”, recuerda que les gritó.

Mencionó que en el ambiente se percibía un fuerte olor a alcohol y en una mesa vio que había una botella de dos litros, al parecer con mezcal.

El padre sorprendido y molesto, según su declaración, les dijo que: “salieran hacer sus cochinadas a la calle”.

“A usted qué le importa padre”, según dijo el agraviado, al mismo tiempo que se reincorporaba, pues estaba casi arrodillado frente a un sillón, tomando de la mano al catequista.

Dijo haberles dicho que “ya no los quería volver a ver en la iglesia y que les contaría todo a sus papás”, pero en respuesta, le aseguraron que si les decía a sus papás de lo que vio, le iban a echar la culpa a él.

Ahora, tras analizar las constancias que presentaron ambas partes, el juez consideró que no quedaba acreditada la probable responsabilidad del sacerdote, ya que el joven declaró que no recordaba lo sucedido, aún cuando creía que el padre es quien lo había ultrajado.

Como el joven contó que se sentía sin fuerza y mareado, pero después de que se golpeó la cabeza tras forcejear con el párroco no supo qué pasó, no se podía asegurar que es, precisamente éste, quien lo ultrajó, por lo que se consideró que su declaración tenía inconsistencias.

Además, al no haber otra probanza para acreditar la probable responsabilidad del sacerdote, el juez decidió dictarle auto de libertad

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Back to top button