Entrevista con Ricardo La Volpe: ‘le di mi vida al futbol’
Salir jugando. Ricardo La Volpe (Buenos Aires, 1952) lo aprendió de Menotti desde antes de ser campeón del mundo, en Argentina 78, y así siguió hasta después. Un concepto de juego que llevó a sus equipos y que otros siguieron también, sobre todo en el futbol de México. Pero el camino La Volpe ha llegado a su última etapa, siendo técnico del América. Es momento de reflexión, de idas, vueltas y conclusiones tras 33 años de carrera. Una charla con Excélsior, al estilo del Bigotón.
¿Sigue fumando?
De repente. Si se me ocurre fumar un cigarrillo, lo fumo. Pero después de haberme operado del aneurisma en la aorta abdominal, lo dejé, ya no me atrae. Llevo más de tres años sin él.
¿Qué le fastidia del futbol actual?
En el de México, por lo menos, se le está cortando la posibilidad de jugar al futbolista mexicano. Eso no me gusta. Cada vez tiene menos oportunidades, porque los cupos entre naturalizados y extranjeros son muchos. Y después están, por ejemplo, cuestiones de la FIFA: van a ser 48 equipos en el Mundial de 2026. A mayor cantidad de países, menos calidad se va a ver. Tendrían que reducirlos, no aumentarlos.
¿Asuntos de dinero?
Por supuesto. De ser 32, pasan a ser 48 los invitados. ¡Imaginate! Es impresionante. Los equipos, no considerados de alto nivel, van a entrar a un Mundial. Esa es una cuestión económica. Lo deportivo sería bajar el cupo.
Hay una propuesta de unificar la Conmebol con la Concacaf…
No lo veo mal. En eso sí estoy de acuerdo, porque muchas veces escuché en Sudamérica que somos parte de un mismo continente. Y sí. ¿Por qué separarlo? Es como si España estuviera fuera de Europa. A mí me gustaría que tanto Sudamérica como Concacaf pelearan por ir a un Mundial. Sería bárbaro.
Después de tantos años de carrera, ¿tiene ganas de seguir?
Lógicamente son responsabilidades muy fuertes: logros, objetivos y resultados. Pero si uno está en esto, es porque le gusta. Defiende su trabajo como cualquiera; sean periodistas, médicos o abogados. Son trabajos profesionales, en los que sentís el placer de hacerlo. Para nada es un estrés. El día que no me guste ir a entrenar o me pese levantarme, tendré que abandonar esto y dedicarme a otra cosa.
¿Le llegan las críticas?
No, porque los que hablan, no me conocen. Si pasaste cuatro años en la selección mexicana y no tuviste ningún conflicto, ningún problema con algún jugador; si todos te elogian y 10 se fueron a Europa… qué va a ser. La venta del periodismo, es el amarillismo con el que a veces se habla. Cuando para vender tienen que mentir, me parece bárbaro. Pero no me llegan. Se me complicaría mucho si tipos como Rafa Márquez, Borgetti, Oswaldo, Osorio, Salcido… o Cardozo y Sinha, que tuve en el Toluca, hablaran mal de mí. El mismo Sergio Bueno, Herrera, Romano, Graniolatti… mirá todos lo que te estoy nombrando. Muchos de los que me critican no saben qué es un sistema de juego, un parado táctico, y eso es lo que les duele.
¿Algún miedo?
A la muerte. A cuando Dios me llame algún día y me toque ir con él, por alguna enfermedad. Nada más.
¿Los campeonatos venden más que los estilos de juego?
Es que no hay un análisis. Los títulos son logros y objetivos, está bien. Pero yo se lo preguntaría a toda la gente que estuvo en el Atlante, desde el Potro Gutiérrez, Pepe Cruz, Luis Miguel Salvador y Félix Fernández: ¿quién logró el ascenso? O los que hablan del Toluca, de 2002-2003: el no estar presente no significa que no conseguiste los objetivos. No te dan el ascenso, la Copa Oro, el título, pero sí todo lo demás. Y siempre digo lo mismo: todos esos que tienen seis, siete, ocho títulos, me parece bárbaro. ¿Pero quién fue el técnico, que no estuvo en Chivas, que pudo jugar con puros mexicanos con el Ángeles de Puebla, año 84-85, con todo y que había descenso? Ninguno pudo lograr esa meta. Soy único. ¿Para qué me voy a poner a enumerar todo lo que logré? ¡Fui llamado para dirigir Boca Juniors! En vez de elogiar que un técnico formado acá, que estudió y tiene un título, fue a trabajar a Argentina, pasa todo lo contrario. Y no me pone mal sino un poco fastidioso, por las mentiras. De “la salida lavolpiana” se habla en Italia, en España, lo dice Guardiola… yo no veo que ninguno de los que tienen más títulos que yo lo haya hecho. Tengo otros logros y otras metas, no me preocupan los títulos. Que si el América no salió campeón, bueno, ya lo sé. Pero no me superó el rival: después fui a penales y el árbitro, en un error garrafal, que después la Comisión Disciplinaria reconoció, me dio la razón.
¿Se arrepiente de algo?
No, porque cuando uno no logra algún objetivo, aprende. Ustedes hablan de fracaso y yo de aprendizaje. Los fracasos no existen. Si sucedió y no lograste las metas, tienes que aprender. Ahora, ¿arrepentido de algo? Para nada. Si hay algo que me quedó en el tintero fue haberme manejado mejor con la prensa, tomar más café con algunos y aclarar situaciones. Quizá eso no lo hice y me equivoqué. Debí haber tomado decisiones para saber por qué decían lo que decían.
¿Entrenador de tiempo completo?
Le di mi vida al futbol. Mi familia me conoce, sabe que si estoy en esto continuamente tengo que estar viendo videos, de por qué el Barcelona es el equipo que es, de cómo juega el Manchester City de Guardiola y por qué el Chelsea llevaba un récord de partidos consecutivos ganados. O la cantidad de partidos que lleva el Real Madrid sin perder… hay que hacerle entender a la gente que esto es como el abogado: si un abogado se recibió y no conoce las leyes que salen, simplemente no está y no sirve. A aquel que se pregunta por qué volvió el 4-3-3, no veo que se lo explique la gente. El 4-3-3 se jugaba en los años 70. Y después del 82, caducó y nadie lo utilizaba. Entonces Guardiola lo volvió a poner vigente. Todo eso, para mí, es futbol. La gente sabe más de futbol americano y de beisbol que de sistemas, estrategias, de qué es un 8 y cómo juega un 10. Mi entrega con el futbol ha sido total.
¿Qué clase de líder busca en un equipo?
En este América, Marchesín es el que va a ser el líder. Después está Goltz, Aguilar, William, que ya me demostró que habla en la contención. Guerrero, Güémez… Arriba están Peralta y Silvio, aunque los delanteros son más callados. Generalmente son los volantes y los defensas los que buscan el orden y la disciplina táctica. No está Muñoz y se fue Sambueza. Pero en Japón, Sambueza se reunió conmigo en mi habitación y me dijo que quería salir del equipo. Nadie se lo preguntó.
¿Existen sistemas antiguos y modernos?
Depende de los jugadores que tengas. A los sistemas los hacen los jugadores. Hay equipos que usan el 4-3-3, pero que a veces mienten y en realidad salen con un 4-4-1-1, y de pronto si le saco la foto desde un helicóptero resulta que es un 4-5-1. Dicen 4-3-3, pero porque se les ocurre, porque las características de los jugadores no son para eso. Los sistemas son modernos, antiguos creo que no.
¿Controlar los egos en un vestuario es tarea difícil?
Cuando tuve que manejar estrellas y figuras, fui muy claro. Como con Cardozo, en el Toluca: le dije: “Mirá, yo creo que el funcionamiento del equipo es así, necesito esta disciplina táctica y la estrategia va a ser ésta”, y punto. Pude manejar a Suazo cuando fue goleador en el Monterrey, en el 2008. Lo mismo con (Esteban) Paredes en el Atlante. Con cada jugador trato de hablar de frente y ser muy claro, con explicaciones, pizarrón, videos, cancha… No creo en los egos. El jefe tiene que ser el sicólogo, y el sicólogo debe ser el técnico, responsable también de una disciplina tanto en un vestidor como dentro de una cancha. Después, podrá venir la ayuda. Pero el primer sicólogo es el técnico. Cuando a mi equipo le tengo que pasar un video, lo hago. Cuando tengo que decirle algo, también.
Llegado el momento, ¿le gustaría ocupar otro cargo dentro del futbol?
Estoy en una etapa en la que yo decido si sigo o no. ¿Por qué? Porque el futbol ya me dio mucho y, gracias a Dios, yo le pude dar algo. Difícilmente, se puede tener todo a favor. Nunca me vieron como un director general, de saber dirigir ya la Sub 20, la 17 o la 15. Soy un técnico más docente que de poner figuritas. Por algo hablaron de un lavolpismo, por algo creo que ayudé a ver el futbol de otra manera. Siempre me sentí como un docente. Nunca dicen que en el Atlas de Ricardo La Volpe la mayoría de los jugadores tenía 17-18 años. Son logros y objetivos que en un libro, cuando lo tenga que hacer, lo voy a decir.
¿Y ya lo empezó?
¡Y sí! (se ríe). La gente se tiene que enterar de muchas cosas. Saber de estrategia, de táctica, de cómo trabaja una defensa y cuándo los mediocampistas no recuperan. Saber que no es lo mismo enfrentar un 4-3-3 que un 4-4-1-1, o una línea de cinco. Así como se habla tanto de futbol americano, del que sabemos quién es el mejor defensivo o el mejor quarterback. El libro se tiene que llamar El futbol sin miedo, así va a ser el título.
¿Qué se lleva de todo este tiempo en un campo de juego?
El diálogo con los jugadores. En el América lo hago mucho con Samudio; estoy conociendo a William, a Renato, a Goltz y a Pablo Aguilar. Ése es el mejor recuerdo que tengo de cada equipo. Los jugadores son los que a vos te dicen quién fuiste en el futbol. No me interesa lo que digan los periodistas, porque yo no los tuve en el campo. El día que alguien diga: “La Volpe no me dejó nada” ¡Ah! ahí sí me preocuparía. Voy a abandonar esto, no falta mucho, porque hay que dejar avanzar a los técnicos jóvenes. Pero me llevo lo mejor, la cantidad de jugadores que vienen a saludarme y darme un abrazo. Como Gignac en la final, algo que nunca dijeron. Después del pleito, cuando pasamos a recoger la medalla, vos fijate el abrazo que me dio el francés. Eso, para mí, resume todo.