El lector del basurero de Oaxaca

El imparcial.

El escritor estadounidense le interesa la participación de adolescentes en sus historias porque en una novela si algo puede salir mal debe salir mal.

Antes de que los betabloqueantes empezaran a alterarle los sueños, Juan Diego le contó a su amiga médico que solía despertarse a causa de la ‘más leve’ de sus recurrentes pesadillas. La pesadilla que tenía en mente era, en realidad, un recuerdo de la formativa mañana en que se quedó cojo. A decir verdad, sólo el principio de la pesadilla o recuerdo era ‘leve’, y el origen de ese episodio sucedió en Oaxaca, México -en la barriada cercana al vertedero de la ciudad, en 1970-, cuando Juan Diego tenía 14 años.

“En Oaxaca, él era lo que llamaban un ‘niño de la basura’; vivía en una chabola de Guerrero, el suburbio ocupado por las familias que trabajaban en el ‘basurero’. En 1970, sólo vivían en Guerrero diez familias. Por aquel entonces, la ciudad de Oaxaca tenía unos cien mil habitantes; muchos de ellos no sabían que quienes llevaban a cabo las labores de criba y clasificación en el ‘basurero’ eran principalmente los niños de la basura. La tarea de esos chiquillos consistía en separar el cristal, el aluminio y el cobre”. Estos son dos de los párrafos introductorios de Avenida de los milagros, en la que el escritor estadounidense John Irving cuenta la historia de un niño que además de separar aluminio y cobre, salvaba los libros de la basura.

583cd351a205415a24ffb3ab“Corrió la voz de que un ‘niño de la basura’ había aprendido a leer por su cuenta. Los niños de la basura no eran, por regla general, grandes lectores, y los jóvenes lectores de cualquier origen o extracción casi nunca son autodidactas. Por eso corrió la voz, y así fue como los jesuitas, que concedían gran importancia a la educación, oyeron hablar de ese muchacho de Guerrero. Los dos viejos sacerdotes jesuitas del Templo de la Compañía de Jesús se referían a Juan Diego como el ‘lector del basurero’.

“‘Alguien debería llevarle un buen libro o dos al lector del basurero… ?A saber qué lecturas se encuentra ese muchacho en el basurero!’, decían el padre Alfonso o el padre Octavio”. Irving, tres veces finalista del National Book Award y ganador del Oscar al Mejor Guión por Las Normas de la Casa de la Sidra, escribió esta novela -que primero fue un proyecto de guión cinematográfico-, durante 20 años. En ese tiempo, cambió el lugar de desarrollo de su historia de la India a las ciudades de Oaxaca y México por dos razones, una, que la India dificultaba la aparición del personaje que cataliza la novela y la vida del “basurero lector”, un estadounidense de 20 años.

“Es un desertor huyendo de la guerra de Vietnam, su escape a la India era una historia difícil de creer, habría tenido muchos problemas para llegar a India, la presencia de este personaje, que llamo ‘El Gringo Bueno’, era mucho más creíble aquí”, según explicó Irving en una visita que hizo a Oaxaca para presentarse en la Feria internacional del Libro.

“El ‘Gringo Bueno’ es la razón por la que esto es una novela, cuando Juan Diego tenía 14 años le hizo una promesa, si algo le llegaba a pasar viajaría a Filipinas para visitar la tumba de su padre, asesinado en ese país en la Segunda Guerra Mundial. Siempre pensé que si esta historia se volvía una novela, la iniciaría no cuando Juan Diego tenía 14 años y vivía en el basurero, sino cuando tuviera 54 años, 40 años después, yendo a las Filipinas para visitar la tumba del padre del gringo, guardando esta absurda promesa”.

La trágica adolescencia

A Irving le interesa la participación de adolescentes en sus historias porque en una novela, como aprendió de las tragedias de Sófocles, de Tolstói, de García Márquez, si algo puede salir mal debe salir mal. “En la adolescencia, si algo malo te pasa sientes como si nunca lo superarás y eso es algo trágico parte de la historia”.

Después de vivir en el basurero, Juan Diego es llevado a un orfanato jesuita del cual desea escapar y las únicas personas que quieren adoptarlo son dos estadounidenses homosexuales y nada hará que los sacerdotes jesuitas pongan en manos de hombres con estas preferencias sexuales a un adolescente a menos que una imagen de la Virgen María derrame lágrimas, como ocurre en Avenida de los Milagros. “Ni si quiera los dos viejos sacerdotes querrían interponerse ante esta imagen, tuvo que ocurrir un milagro para que estos sacerdotes aceptaran esta situación y finalmente lo dejaran partir, ese es el fin de la infancia de Juan Diego”.

Irving resalta la diferencia que hay entre la religión y la fe, entre la cercanía de un creyente con su dios, y con la Iglesia. “Si tú vas a cualquier iglesia, católica, una mezquita, una sinagoga, son lugares que nunca están vacíos, siempre hay alguien que está ahí, hincado, pidiendo algo, no se lo piden a los curas, al rabino, ellos están buscando ayuda de otras alturas. En esta historia, los dos viejos curas son muy críticos, pero la virgen entrega un milagro que permite a un chico pobre ser adoptado por dos personas que lo aman” los hombres dicen a los curas, ‘nosotros no venimos por ustedes, venimos por ella”.

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