125 + 25 = 150 años de vida cultural
La suma no es exacta. Más bien metáfora de un largo historial apegado a la cultura y a todos sus afluentes, con los meandros de lo contemporáneo. En primavera, se cumplirán 125 años de la revista «Blanco y Negro». En otoño, este suplemento, «ABC Cultural», llegará al cuarto de siglo. A todo ello podemos añadir que el propio ABC alcanza los 113 años (un nuevo resultado como metáfora temporal estratosférica: 263 años). Entiéndase que los destinos de estas tres publicaciones se cruzan en el tiempo y en el, a veces, muy cuadriculado espacio de unas cuartillas de papel impreso. Cuando se trata de llamar a las puertas de la memoria de un periódico con tanta memoria como el que nos acoge cada semana siempre sale alguien a recibirte. Algo de agradecer. Recuerdo mis tiempos de aprendiz «picando» en la redacción de Blanco y Negro los artículos de cine de Julián Marías (muchos de los cuales ahora centran un ensayo de Alfonso Basallo editado por Fórcola), los de teatro de Lázaro Carreter y los de poesía de Jaime Siles. Los de Lázaro y Marías estaban escritos en cuartillas con máquina de escribir. Jaime Siles los dictaba por teléfono e, incluso, los mandaba de su puño y letra por fax desde la ciudad europea en cuya universidad daba clase. Si me pongo a enumerar articulistas llenaría este texto de nombres maestros, como llaves que abren todas las cerraduras. Después de los citados me voy a quedar con sólo dos ejemplos más del pasado que marcan puntos de conexión con el presente, y cuyas líneas de fuga señalan un futuro del que hablaremos mañana, y así que pasen otros 25 años.
De Juan Gris a Mateo Maté
Primero, un hijo del arte contemporáneo, Mateo Maté, que es como decir «hijo» de Juan Gris, un padre de la vanguardia que ilustró las páginas de «Blanco y Negro» a comienzos del siglo XX, antes de marchar al París que sería cubista en sus pinceles; antes, incluso, de que Picasso desfigurara la faz de sus mujeres y modelos. Juan Gris antes del antes, de que la vanguardia fuera vanguardia y tocara la guitarra y bebiera Anís del Mono en sus cuadros estampados también con papeles de periódico, ilustró las páginas de la revista que fue embrión de este rotativo. Mateo Maté inaugura las «celebraciones» de ABC Cultural en su cuarto de siglo con una reinvención de nuestra cabecera y emparenta con Juan Gris por vía directa de las páginas de un periódico. En el vigésimo aniversario de este suplemento, fue Daniel Canogar quien escenificó nuestro «alumbramiento» de pasado y futuro con un nido de cables eléctricos entre las manos. Mateo Maté ha echado al mar un barco de papel con todas las letras y los números de una venerable edad que a ratos puede traducirse como juvenil, a ratos como madura. Luego vendrán Juan López y Juan Zamora para poner las tres letras del abecedario que son el ABC (cultural) boca arriba o boca abajo. Los artistas son libres de sus actos, y este suplemento siempre ha sido una grata casa de acogida. Lo mismo que esa suma libre de años y de celebraciones ha resultado una metáfora, tomen a estos artistas, que son una parte, como el todo.
Cuando se trata de llamar a las puertas de la memoria de un periódico como el que nos acoge, siempre sale alguien a recibirte