“Tierra y Libertad”, ¿el último puño de tierra?

rosadoPor Roberto López Rosado.

El pasado jueves se cumplieron 95 años del asesinato de Emiliano Zapata. Al día siguiente en los medios comunicación de los llamados nacionales, no pude encontrar una sola nota que hablara, que recordara de algún acto oficial al caudillo del sur. En la agenda del Presidente Enrique Peña Nieto ni una ofrenda floral hubo, ya no se diga un discurso.

Es entendible. A Zapata, el gobierno lo quiere bien enterrado, hasta su memoria, su legado, su lucha. A su famosa frase: “Tierra y Libertad”, le quiere echar el último puño de tierra, pero por fortuna habemos millones que no lo vamos a permitir. Por eso fue confortable que al día siguiente en la búsqueda de información de cuál podría ser la posición del gobierno federal en torno al asunto agrario, encontré  en el diario La Jornada que “campesinos de Chihuahua, Oaxaca, Guerrero, Chiapas y Veracruz efectuaron movilizaciones para rechazar las reformas impulsadas por el gobierno de Enrique Peña Nieto, exigir cambios en la política de apoyo al campo y solución a problemas locales, entre ellos el esclarecimiento del asesinato de líderes y la excarcelación de dirigentes opositores”.

La crónica del diario detallaba que “unos a caballo, otros en tractores y algunos en camionetas, medio millar de campesinos y ganaderos de Chihuahua realizaron una caravana desde Villa Ahumada a Ciudad Juárez, donde bloquearon seis horas los dos carriles de importación de mercancías del puente internacional libre Córdova-Américas, que une la localidad mexicana con El Paso, Texas”.

Daba cuenta que aquí, en nuestro Estado, “aproximadamente 15 mil integrantes del Movimiento de Unificación y Lucha Triqui (MULT), del Partido Unidad Popular y de la Asamblea de Pueblos Indígenas marcharon en la capital de Oaxaca contra la traición al pueblo de México”. En fin, en todas partes del país la presencia de organizaciones y comunidades campesinas e indígenas no permitieron que la memoria de Emiliano Zapata fuera traicionada.

Desde hace una semanas atrás –ya habíamos dado cuenta de ello- el gobierno federal ha venido hablando de que enviará un proyecto de reformas en materia del campo, y aunque no se conoce el texto de éstas, hay indicios más que claros cuáles serán los cambios de los que habla el Ejecutivo federal. Ha mostrado, particularmente, como en los casos de los energéticos, que lo busca es la privatización absoluta de las tierras y dejarle el camino, los surcos a los grandes consorcios agroindustriales, para luego afirmar y presumir: “los campesinos ya no tendrán que ir a buscar trabajo a Estados Unidos, lo podrán hacer aquí,  en su propio país, como jornaleros, como trabajadores de esos grandes consorcios que están invirtiendo, que creen en México y que vamos a apoyar”.

Desde la entrada del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), hace 20 años,  los únicos beneficiarios han sido los grandes monopolios que se han favorecido de un mercado agropecuario distorsionado gracias al de apoyo de los gobiernos priístas y panistas.

Como lo comenté en algún momento, Enrique Peña  Nieto está siguiendo la misma fórmula de Carlos  Salinas de Gortari cuando nos ofreció el Primer Mundo, pertenecer a él, que íbamos a ser parte de los países más ricos y que nuestra población viviría en mejores condiciones. 20 años después, quienes le  creyeron están decepcionados, preocupados y muchos, pero muchos, sin sus tierras porque todo fue una mentira. Hoy la historia se vuelve a repetir.

He venido diciendo en otros momentos que es necesario, si hay voluntad, que  el gobierno federal  respalde en los hechos y no sólo a través de discursos a los pequeños y medianos agricultores a fin de implementar medidas urgentes y efectivas para ayudarlos ya que los precios de los productos agrícolas, se han desplomado drásticamente, sin que nadie los proteja.

Por ejemplo, con el TLCAN los grandes empresarios agroindustriales, han sido los beneficiarios de este instrumento porque cuando hay inundaciones o heladas; si hay variación de precios por debajo de los costos de producción, ellos, los empresarios ganan, no así los minifundistas, pequeños y medianos productores por una simple razón, por no cotizar en la Bolsa de Valores.

Más aún, la soberanía alimenticia nacional ha sido secuestrada por los grandes capitales, lo que ha puesto en grave riesgo la viabilidad alimentaria nacional. Estamos ante una nueva contrarreforma que afectará negativamente a la comunidad agraria que implica una mayor transformación hacia los negocios agropecuarios rentables a los intereses económicos nacionales y extranjeros que dejarán en el olvido la agricultura sustentable y a pequeña escala, los cultivos nativos y las prácticas campesinas tradicionales, las nuestras, las de los  indígenas. Igual existe ya un sistema concesionario de terrenos dedicados a la minería que son explotados por extranjeros que están acabando con el medio ambiente y los recursos naturales, en particular el agua.

Han pasado 95 años de aquella traición a Zapata. 95 años después estamos claros que el gobierno priísta que en algún tiempo se decía heredero de los ideales zapatistas y de la Reforma Agraria quiere silenciar precisamente aquellos ideales. En 1989, durante su primer informe de gobierno, Carlos Salinas de Gortari sentenció: “El reporto masivo de tierras ha concluido”, al tiempo que llevó a cabo reformas legales para que las tierras que estaban en manos de los campesinos pudieran pasar, desde luego, no a manos de los hacendados modernos, de los grandes consorcios del campo, nacionales y extranjeros.

Como el coronel Jesús Guajardo que tramó una trampa, una emboscada para asesinar a traición a Emiliano Zapata, Peña Nieto prepara también, un plan, un proyecto para traicionar, para asesinar los ideales del revolucionario morelense y una emboscada para acabar de privatizar de una vez por todas al campo mexicano y, aprovechando, de una vez, desaparecerlo de las efemérides oficiales. En la nuestra, en nuestro calendario, en nuestra lucha, Zapata sigue vivo, como vivo sigue su grito: “¡Tierra y Libertad!”.

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