Alejandro, sin honra a sus apellidos
Horacio Corro Espinosa
En esto de las precampaña y campañas políticas, los aspirantes luchan con sus fuerzas por figurar en todas partes. Si por ellos fuera hasta en el papel sanitario pondrían su foto.
En la publicidad que cada uno de los aspirantes emite, siempre ponen el apellido más raro o más original que tienen. No es frecuente ver en la propaganda política los dos apellidos juntos, pero al menos, siempre lleva uno.
En México, el apellido paterno es el que se utiliza primero; y así, identificamos a las personas por el apellido. Si alguien se llama Pedro Pérez Menta, se utilizará el apellido Menta, entonces le diremos: señor Menta, o don Pedro Menta, en lugar de “señor Pérez”, que es lo correcto.
Es por eso que en las campañas políticas para identificar certeramente al candidato, siempre se usa el nombre junto al apellido. Aunque de un tiempo para acá se comenzaron a usar las referencias personales como un mote o un apodo. Cuando el expresidente municipal de Oaxaca Alberto Rodríguez González lanzó su candidatura y usó la imagen que le dio la radio con los nombres de “El Güero Rodríguez” y “El Güero Chepeté”, llegó al poder municipal con su perfil de contador de chistes. Sus apodos eran más conocidos que el poseedor del nombre.
Otro caso fue el mote de “El Lobo Mayor”, presidente municipal con licencia de Santa Cruz Xoxocotlán –quien busca la diputación local–, Héctor Santiago Aragón, quien salió de un programa de radio de poco cerebro, bastantes gritos y carcajadas neuróticas.
El alias a muchos les funciona más que el simple nombre. A veces con el apodo la ciudadanía los identifica más que con el nombre. Los que no tiene alias utilizan su nombre y apellido. Es difícil, pero no imposible, que alguien utilice su solo nombre para una campaña política. El utilizar solo el nombre se presta tanto a juego como a albur. Algo así como el “¿no has visto a Juan? – ¿Qué Juan? –El que… tras el zaguán”.
Adán es el primer ser humano conocido en la historia con nombre propio. Después se crearon otros nombres para distinguirse de otros humanos. De forma más concreta se añadieron su procedencia, así se empezó a decir: Heráclito de Éfeso, Tales de Mileto.
Poco más tarde, los hombres se comenzaron a diferenciar por alguna gracia física, por ejemplo: Claudio significa cojo. Es posible que al primer Claudio se le reconocía por cojo, así como a Cicerón que significa garbanzo. Se dice que Cicerón tenía una verruga de aspecto de garbanzo. También los apellidos se designaron por algún oficio o por algún cargo como Cardenal, Escudero, Palmero, Herrero.
Posteriormente comenzaron los apellidos con el sufijo ez, como Fernández, González, etcétera, pues el sufijo ez es un genitivo que significa de. Con el sufijo ez se formaron Fernánd-ez “de Fernando”, es decir, “hijo de Fernando”, Gonzál-ez “de Gonzalo”, o “hijo de Gonzalo”, y tantos otros.
Uno de los candidatos al gobierno del estado de Oaxaca se quitó su primero y segundo apellidos. Con esto demuestra Alejandro que no tiene pasado. Algo así como el primer Adán, quien fue el primer hombre que solo tuvo nombre, pero su solo nombre nos da referencia al hombre que le puso nombre a todas las cosas.
Tampoco tiene apodo ni procedencia como para presumirla, así como lo hacía Jesús de Nazaret. Tampoco se pone alguna distinción física ni virtud alguna como el significado de su propio nombre. Alejandro simboliza el defensor. Ni le interesa su apellido (Murat) que significa “deseo hecho realidad”, pues tampoco lo usa.
No usar su apellido paterno, que es el más conocido, significa no honrar a sus antepasados ni a sus hijos.
Tampoco quiere hacer referencia a su ascendiente más cercano como lo hacían los hombres de antaño que se distinguían por algún oficio o por algún cargo o dignidad, como Zapatero, Molinero, Pastor, Pescador, Alférez, Alcalde o Jurado. En su caso podría hacer referencia a su historial político al decirse, Alejandro de Pepe, es decir “hijo de José”.
Interés en reconocer su procedencia, tampoco. No quiere decirse, por ejemplo, Alejando de EdoMex. Entonces, que apellido le pondremos Matarilerileron.
Como cada sexenio surgen los barberos con el candidato de moda, le ponen el nombre y apellido de éste a sitios de taxis o a la nomenclatura de nuestras calles. En el caso de Alejandro, se omitirá el apellido del personaje. Si la gente se topa con la calle Alejandro, a secas, no sabrá si se trata de Alejandro González Iñárritu, Alejandro Jodorowsky, o Alejandro Sanz.
Una cosa es bien segura, cuando este candidato llegue al poder, a nadie le va interesar su curriculum ni su procedencia ni sus años de vida en la entidad ni nada.
A nadie le va a interesar cómo es en su persona (no la física), en su vida semiprivada, la familiar, la de su oficina. Tampoco cómo es la clase de vida a la que está acostumbrado ni si su ambiente es modesto, discreto, lujoso, o fantasioso. Tampoco importará qué opinan de él sus colaboradores ni sus compadres, aduladores, achichincles y lamebotas.
Ninguna de estas preguntas que la gente se hace en estos momentos se tomará en cuenta. A partir de que tome protesta, pasará a formar parte del personal magnifico y sin mancha. Así, durante los años de su mandato se le lisonjeará, halagará, elogiará, agasajará, adulará, engatusará, seducirá y todo, por conseguir un hueso.
Via/ViralNoticias
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