Mexicanos, el principal objetivo de los tiroteos en Estados Unidos

Hay en promedio 48 muertes al día con armas de fuego en ese país; el 27 por ciento de las víctimas eran latinos.

MILENIO

Se vistieron de rojiblancos. A la altura del corazón, el número 15 bordado, el de Mahomes. Gorras y gafas puestas, los cinco miembros de la familia Salas salieron a la calle para celebrar el triunfo de los Chiefs: el abuelo Víctor, sus hijos Eunice y Samuel y dos nietos nacidos en Estados Unidos, Samuelito e Isaac.

La primera y segunda generación emigraron de Ciudad Juárez, cuando ese lugar se volvió el más mortífero de México. Dejaron sus casas y trabajos para huir de la violencia y creyeron encontrar muy al norte otro tranquilo, civilizado.

Irónicamente, la experiencia de sortear balaceras en Chihuahua les salvó la vida en su nueva residencia, Kansas City.

“En México aprendimos a tirarnos al piso y eso hicimos cuando atacaron en Estados Unidos”, cuenta a MILENIO Víctor Salas, testigo sobreviviente del tiroteo masivo que ocurrió en el evento para celebrar a los ganadores del Super Bowl 2024, que antecedió a la balacera de este año en el contexto de la victoria de los Eagles, cuando dos personas fueron heridas en Filadelfia.

En Estados Unidos ocurren en promedio 48 asesinatos al día relacionados con armas de fuego, de acuerdo con las cifras de la oenegé Archivo de la Violencia Armada (GVA, por sus siglas en inglés), que reúne las estadísticas más completas sobre el tema e incluye un recuento de los tiroteos y asesinatos en masa.

De acuerdo con un cruce de estudios sobre el tema, el 27% de las víctimas de armas de fuego en Estados Unidos eran latinos y, en su mayoría, mexicanos.

Tiroteos en EU acaban con mexicanos

La Universidad Northeastern, en Boston, define, “según los conceptos tradicionales”, que los asesinatos en masa son aquellos eventos en los que ocurren cuatro o más muertes, mientras que los tiroteos son incidentes mortales que involucran armas de fuego, más allá del número de víctimas.

El tiroteo que presenció la familia Salas fue uno más de los 503 de ese año. Como sólo hubo una víctima mortal, no se consideró asesinato en masa; de estos hubo 30 al final de los 12 meses: el total de los ataques sumó 16 mil 725 muertos.

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La violencia que se alcanzó en 2024 provenía de una tendencia a la alza desde cuatro años atrás: en 2020 sumaron 19 mil 850 fallecimientos en 611 tiroteos y 21 asesinatos en masa.

El 2021 cerró con 40 mil 626 decesos en 689 tiroteos y 28 asesinatos en masa; 2022, tuvo 20 mil 514 muertos en 644 tiroteos y 36 asesinatos en masa y 2023, cerró con 19 mil 135, en 659 tiroteos y 40 eventos masivos.

En 2015 –cuando inició el recuento de GVA–, se registraron poco menos de 14 mil asesinatos y en 2025, hasta el 19 de febrero, ya se contabilizaron mil 886 incidentes con armas, 38 tiroteos y dos asesinatos en masa.

De acuerdo con diversos estudios, la comunidad hispana en la Unión Americana, conformada principalmente por mexicanos, se ha convertido en los últimos años en un blanco de la violencia por armas de fuego.

Un informe realizado por investigadores del Instituto de Prevención de Lesiones por Armas de Fuego de la Universidad de Michigan reveló que entre 2002 y 2021 murieron por esta causa 47 mil 112 personas de la comunidad latina, con un promedio de mil 355 y un pico en el último año de la medición que sumó 5 mil 853.

La cifra total de muertes que maneja el GVA es de 175 mil 280 en ese periodo, es decir, que si se comparan ambos estudios, la proporción de asesinatos de hispanos o latinos es del 27% de las muertes por armas de fuego.

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De esta manera el rubro “asesinatos” se convirtió en la principal causa de muerte entre las personas de 15 a 19 años, y la tercera entre los 20 y 44 años.

Entre 2018 y 2021 los hallazgos de la investigación de la Universidad de Michigan documentan un aumento del 48% en los homicidios con armas de fuego contra la comunidad latina mientras que entre la comunidad blanca sólo subió el 22 por ciento.

Del festejo a los balazos

En Kansas City, donde los Salas vivieron su día negro, hubo 33 personas heridas y la muerte alcanzó a Luisa López. De origen mexicano, la periodista se encontraba a sólo dos metros de Víctor y de su familia rebosante de felicidad por la victoria de su equipo, la que había esperado durante más de tres horas para escuchar los discursos de sus ídolos.

A las 13:45 horas terminó la arenga de Travis Kelce –ya era novio de Taylor Swift– y cuando el jugador terminó de hablar, los Salas decidieron retirarse. Avanzaron durante un par de minutos, pero los detuvo el ruido de los disparos. Uno tras otro, 22 balazos: ¡pam, pam, pam!

Los Salas adultos, adiestrados a la mala, pronto supieron que no eran fuegos artificiales, sino otro tipo de estallido. Se tiraron al piso. Desde ahí vieron a Luisa López desangrándose y quedándose sola porque la gente se abrió en círculo para alejarse del cuerpo. Empezó la desbandada. Unos corrían para un lado, otros, en sentido contrario.

En la histeria colectiva, tiraban a la gente sin importar edad o condición física. Cerca de los Salas quedó patas arriba un hombre a lado de su silla de ruedas; a Samuelito, de 10 años, lo pisó un hombre. Negro, alto, vació todo su peso corpulento en los tenis para empujar su fuga sobre la costilla del niño.

“Arrástrense hasta debajo del bote”, gritó el abuelo. “¡Nos vamos a morir”, respondió el otro nieto.

Pecho en tierra, escuchando aún los plomazos, Víctor llamó por teléfono a su hija Abigail. “Hay una balacera y estamos en medio, pero estamos debajo de un contenedor”, le dijo. “El niño está llorando porque lo pisaron, pero está bien… ¡todavía!”.

Abigaíl Salas se quedó petrificada al escuchar a su padre. Malos pensamientos llegaron en segundos:

“Yo debería estar allá, pero la endometriosis me tumba del dolor. No puedo moverme tan fácilmente de la cama y mi familia está en medio de ese infierno. Las armas no nos dejan en paz ni aquí, como cuando estábamos allá, en la colonia Azteca”.

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Dio un grito ahogado. El discurso de xenofobia contra los migrantes, que son principalmente mexicanos como ella, envalentona a unos y mete miedo a otros.

La comunicación con Víctor se había cortado y por más que insistía no podía restablecerse. Marcaba y mandaba directo al buzón, en tanto el tiroteo seguía y ella sacaba cuentas: además de su hijo, su padre, un hermano y un sobrino, tenía otra hija presente en el evento que andaba ahí, por separado, con unas amigas. La llamó sin éxito.

En el vórtice del tiroteo, los Salas que iban en grupo se encontraban debajo del tráiler contenedor hasta que cesaron las detonaciones y la policía comenzó a dar las instrucciones de evacuación.

“Cuando nos levantamos, mi nieto Samuel dijo que lo habían herido. Se levantó la camisa y nos enseñaba la costilla, donde lo habían pisado, no nos imaginábamos que la bala estaba más arriba, debajo del brazo”.

A los muertos por armas de fuego en la última década en Estados Unidos, que suman 175 mil 280, hay que agregar casi el doble de heridos: 337 mil 446, debido a 4 mil 917 tiroteos y 243 masacres, según la GVA.

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Entre ellos, figuran casos emblemáticos. Como el ataque a la discoteca gay Pulse, en Orlando, donde un hombre de 29 años mató a 49 personas e hirió a 53.

O el tiroteo más mortal en la historia de ese país, con 60 decesos durante un concierto al aire libre en de Las Vegas, y dos eventos en contra de comunidades latinas en Sutherland Springs, Texas, en 2017 y en un Walmart de El Paso, en 2019, con 25 y 27 víctimas mortales respectivamente.

Infierno en Juárez y en Kansas

En México, Víctor Salas aprendió en el día a día lo que tenía que hacer en caso de quedar en medio de las balaceras que se suscitaban por las batallas entre el Cártel de Juárez y el de Sinaloa, y cómo sobrevivir entre los pandilleros de su barrio, pero en Kansas no se lo esperaba: “Fue una de las experiencias más difíciles que he tenido”.

Allá, “los locos” tienen otras motivaciones, tal y como describe el estudio de la Universidad Northeastern: poder, venganza, lealtad, terror y lucro. Pueden ser varios motivos a la vez.

“Algunos asesinos consideran el asesinato en masa como una oportunidad para pasar de la oscuridad o el rechazo absoluto a una posición de importancia o poder, aunque sea póstumamente”, refiere la investigación.

Cuando salieron de debajo del contenedor del tráiler, los Salas empezaron a caminar. A la altura de un puente vieron a dos hombres negros que las autoridades habían detenido y que hoy señalan como los culpables de los hechos.

Víctor, sin embargo, asegura que vio a otro hombre que se mostró raro antes del tiroteo. Lo describe paseándose de aquí para allá, hablaba por teléfono, no ponía atención a la celebración ni se le veía contento, sólo repetía: “debajo de las banderas”, justo donde fue el tiroteo.

Ya en el puente, Víctor vio a gente desmayada, otra, lloraba o caminaba como zombie cuando por fin pudo comunicarse Abigaíl. “Nos vemos en la 25”, dijo para fijar un lugar de encuentro.

La mujer había tomado las llaves de su camioneta y salió hacia la escena del crimen. Pudo comunicarse con su hija, quien le informó que no había estado cerca de la balacera. El resto de los Salas apareció en estado de shock y uno a uno fueron subiendo al vehículo. Samuelito tenía hematomas en todo el cuerpo.

En México, a partir de 2006, el entonces presidente Felipe Calderón declaró la guerra frontal a los cárteles y el número de asesinatos en el país creció al cambiar las condiciones de operación criminal.

A eso se sumó que el secretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna, fue acusado de propiciar que el Cártel de Sinaloa  pudiera acrecentar su negocio de cruce de droga por la frontera hacia Estados Unidos.

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Bajo esas condiciones Víctor estaba convencido de que dejar el país había sido una buena decisión y las cifras oficiales lo confirmaban: en Chihuahua hubo 518 asesinatos en 2007 y para en 2008 se incrementó el 80% con 2 mil 604, hasta el pico máximo en 2011, con más de 10 mil decesos. Y ahora… ¿también en Kansas?

Al regresar a casa, Samuelito no paraba de quejarse. Abigail llamó a una ambulancia. En el camino, el chico empezó a sangrar, y la madre rezaba, miraba para otro lado sin saber qué hacer: el niño no tenía seguro médico y la empresa familiar de construcción operaba en números rojos.

Al llegar al hospital, 50 médicos lo esperaban como a otros heridos en respuesta al foco mediático que provocó el tiroteo y la donación de 200 mil dólares de Travis Kalce y Taylor Swift para atender la desgracia.

Los cirujanos sacaron la bala del niño y no cobraron un peso. El problema vino después: Samuelito pasó varias semanas con escalofríos, fiebre, vómitos y no podía ver las noticias. No obstante, pronto lo superó y ahora ve los videos de la balacera como parte de su terapia psicológica.

Víctor, en cambio, padece ansiedad. Contrató a un abogado en busca de una regularización migratoria como víctima de violencia (Visa U) pero lo han rechazado.

“En inmigración dicen que yo no califico para esa visa porque no tengo un balazo en el cuerpo”, lamenta. Siente pesar y no solo por él y otros latinos que han sido víctimas, sino por eventos futuros que pueden dejar en problemas a gente indocumentada.

Utilizando un enfoque desarrollado previamente para modelar y pronosticar eventos catastróficos poco frecuentes, como terremotos, los investigadores de la Universidad de Northeastern destacan que la probabilidad de un tiroteo público tan letal como la masacre de Las Vegas tiene un 35% de posibilidades de que ocurra nuevamente.

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