Campo de sueño

LATITUD MEGALOPOLIS
POR: JAFED RODRIGO CORTÉS SOSA

Pasé muchos días explorando adentro de mí mismo, buscando señales que me indicaran el camino correcto. Atravesé parajes inhóspitos que me causaron temor, rutas antiguas que le daban forma a caminos que parecía no habían sido transitados en mucho tiempo.

Caminé mucho tiempo pisando rocas, habitando deseos que encontré perdidos en el camino, que, en ciertas ocasiones me perdieron más de lo que estaba; topándome con un sinfín de sueños que murieron antes de poder refugiarse en aquel campo que tanto buscaba, aquel paraje colorido donde todos los sueños por fin echaban raíces, convirtiéndose en flores de tonos únicos.

Anduve a pie, mirando de cerca, pero también volé tan alto como pude, observando cada detalle del horizonte; me percaté de la tragedia que se convirtió en mandar a mis sueños al mundo, sin la preparación suficiente como para que tuvieran, siquiera, la esperanza de luchar por su vida antes de perderla.

¿Cuántos sueños han muerto porque no los hemos preparado lo suficiente?, ¿cuántos sueños han muerto de viejos porque los hemos conservado mucho tiempo con nosotros?, nuestra culpa recae en no haberlos preparado lo suficiente, no haberlos soltado a tiempo para vivir, pero, ¿qué más podríamos hacer por ellos?

ALGUNOS SUEÑOS

Sólo algunos sueños, los que mejor armamos, son los que sobreviven en el tiempo, hasta llegar al campo que tanto anhelan; solos, nos demuestran la fuerza que tuvieron desde siempre, así como aquella que adquirieron, la fuerza que fueron juntando, ganando y perdiendo sus propias batallas.

Los sueños habitan dentro de nosotros, enfrentando todo el tiempo el olvido, que toma formas diversas con la finalidad de devorarles en cuanto bajen la guardia, en cuanto den la vuelta. Su batalla por subsistir, es nuestra; su trascendencia, también.

Hemos perdido tantos sueños, pero no todas las pérdidas nos han dolido tanto, como aquellas que encarnan nuestros sueños favoritos, a los que le depositamos la esperanza de trascender y que terminaron falleciendo en el camino.

No hay manera de asegurar la subsistencia de nuestros sueños, sólo nos queda confeccionarlos lo mejor que podamos, armarlos con herramientas que les ayuden a sobrevivir al salvaje y oscuro mundo del olvido; mandarles provisiones de vez en cuando, esperando que esto sea suficiente para que encuentren solos el camino, que vayan fortaleciéndose a través de la experiencia de vivir, alimentados por el encuentro con otros sueños; esperando que esto les sea suficiente para llegar al campo y cumplir su objetivo primordial de trascendencia.

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