Marco Verde: “De niño no me gustaba el boxeo”

LATITUD MEGALÁPOLIS

¡La gloria se siente cerca! Marco Verde, el joven prodigio del boxeo mexicano, está a punto de hacer historia en París. A sus 22 años, este valiente guerrero de los cuadriláteros, en charla por vía Zoom, cómo de niño lloraba porque no le gustaba el boxeo, y cómo su padre lo llevó al gimnasio a la edad de seis años para canalizar su energía traviesa. Ahora, está a un paso de conseguir la medalla de oro.

“Si tengo que moverme, me muevo; si tengo que ir a la guerra a morirme, pues me tengo que morir”, declara Marco, aún eufórico por su reciente pelea. Mientras se limpia el sudor de la frente, reflexiona sobre la naturaleza exigente del boxeo:

“El boxeo es un deporte muy celoso. Valoro mucho el trabajo, siempre me gusta cuidarme. Mi entrenador me mostró el estilo cubano, que consiste en pegarte y que no te peguen. Tenemos que cuidarnos, pegar y que no nos peguen”.

Marco Verde sabe bien que el boxeo olímpico, al igual que el profesional, es un desafío constante.

“Es muy cansado; en una semana o 10 días, tienes que realizar alrededor de tres o cuatro peleas. La última, el cuerpo ya lo resiente. Peleamos sin camisa, sin careta, con el vendaje profesional”, explica con determinación en su voz.

Los recuerdos de su padre, Samuel, quien compitió en Barcelona y perdió con un francés, lo inspiran profundamente. Ahora, es su turno de redimir esa derrota en tierras francesas y luchar por esa medalla de oro para México y para su padre. “Esa medalla es por México y por mi padre”, afirma con orgullo.

“El me dice que siga entrenando duro, que me siga esforzando y que los resultados vendrán”, relata Marco, con una chispa de esperanza y determinación en sus ojos. Su familia y su entrenador saben que, en el ring, dará todo de sí.

“Sacrifico mucho, pero sé que ellos sacrifican todo para apoyarme, para estar al lado mío en el ring. Cada vez que bajo del ring, me siento orgulloso de mí mismo”.

El camino ha sido arduo, pero Marco Verde se entrenó con ferocidad, viniendo desde abajo y con la fe de que se pueden lograr muchas cosas. “Me visualizo con la medalla de oro, se me enchina la piel cuando me visualizo con alguna medalla. Tengo fe por lograrlo, no solo por mí sino por esa medalla”, expresa con una mezcla de emoción y convicción.

¡Vamos, Marco! Todo México está contigo, esperando ansiosamente verte alzar la medalla de oro y escuchar nuestro himno nacional en París. La gloria te espera, campeón. ¡Haznos sentir orgullosos!

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