El periodista plagiador
Por Horacio Corro Espinosa
de enero de 2018
Seguramente muchos de ustedes se acuerdan de aquel día en que la periodista Carmen Aristegui, anunció que revelaría otro secreto de Enrique Peña Nieto, y lo hizo bajo un reportaje que tituló “Peña Nieto, de plagiador a presidente”
La historia comenzaba en 1991, cuando Peña Nieto presentó su tesis para obtener el título de Licenciado en derecho por la Universidad Panamericana.
En ese entonces, el Presidente tenía 25 años de edad. Su tesis de 200 páginas tenía al menos 197 párrafos plagiados. El contenido de sus tesis se lo había robado a otros autores como a Miguel de la Madrid Hurtado, Enrique Krauze, Diego Valadés, Jorge Carpizo, entre otros.
Ese descubrimiento fue otra vergüenza para este país, pero todo quedó como una mera anécdota. El mexicano tuvo que tragarse la vergüenza de su Presidente, y hasta ahí quedó todo.
Hay muchas historias de plagiadores en nuestro país.
Hace años, un amigo escribió un artículo para una revista, y reforzó su dicho con un párrafo de un historiador a quien él respetaba mucho intelectualmente. Cuando apareció esa revista, una persona leyó el artículo en mención, y encontró que el párrafo que reforzaba el artículo, era de la autoría de ese lector. Ese lector, que resultó ser un historiador, se dio cuenta que el párrafo era de uno de sus libros. Así pues, el lector presentó su queja y el “respetado historiador” fue descubierto como plagiario.
Hace días me pasó algo parecido. Yo uso un programa que se llaman Google desktop, con el que buscó dentro en mis archivos personales, algunos datos que he ido acumulando durante muchos años. Al buscar ciertas palabras, el programa me llevó al Google que todos conocemos y usamos, y me apareció un portal Poblano llamado “El popular”, donde escribe un tipo que se dice periodista y analista político y de prospectiva social, de nombre Rodrigo Rosales Escalona. Encontré que éste sujeto tiene la costumbre de fusilarse los artículos de muchos periodistas, entre ellos algunos textos míos.
Cuando me di cuenta de eso, hice un entripado de los mil chamucos, y lo peor, encontré un texto casi íntegro al mío, que lo dedica a algunos políticos.
Les repito el nombre de ese fusilero. Se llama Rodrigo Rosales Escalona, por si alguien lo conoce para que le diga que ya lo descubrieron.
No cabe duda que estamos pasando por un tiempo bastante aventurado. A la gente ya no le gusta leer ni mucho menos imaginar. Lo que hacen muchos es copiar y pegar. Y esto viene desde la educación escolar, los maestros encargan tareas donde los estudiantes ni siquiera leen, ni mucho menos el maestro para certificar si se trata de un auténtico trabajo o de un plagio.
No se vale que esos que se dicen periodistas, utilicen el cerebro de otros y no el propio para crear.
En las redes sociales se plagia mucho. Ojalá no lo hagas. Plagiar es mentir, es enfurecer mucho al autor.
El día que alguien te llegue a cachar y te demande por eso, puedes dañar tu vida y la de tu familia, además, te conviertes en la burla de conocidos y extraños. Algo así como le pasó a Peña Nieto, pero a pesar de todo lo que se hizo para acusarlo, nada prosperó. Nadie le pudo quitar sus licencias profesionales ni sus méritos académicos. Por eso, ahora sabemos que vivimos en un país de mentiritas.
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