De los recuerdos, la fatiga y los repetidos inventos
Excelsior
Hay edades para los deseos posibles, cosas anheladas con dinero y basta. Según se va creciendo, cambian las ansias… por ejemplo, si eres periodista, sabes, y lo sueñas, que entrevistar a Churchill sería el más grande anhelo posible… o encontrarte en la playa a The Beatles y que como cualquier cosa te dieran la ansiada entrevista en el mejor inglés del rumbo donde nacieron, sin que se te notara el Jardín de la Unión, donde llegaste al mundo frente al Teatro Juárez, dentro de aquella recámara calientita de los cuatro balcones.
Luego todo cambia, la vida se va ocupando de los deseos conforme a las modas del momento y de lo que las demás niñas tienen y tú no. Es como de quien te vas enamorando… generalmente, repites un perfil menor o inaccesible.
Del cine agarré el modelo de Freddie Bartholomew y de allí no me salí hasta que mi sueño fue que me vistieran como a Shirley Temple o que ya de grande me sacara a bailar Robert Taylor… puras estupideces.
Lo que trato hoy de expresar es la banalidad de la existencia regida por modelos externos que perturban la realidad… Es decir, que solamente mis primas y yo nos pudimos empeñar en hallar un amor parecido a Emilio Tuero o Dick Powell… teníamos diez años Gloria Ávila y yo…
Josefina Echánove no acepta mis recuerdos de cuando éramos niñas… su vestido ribeteado de pielecita blanca hecho por su abuela, la imperiosa maestra suya de la infancia… pero es que estamos viviendo un ciclo cruel y despiadado.
No sé qué leer en la mañana, con el trabajo que me cuesta hacerlo de lo mal que tengo la vista… no descubro a dónde poder ir por mi dificultad para caminar… aquella libertad para moverse, como cuando Vargas Llosa abofeteó a Gabo a mi lado y testigos son la Gaba, María Idalia y Elena Poniatowska, quien es testigo hasta de cuando corrieron a Adán y a Eva, y Benjamín Wong, en cuyo autito, Domínguez Aragonés, la Gaba por supuesto, el periodista Benjamín Wong, su chofer y yo, sacamos a Gabo del cinito, donde los hechos después de que yo, “la peor de todas” (¡Oh Sor Juana!), limosnee un bistec crudo en una fonducha de junto, con poco éxito (hasta mi casa que, del rostro del genial Gabito, mi perro Argón se lo robó… Trataré de no repetir la historia histórica (estoy muy fatigada) inventen lo que quieran.