Inventé un tercer camino en escenografía: Alejandro Luna

El artista considera que su tarea consiste “en la mejor comunicación de ideas y sentimientos, que es lo que significa siempre el teatro”.

 

México

Yo no decidí ser escenógrafo. A mí me atraían mucho las muchachas de Filosofía y Letras. En primaria, secundaria y preparatoria había estudiado en escuelas de puros hombres, pero cuando llegué a la Facultad de Arquitectura, de los mil alumnos que había, solo siete eran mujeres. Dije: ‘¡Dios mío!’

“En cambio las muchachas de la Facultad de Filosofía y Letras estaban preciosas y eran las más liberales de la universidad. Entonces ese fue el motivo por el que estudié arte dramático. Empecé, como todos, a querer actuar, y actué; entré como actor a los grupos estudiantiles, y como era el que estudiaba arquitectura, sabía dibujo y sistemas constructivos —o, por lo menos, creían que sabía—, me pedían que me encargara de la escenografía, por lo que luego me llamaban a actuar con tal de que se las hiciera. Pero ahora me llaman a hacer la escenografía con tal que no se me ocurra actuar”.

Así resume Alejandro Luna su inicio en una carrera de más de 50 años, por la que ha recibido varios premios y reconocimientos, como el que le será entregado en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, el próximo miércoles 13 a las 19:00 horas, por su contribución al desarrollo de las artes escénicas en México. Se trata de una gran distinción: la Medalla Bellas Artes.

Alejandro Luna Ledesma
Alejandro Luna Ledesma

Luna estudió dos carreras paralelas: arquitectura y arte dramático. En teatro tuvo maestros como Enrique Ruelas, Fernando Wagner, Antonio López Mancera, Justino Fernández y Julio Prieto. Participó en el Teatro Estudiantil Preparatoriano y en el Teatro Estudiantil Universitario; intervino en más de 200 obras teatrales y 20 óperas en México, Estados Unidos, Asia y Europa.

Inició su carrera en una época de grandes escenógrafos, de quienes aprendió mucho, como Julio Prieto. “Representaban una tendencia, pertenecían a un grupo de escenógrafos de oficio. El resto del teatro, sobre todo el de la universidad, estaba lleno de
pintores, casi todos haciendo escenografía sin saber del oficio, aunque eran soluciones mucho más frescas y arriesgadas; pero se fueron porque estaban acostumbrados a trabajar a su ritmo, y el teatro es un arte colectivo.

“Yo no soy pintor, por tanto no conocía ese camino; pero por estudiar arquitectura, en un movimiento de una arquitectura honesta y racional, tampoco me iba a permitir hacer una tela pintada de ladrillos. Eso me parecía obsceno, por lo que tuve que buscar un tercer camino, que me inventé. Eso hice”.

Hugo Hiriart dijo de él: “La escena moderna mexicana se divide en dos grandes grupos: de un lado, Luna solo; del otro, todos los demás”. Pero Luna dice: “No se me ocurre verme en comparación con alguien más, sino que me veo en cada obra”, dice.

Añade: “Debo decir que tuve cierto proceso. Descubrí que me gustaba el manejo con luz de la escenografía y después vi que eso se hacía en otros países, y que por ello yo era representante de ese tercer camino, uno que ahora se ha borrado mucho porque el mundo es más chiquito gracias a la televisión y la tecnología”.

Se le inquiere: ¿la tecnología ha ayudado a la escenografía o al contrario? El escenógrafo responde: “Ha cambiado, ha modificado la sensibilidad del público. Ha crecido la cantidad de watts que hay en el escenario: si antes había 10, ahora hay 400. Se ha transformado la percepción a niveles extraordinarios, y nos ha modificado de tal manera que ya no nos produce nada. Entonces la tarea consiste en otra cosa: en la mejor comunicación de ideas y sentimientos, que es lo que ha significado siempre el teatro”.

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