El juguete tradicional mexicano se reinventa

En el Museo de Arte Popular, tres artesanos dan talleres a niños para que así el juguete tradicional permanezca, pero también se transforme.

Ciudad de México

Los artesanos de los tradicionales juguetes mexicanos tienen que innovar y reinventarse para no perder la batalla ante los nuevos juguetes, algunos mezclan estilos de diferentes estados del país, otros les han dado movimiento.

Miguel Estévez es uno de los artesanos que diseña juguetes tradicionales y que da talleres a niños pequeños en el Museo de Arte Popular, pero eso sí, les agrega un “toque especial”.

Miguel ha recorrido el país en busca de estilos y texturas, aunque asegura que los pueblos que han atrapado su corazón y creatividad son Juventino Rosas, Guanajuato, y Temalacatzingo, Guerrero.

“Allí he encontrado a maestros que me han ayudado a crear todo esto, también de ahí he tomado estilos para mis creaciones”, dice.

El twist que Miguel le agrega a sus juguetes, además de la fusión de estilos, es que les da movilidad. Con estambres, sistema de poleas y alambres, Miguel le da “vida” a sus juguetes.

“Yo estoy peleado con las cosas estáticas, a mí dame algo que se mueva, creo que eso también les gusta a los niños y a veces hasta atrapa a los papás”, asegura Estévez.

Sandra López, ceramista de formación por la Academia de Arte de San Carlos, coincide en que los juguetes hechos por artesanos no son solo cosa de niños, ella cree que el juguete “es inherente al ser humano” y está segura que con sus creaciones aporta un “pedacito divertido” a la historia del juguete mexicano.

¿Cómo lo hace? A Sandra le gusta retomar figuras prehispánicas, le gusta forjar con barro figurillas de xoloitzcuintles y dárselos a sus pequeños alumnos para que pongan su imaginación a volar.

Sandra no impone reglas, en su taller la única que prevalece es la de divertirse e inventar, a veces los papás también se suman y plasman sus ideas en aquellas figuritas de barro.

“A veces me toca que apenas estoy manipulando el barro para dárselo a los pequeños y ellos están ávidos de querer tocarlo, ya quieren hacer algo con esa mezcla que tengo en las manos”, dice Sandra.

Sandra López forma parte de un colectivo de nombre Romadra, en él, ella y sus cuatro hijas hacen joyería, cerámica y textiles; no hay un estilo que domine sus creaciones, pero la creadora de Romadra acepta que siente especial pasión por Jalisco ,por su madre, y por Chiapas, por su papá.

Estévez tampoco pone reglas a la hora de impartir talleres a pequeños, a veces, cuenta, le han llegado con creaciones como animales prehispánicos o fusión entre animales mitológicos.

“Me han llegado con fusiones de animales, de estilos, de pinturas. A veces me llegan con cosas increíbles que quisiera quedarme, pero pues no, cada quien es dueño de su propia obra de arte”, dice Miguel.

Estévez subraya que el arte lo hace cada uno, así lo hizo cuando entró a un taller de muñecas, mejor conocidas como Lupitas, y Miguel le agregó “su estilo” llenándola de tatuajes.

El taller lo impartía su amigo y colega Óscar Becerra, experto en cartonería y a quien no le molesta la mezcla de estilos.

Al igual que Sandra y Miguel, a Óscar Becerra le gusta retomar lo antiguo, él lo hace con la cartonería, esa vieja práctica en la que se crean figuras utilizando papel, alambre y cartón.

Uno de los proyectos en el que recientemente incluyeron a este autodidacta de la cartonería es la bienal ArteSano/Artista 4.0 la cual se exhibe en el Museo de Arte Popular y cuyo objetivo es que piezas de artesanos sean intervenidas por artistas y viceversa.

La obra de Becerra, Las chicas, siete pecados, siete deseos rescata a las muñecas más tradicionales de México: las Lupitas de Jalisco.

Becerra cuenta que con las Lupitas había de dos: o las utilizaban para jugar personas de escasos recursos o, señoras de clase media-alta las ponían en algún lugar visible de su casa cuando le descubrían alguna infidelidad a su marido.

Becerra rescató ese toque perverso de las muñecas de cartón y en Las chicas, siete pecados, siete deseos las personificó como uno de los siete pecados capitales.

Pero las Lupitas no son la única creación de Becerra, él se considera un amante de lo antiguo y lo tradicional, dentro de su trabajo están alebrijes, grandes y pequeños, judas y lupitas.

Como sus compañeros, todos talleristas en el MAP, Becerra tiene gusto particular por lo antiguo y confiesa que la zona del Bajío ha tenido una fuerte influencia en su estilo, en alguno de los recovecos que tiene Guanajuato, Becerra ha descubierto una antigua cartonería que ya no se imita en otros lugares del país: la cartonería religiosa.

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