Enfermera del IMSS reza por sus compañeros

En la lucha contra el covid-19, la religión también tiene lugar. En especial cuando pasan los días y se acumulan los muertos, pero también los recuperados. La plegaria es un refugio para algunos de los que enfrentan, día a día, una de las batallas médicas más difíciles que se hayan peleado en el mundo. “¡Madre, cúbrenos con tu manto para ninguno de nosotros sea tocado por esta enfermedad y danos la fuerza y la salud física mental y espiritual para cuidar de los enfermos que se encuentran en este lecho de dolor!”, reza todos los días la enfermera Lupita, cubierta con un traje de protección personal que apenas le permite ver y respirar.

Llega todos los días a trabajar en el primer piso del Hospital General de Zona #29 del IMSS, Belisario Domínguez en Aragón, donde se encuentran desde marzo pasado los hospitalizados por covid-19. Aquellos que tienen la suerte de subir un piso, desde urgencias donde se recibe y mantiene a los más críticos. María Guadalupe Villagómez es enfermera desde hace 26 años y no recuerda un período más difícil que el que viven ella y sus compañeros trabajadores de salud desde hace tres meses a consecuencia de la enfermedad que puede mantener por semanas a una persona conectada a un respirador. Lupita encomienda a Dios sus manos y las de sus compañeros para ayudar a pacientes a vencer el covid-19. (Javier Ríos) “Yo misma no lo creía al principio, pero cuando murió el primer paciente y escuchaba los gritos de su familia y su desesperación por no poder siquiera despedirse, entendí lo que esto significa”, cuenta a la salida de su turno y después de hacer su ritual de oración que no solo la ayuda a enfrentar el miedo y la ansiedad, también a sus compañeros que a diario ven morir súbitamente a muchos pacientes y salir otros tantos. Lupita pide fuerza y salud no sólo por sus compañeros de área, sino para todo el mundo. | Javier Ríos​Lupita ha tenido que ver cara a cara a la muerte. Varios pacientes han agravado en cuestión de horas cuando parece que van en franca mejoría.  “Comienzan a desaturar, de repente empiezan a ahogarse y no podemos hacer nada por ellos, solo tomarles la mano y decirles que no están solos y ayudarlos a que se vayan tranquilos”, relata con la voz quebrada. “Trato de hacerles menos pesada la estancia, porque te vuelves parte de su familia, porque sabes que están solos”, cuenta a MILENIO al término de su jornada, cuando ya se despojó de su traje de protección personal La batalla contra el covid-19 no ha sido fácil para los trabajadores de la salud que a diario se enfrentan a la muerte. | Javier Ríos Lupita ha llevado sus creencias religiosas hasta su lugar de trabajo donde comparte día a día con compañeros que se han vuelto un grupo unido que se ayuda y se da aliento para enfrentar los momentos de crisis.

Yo creo mucho en Dios y de él me he agarrado, entonces todos los días antes de salir de su casa me encomiendo a él, le pido que me acompañe, que sea el que guíe mis manos, que me dé la sabiduría y la fortaleza para estar aquí con todos los enfermos”. Para ella, como para muchos de sus compañeros, ha sido un proceso difícil. En su caso, ha tenido que salir de la zona cero para poder recuperar la plena visión o el aire, pues el equipo de protección a veces no le permite respirar profundamente. Lupita se retira el equipo de protección al concluir su turno. | Javier Ríos “El no poder respirar, el no poderte tocar, nos costó trabajo. Hubo un momento que yo le pedí a una compañera, oye, ‘puedes ser mis ojos, porque no veo nada’ y esa parte de hermandad que se formó es lo que nos ha hecho, lo que me ha hecho sentirme segura y estar en esta área”. Pese al cansancio, Lupita saca fuerza para dar un extra y alentar a sus compañeros. | Javier Ríos Y es que Lupita sabe que la muerte ronda a los pacientes más críticos; incluso a aquellos que parece que saldrán adelante, pero también al personal médico; muchos han perdido la batalla intentando salvar vidas y ese es un riesgo latente. Ante la pandemia, el personal médico debe enfrentarse a jornadas exhaustivas de trabajo. | Javier Ríos “Por eso yo los cuido y ellos me cuidan, es lo que nos decimos”, pero también reconoce que en los últimos tres meses de los 26 años que lleva con el uniforme blanco bien puesto, la vida le cambió por completo. Aprendió a valorar la salud, hasta a respirar bien cuando no trae un cubrebocas puesto “Cuando tiene uno la salud, todo lo podemos hacer, pero sobre todo, no perder la fe, la confianza poder estar con los que más amamos y valorar ese tiempo”, pide. Lupita al salir del Hospital General de Zona 29 del IMSS, que atiende a pacientes con covid-19. | Javier Ríos En el interior del hospital hay una lona de agradecimiento al personal de salud por su esfuerzo.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Back to top button