El Nobel, para un trovador de la modernidad

publico-primer-volumen-autobiografia-cronicas_milima20161014_0060_8Se leyó en las redes sociales, pero lo definió a su manera el escritor y periodista Alejandro Toledo en su cuenta de Facebook: “No lo he leído, lo conozco de oídas”. Aquello resultó casi una respuesta a lo que Sara Danius, secretaria permanente de la Academia sueca, señaló para defender la elección de Bob Dylan como ganador del Premio Nobel de Literatura 2016.

“Si miramos miles de años hacia atrás, descubrimos a Homero y a Safo. Escribieron textos poéticos hechos para ser escuchados e interpretados con instrumentos. Sucede lo mismo con Bob Dylan. Puede y debe ser leído”, fueron sus palabras tras sorprender a las casas de apuestas con el nombre del galardonado: un poeta en la tradición en lengua inglesa, que a lo largo de más de medio siglo “ha seguido actuando y reinventándose así mismo, creando una nueva identidad”.

Lee aquí un adelanto de Tarántula, el único libro de ficción publicado por Dylan

Danius se mostró esperanzada porque la designación de Dylan no genere muchas críticas por su condición preferente de cantautor, y confesó que no fue una gran admiradora del músico en su juventud, aunque ha acabado siéndolo con los años, si bien la Academia sueca reconoció en su fallo a Dylan por haber contribuido con “nuevas expresiones poéticas dentro de la tradición de la gran canción americana”.

Las reflexiones de la Academia fueron más allá cuando se mencionó que fue distinguido con el Nobel de Literatura por “haber creado una nueva expresión poética dentro de la gran tradición de la canción americana”.

Un iconoclasta

Robert Allen Zimmerman, el verdadero nombre de Bob Dylan, nació en Duluth, Minnesota, el 24 de mayo de 1941, en el seno de una familia de comerciantes judíos.

Desde comienzos de los años sesenta, las letras de las canciones de Dylan alumbraron el camino del rock hacia destinos literarios mucho más ambiciosos. Desde el principio asomaron en sus temas el carácter combativo de cantautores como Woody Guthrie, germen de sus canciones de protesta, y el espíritu errante de los viejos maestros del blues.

En 1963 editó The Freewheelin, que contenía “Blowin’ in the Wind”, un himno que convirtió a Dylan en un mito; de su guitarra siguieron saliendo himnos de la época. En 1964 advirtió que “Los tiempos están cambiando” y ese mismo año entregó Another Side of Bob Dylan, dos obras que le coronan como rey del folk y gurú de la canción de protesta.

Pero el inconformista Dylan se bajó del trono con un inesperado regate: amagó con un giro hacia la música electrónica con Bringing it All Back Home y en la primavera de 1965 viajó a Inglaterra.

Los textos ácidos de esta época tienen desarrollo en Tarántula, el único libro de ficción publicado por Dylan, compuesto por una serie de textos que mezclan prosa y verso, por los que circulan sin freno abigarrados personajes.

Toda esa etapa de efervescencia creativa concluyó de golpe en julio de 1966, cuando sufrió un accidente de moto al que sigue un retiro de 18 meses en su granja de Woodstock. Reapareció con John Wesley Harding (1967), con el que su música gira hacia el country, un género en el que abundará con su siguiente disco, Nashville Skyline. Su creciente interés por el cine le llevó a colaborar con Sam Peckinpah en Pat Garret and Billy The Kid, en la que tiene un pequeño papel y para la que escribió “Knockin on Heaven’s Door”.

Pero volvió a cortar por lo sano en 1975. Acababa de separarse de su esposa, Sarah, con la que había tenido cuatro hijos, y el resultado de la ruptura es Blood on the Tracks, uno de sus trabajos más personales y de textos más celebrados.

Ese mismo año regresó a la denuncia social, y consiguió un número uno con “Hurricane”, una larga canción de protesta sobre las injusticias que padeció el boxeador negro Huracán Carter.

Volvió a dejar de piedra a sus seguidores con una transformación religiosa que le condujo a la conversión al cristianismo y a la que dedicará sus siguientes discos: Slow Train Coming (1979), Saved (1980) y Shot of Love (1981), con letras de marcado carácter religioso.

Su carrera atravesó un bache a mediados de los ochenta, pero a finales de la década se juntó con sus amigos George Harrison, Roy Orbison, Tom Petty y Jeff Lynne para publicar The Traveling Wilburys.

La vida del músico corrió peligro en 1997, cuando tuvo que ser hospitalizado por una infección cardíaca. Tras su recuperación cantó en septiembre ante Juan Pablo II en el Vaticano.

Ese mismo año se editó el disco número 38 de su carrera y uno de los más aclamados por la crítica: Time Out Mind, y en 2001 ganó un Óscar por Things Have Changed, de la película Jóvenes prodigiosos.

En 2004 publicó el primer volumen de su autobiografía, Crónicas, que hasta la fecha no ha tenido continuación.

Fueron años de reconocimientos en todo el mundo, que incluyen el premio Príncipe de Asturias de las Artes de 2007, al tiempo que las letras de sus canciones se recopilaron en libros que son leídos como obras poéticas.

Es un músico que ha recorrido diversos caminos, que ha viajado de la canción de protesta a temas un tanto más cercanos a lo espiritual. Así resultó galardonado con el Premio Nobel de Literatura 2016, para sorpresa y azoro de muchos, pero también beneplácito de otros tantos.

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