Los puntos más violentos

violenciaPor Horacio Corro Espinosa

Aunque las autoridades aseguren que Oaxaca es una de las entidades más seguras del país, los propios ciudadanos decimos lo contrario.

Si hacemos una relación minuciosa sobre los hechos recientes, encontraremos testimonios de excesos violentos en la capital de la entidad así como en las comunidades más apartadas.

La violencia en la entidad, rompe la pacífica y ordenada convivencia entre sus habitantes. Dos de los puntos más difíciles por la consternación, son las ciudades de Oaxaca y Tuxtepec.

Estos dos puntos, sin lugar a dudas, la violencia ocupa lugar preferente en el inventario aterrador. Para entender el problema conviene buscar sus raíces. El crecimiento del área de la ciudad de Oaxaca y sus municipios conurbados y Tuxtepec, se dio entre la improvisación y el desorden.

Políticas agrícolas y agrarias soportadas en tesis demagógicas, provocaron el vuelco espectacular del campo hacia estas dos ciudades. El sueño de la esperanza alimentó el traslado hacia estos dos puntos. Desde todos los puntos cardinales de la geografía oaxaqueña llegaron a la ciudad de Oaxaca en la búsqueda de una oportunidad para realizar su destino. Lo mismo sucedió con la región piñera.

Los gobiernos de la revolución cerraron los ojos frente al problema creciente que se aproximaba. Prefirieron la actitud irresponsable y la pereza. Los anteriores gobiernos estatales decidieron por la comodidad para “no hacer olas” y que todo siguiera en paz. Eligieron capitalizar la política de la marginación y de la miseria, y la fácil y engañosa promesa como precio del voto. Se soslayó la urgencia de un plano regulador para dar al crecimiento cauce, orden, ritmo y horizonte. Se toleró a los paracaidistas, a las ciudades perdidas, el hacinamiento infrahumano, a la ausencia de los servicios elementales. La anarquía fue la constante durante sexenios y sexenios. Uno de estos ejemplos lo podemos ver a unas cuantas cuadras del centro de la ciudad de Oaxaca, para más referencia, el parque el amor.

Hay un dicho popular que apunta: “mala consejera es el hambre”. Y la ciudad capital oaxaqueña se volvió detonador de la violencia, lo mismo que la región de Tuxtepec. Fue como si estas dos ciudades hubieran crecido paralelas: con injusticia social y violencia.

Tal vez, por la distancia, poco sabemos de Tuxtepec. Tan alta es su violencia, que ya no hay lugares en los panteones para enterrar a sus muertos. Si quieren asegurarse, pregúntenselo a la Directora de Panteones de ese lugar.

El inventario total es monstruoso. En todos los sitios se manifiestan robos, asaltos, violaciones, asesinatos, secuestros. Sobre la entidad se proyectan las sombras del hampa. Las estadísticas cada día crecen y se vuelven aterradoras.

El derecho a la seguridad se está volviendo exigencia en toda la entidad oaxaqueña. Pero sobre todo esto, el Secretario de Seguridad Pública, Marco Tulio López,  dijo en una conferencia de prensa con aires de todo poderoso: “Mi puesto no está sujeto a la popularidad sino a la eficacia”. Si este señor nos habla de eficacia, que nos demuestre o que nos explique qué es lo que entiende por eficacia.

En los últimos días la ciudad de Oaxaca se ha oscurecido de sangre y todavía ponen a Oaxaca entre los ocho estados más seguros. Eso es falso. Todos los grupos delictivos han superado todos los conocimientos estratégicos de la policía estatal, por eso es que López Escamilla es tan popular, pero entre los delincuentes, quienes se pitorrean de sus “dispositivos de seguridad”.

Sólo un dato para abrir boca. En lo que va de este año de 2013, se han  consumado 43 feminicidios, tomando en cuenta a la estudiante universitaria de esta semana.

En lo único que el Secretario tiene razón, es en aquella brillante declaración que hizo en medio del Lunes del Cerro de la Guelaguetza: “Oaxaca es mucho más que una cantina”. Y es cierto, Oaxaca es una cantinota.

 

Twitter:@horaciocorro

horaciocorro@yahoo.com.mx

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