Pobreza y elecciones

Excelsior

Resulta una incongruencia en la vida democrática de un país en pleno siglo XXI que cada determinado tiempo sus ciudadanos salgan a las urnas a votar por aquellos “profesionales” de la política que, abanderados algunos por las siglas de un partido político o independientes otros, como ya lo permite la legislación electoral de nuestra nación, solicitan el sufragio de la sociedad, a la que dicen servir, a través de lo que llaman “campañas” y en las que siempre salen a relucir las mismas promesas de mejorarle la vida a quienes los eligen.

Siempre es lo mismo; que si menos pobreza, que si más educación, que más desarrollo, mejor economía, que menos corrupción, etcétera. La misma historia desde hace varias décadas. Hay regiones del país que ya han probado gobiernos municipales o estatales de todos los “colores” partidistas y no ven mejoría alguna. Bueno, hasta a nivel federal ya probamos de “dos sopas” y con ninguna hemos quedado satisfechos. Pero hay algo más dramático: hay estados en los que votar por uno u otro candidato da lo mismo. De todas formas cada 3 o 6 años no solamente son los mismos problemas, sino que cada día son más los conflictos a enfrentar. Cuando sus habitantes pensaron que ya lo habían visto todo, al año siguiente viene otro gobierno peor.

Y es que en muchas regiones de América Latina hay un binomio que desde hace años ya demostró que nada más no da resultados: la pobreza con las elecciones. Algunos politólogos argumentan que para terminar con la pobreza de un pueblo hay que fortalecer su democracia. Ya vimos que no. Los vicios creados a partir de lo que se llama la “cultura política de la pobreza” derivan en la manipulación de la “cosa pública” para los fines que a los políticos interesa: seguir manteniendo a la sociedad “atada” a los condicionamientos de la ayuda gubernamental con tal de que voten por tal o cual candidato. Por eso no les interesa acabar con la pobreza del pueblo. A mayor número de pobres, mayor poder de “manipulación” tanto social como electoral. El día que se termine la pobreza en esas comunidades, ¿qué van a “vender” los candidatos?

Para muestra, un botón: en los estados donde este año habrá elecciones reside el 25 por ciento de los mexicanos en pobreza. Es decir, Coahuila, Estado de México, Nayarit y Veracruz, con 14 millones de electores, albergan a una cuarta parte de los mexicanos en pobreza. Hay que destacar que quienes viven en tales condiciones son potenciales beneficiarios de programas sociales. Ahí está el “truco” para quienes aspiran a gobernar estados y municipios en esa situación, aunque se les busque “blindar” electoralmente hablando. El mantener programas sociales en tiempos electorales no sólo perjudica a quienes reciben la ayuda, no les quita la condición de pobreza en que viven y de todas formas los vuelve “carne de cañón” de los candidatos. Sus necesidades persisten.

Sólo en el Estado de México, 49.6 por ciento de sus habitantes vive en pobreza; esto es, 8.2 millones de personas. En Veracruz habitan 58 por ciento de pobres (4.6 millones de personas). Coahuila tiene 30.2 por ciento de habitantes en pobreza, que equivale a 885 mil personas, mientras que Nayarit alberga a 40.5 por ciento de personas en situación de pobreza, lo que suma 553 mil habitantes. Son cifras de Medición de la Pobreza 2014 del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval).

Por ello, da la impresión de que más que querer erradicarla, los políticos se valen de ella para seguir “despertando” cada cierto tiempo la ilusión de quiénes serán sus próximos electores.

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