Maternidad: cuando el modelo ideal nos hace sentir culpables

 

Los conceptos buena y mala madre están fuertemente arraigados en la sociedad actual y es frecuente que las madres sean evaluadas por su entorno y por ellas mismas generando, en muchos casos, sentimientos de culpabilidad cuando consideran que no se ajustan a lo que se espera de ellas como madres.

Esta tendencia, tal y como señala Patricia Gutiérrez Albaladejo, psicóloga y socia fundadora de Centro TAP. Tratamiento Avanzado Psicológico, está enraizada entre los familiares, amigos, conocidos e incluso entre los desconocidos que nos rodean, quienes juzgan y supervisan la toma de decisiones sin aportar nada más que una crítica (no constructiva) poca ajustada a las necesidades de la madre.

“Durante el desempeño de rol como madre es muy fácil caer en el sentimiento de culpa. El sentido de responsabilidad que se siente a lo largo de la crianza es tan alto, que la exigencia es la que precisamente nos hará experimentar este sentimiento con relativa frecuencia e intensidad, sobre todo en las primeras etapas de desarrollo evolutivo, donde entendemos que la vulnerabilidad del niño es mayor (depende más de nuestra ejecución)”, explica Gutiérrez.

Normalmente tendemos a pensar que el sentimiento de culpabilidad es exclusivo de las madres trabajadoras, las cuales pueden sentir que no pasan tiempo suficiente con sus hijos. Sin embargo, la experta aclara que la culpabilidad puede venir por muchos motivos ya que si la madre considera que la inversión que dedica a sus hijos no es positiva, satisfactoria y ajustada es fácil que la culpa aparezca e inunde todo lo que rodea la crianza.

Gutiérrez especifica que puede venir principalmente por tres motivos:

Cuando la madre cree que no está con sus hijos: en estas circunstancias puede pensar que se está perdiendo eventos vitales en su desarrollo o no sabe gestionar momentos de estrés durante la crianza. “Son algunos de los disparadores más frecuentes para que el sentimiento de culpa se apodere de nosotras las madres”, afirma.

Echa de menos su antigua vida: la culpa también puede aparecer cuando piensan mejor estaría trabajando, echo de menos no cambiar cacas únicamente o quiero poder comer tranquila, por ejemplo. “Anhelar sentirnos activas, con retos intelectuales en los entornos laborales o querer vivenciar espacios de ocio distendido sin nuestros hijos e hijas, también puede ser una fuente de malestar”, apostilla.

Por último, la especialista añade que, si las madres sienten que no atienden a todos sus hijos con la misma intensidad, también puede suponer un foco de culpa, sobre todo se puede sentir hacia los primeros con la llegada de un bebé a casa.

Todo esto tiene un impacto en la salud y el estado de ánimo de la madre. “Entre otros, puede generar inseguridad, bajo sentimiento de autoeficacia, pensamientos negativos recurrentes y persistentes en el tiempo, paralización ante la toma de decisiones, alta influenciabilidad del entorno, altos niveles de ansiedad y estrés percibido, baja autoestima y una tendencia a la comparación social, donde nuestro desempeño siempre pierde frente a otros, provocando por tanto mayor sentimiento de culpa e ineficacia”. De hecho, la experta advierte que mantener altos niveles de culpa de manera prolongada en el tiempo puede provocar cuadros clínicos complejos.

¿Cómo tiene que manejar la madre la culpabilidad?
Pero, ¿qué ocurre cuando el sentimiento de culpa es constante? ¿Qué puede hacer la madre para lidiar con él? “Lo primero es reconocer e identificar que está sucediendo, es fácil tapar la culpa con otras muchas emociones como el agotamiento, la insatisfacción, la frustración, la incomprensión, etc.”, añade.

A continuación, la madre deberá centrarse en la crítica, el alimento de la culpa. Tal y como especifica Gutiérrez, deberá analizar qué está haciendo que no termina de encajar en su rol como madre y valorar si no le gusta a ella o por el contrario es a su entorno.

“Hay que hacer pequeña la crítica negativa y aumentar los niveles de autocrítica constructiva en positivo”, hace hincapié, antes de añadir que debe entender que hay muchos patrones de crianza, diversidad en los criterios educativos y prioridades diferentes frente al desempeño del rol de madre. Todo eso ayudará a liberar su culpa ya que no buscará pertenecer a un estándar, querrá construir el que se ajuste a sus necesidades y las de sus hijos.

Por último, si es el entorno el que le hace sentirse culpable, la especialista recomienda “revisar inmediatamente su desempeño sin dejarse influenciar por el criterio externo como única fuente de sabiduría”.

Para ello puede hacerse unas sencillas preguntas:, a través de unas sencillas preguntas tipo como: ¿lo que he hecho lo volvería a hacer con el conocimiento con el que contaba hasta el momento?, ¿puedo mejorar ahora con mayor conocimiento mi ejecución?, ¿me gusta el modelo que me ofrecen?, ¿quiero aprender a gestionar la situación de otra forma?, ¿cómo podría actuar de otra manera en las siguientes ocasiones?, ¿cambiar mi forma de proceder en estas situaciones significa que todo lo que hago es erróneo?, ¿puedo incorporar nuevas competencias en la crianza sin culpa?

“Las preguntas refuerzan la idea de aprendizaje continua que la crianza activa requiere dejando a la culpa sin espacio para crecer”, concluye.

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