La crítica: El amor nuestro de cada día

Milenio
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En Amor mío se plantea una emotiva historia de amor sustentada en una realidad inmediata.

El amor nuestro es el que se hace todos los días, cuando se está enamorado, en pareja, se tienen hijos y la familia política no se mete; así lo cuenta Maïween en su última película, Amor mío. El planteamiento es claro: los problemas de la pareja son de la pareja. Así, a veces Georgio y María Antonieta —los personajes principales—, dan la impresión de disfuncionalidad; sin embargo, prevalece el amor como la única posibilidad de sobrevivir a la catástrofe de la civilización moderna: el desamor.

En Amor mío se plantea una emotiva historia de amor sustentada en una realidad inmediata; está tan bien hecha que su imagen parece documental —como si los personajes no estuvieran actuando ni sintieran la presencia de la cámara—. La ficción muestra que en el amor debe existir pasión y, a veces, darle rienda suelta porque somos civilizados y sabemos regresar a la razón; por ejemplo, los terapeutas de pareja tienen una frase muy armada respecto a los conflictos suscitados por la infidelidad: “No dejes que la hormona le gane a la neurona y viceversa”.

Muestra una pareja del siglo XXI en la provincia francesa —es una maravillosa contradicción—. Son de clase media acomodada, no lejos de la gente para que el mensaje sea útil, pues implica conocer la fuerza del perdón —jamás pretende una gota de melodrama ramplón—, lo que le da vigor a los personajes: los hace actuales, modernos, verosímiles. Defienden el sentimiento amoroso y pueden hacer la vida más placentera; el desamor, ante todo, es un desatino: hay que combatirlo con todo lo que esté a nuestro alcance, sobre todo porque hay una pasión que sabe vivir al lado de la razón. Entonces se trata de no hacer del amor algo estúpido.

El acto segundo evita caer en la bituminosa retórica de la “batalla de los sexos”; Georgio y María Antonieta asumen su igualdad y están al tú por tú, aprendiendo juntos que la vida es una montaña rusa y debe asimilarse. Nos identificamos con los personajes porque se parecen a nosotros y se nos han hecho entrañables.

La película está filmada con rigor visual: las tomas conforman un estilo, como una pintura clásica que ayuda a que los ganchos adquieran fuerza porque están a la orden del día. La puesta en imagen y el montaje están pensados para que el ritmo de la película sea vertiginoso; la autora nos mantiene atentos a la pantalla, nos sabe conducir, sorprender, emocionar, y logra personajes de carne y hueso. La narración se vuelve amena, fresca, contradictoria, como el amor nuestro de cada día.

‘Amor mío’ (Francia, 2015), dirigida por Maïwenn, con Vincent Cassel y Emmanuelle Bercot.

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