Hoy tengo cita con la muerte.
Por: Ezequiel Gomez Leyva.
Me cito en un lugar solitario, distante,
en medio de la nada.
Me dijo que la esperara,
que llegaría,
que ella era muy puntual.
Llegue a la cita,
la espere por horas,
y en el transcurrir del tiempo,
me sentí como un adolescente
que se cita con la novia por primera vez.
El estómago revoloteando de mariposas,
la boca seca de ansiedad,
y las manos nerviosas por saludarla.
La vida leve que flota
en el espacio vacío de la nada
se confunde con los zumbidos de las abejas
que revolotean en las flores
y se mezclan con el chasquido
de los sapos brincando en los charcos.
Flores amarillas que adornan
el verde pasto que contrasta
con el azul del cielo salpicado
de nubes de algodón tratando de ocultar
una luna temerosa en la ventisca vespertina.
Caminan cabizbajos los obreros
que vuelven al refugio amoroso
donde los espera una amante, una amiga
o una esposa, y que amorosa
con ansiosos besos mira constantemente
a la vera del camino
para prodigarle calor, amor y alimento.
Las mujeres de mandiles
también se miran unas a otras
con ojos de curiosidad, curiosas por saber
que hace un hombre en este lugar
plagado de ilusiones.
Las piedras de cantera simulan
muros de prisiones lejanas ,
tan lejanas como los fuertes que los marinos veían
en sus travesías en los mares bálticos,
o en las escolleras de los arrecifes.
Cae la tarde, como cuando antaño mirábamos
desde nuestra ventana los últimos rayos de sol
reflejarse en los edificios coloniales de la ciudad.
La espera continúa…..
Las horas van, las horas vienen,
como intangible es el tiempo
en la espera ansiosa de la amada desconocida,
que nos cita en un lugar,
pero nos encuentra en el momento
en que menos esperamos.
Esta día no llego a la cita,
y vuelvo a caminar sintiendo su mirada,
oliendo su perfume y oyendo sus palabras,
palabras que envueltas en un pentagrama óseo,
cantan al unísono, que hoy
tengo cita con la muerte.
Algún día nos encontraremos….
