Benedicto XVI, en México entendió que debía renunciar

CIUDAD DEL VATICANO..-Durante su visita apostólica a México, en marzo de 2012, el ahora papa emérito Benedicto XVI comprendió que ya no tenía las fuerzas para afrontar viajes largos y eso reforzó su convicción de renunciar, reveló su secretario privado Alfred Xuereb.

A pocos días de que se cumplan cinco años del sorpresivo anuncio de la dimisión al pontificado, pronunciado por Joseph Ratzinger el 11 de febrero de 2013, quien fuese uno de su más cercanos colaboradores ofreció detalles de aquellos días.

“Él comprendió, especialmente durante el vuelo a México, que no tenía más la fuerza para hacer largos viajes. Y de ahí a poco iba a llegar la Jornada Mundial de la Juventud de Brasil, por lo tanto se daba cuenta de que no estaba más en condiciones de viajar, de hacer estos esfuerzos”, señaló Xuereb en una entrevista a Vatican News, el sitio web oficial de la Santa Sede.

Sostuvo que su renuncia fue un “acto heroico”, porque él pensó sobre todo en la Iglesia, en su amor por la Iglesia que era mucho más grande del amor por él mismo y por su ego.

“No se preocupó por lo que las personas o ambientes podrían decir sobre él, como por ejemplo que –quizás- no tenía la valentía para seguir adelante. Él siempre permaneció sereno, una vez que entendió que Dios le pidió hacer este acto de gobierno, amando más a la Iglesia que a sí mismo”, añadió.

Xuereb, quien actualmente funge como secretario general de la Secretaría de Economía del Vaticano, reveló también las primeras palabras que Benedicto XVI le dijo a Francisco la misma tarde de la elección del nuevo Papa, el 13 de marzo de 2013.

Él se encontraba junto a Ratzinger y otros estrechos colaboradores en Castel Gandolfo, la residencia pontificia de verano ubicada a 25 kilómetros al sur de Roma, donde el Papa emérito se había refugiado desde la noche del 28 de febrero cuando su renuncia entró en vigor.

Xuereb confesó que lo más impactante para él fue cuando el Papa emérito lo convocó a su estudio y le comunicó su decisión, el 5 de febrero de 2013, seis días antes del anuncio.

“A mí, en ese momento, me surgió espontáneo preguntarle: ¿por qué no lo piensa un poco? Pero después me contuve porque estaba convencido que había rezado mucho”, estableció.

Otro de los momentos intensos, precisó, fue el anuncio público durante el Consistorio del 11 de febrero. “Yo lloraba todo el tiempo y también durante la comida, él entendió que estaba muy emocionado”, confió.

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