Así dibuja Scafati

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Luis Scafati no ha dejado de dibujar desde que era niño, es su diversión y su trabajo. Lo hace todo el tiempo con lo que tiene a la mano. “En el metro, sentado, mientras estoy comiendo o viendo televisión. Todos los días dibujo. Es lo que me equilibra. No sé por qué pero pienso que si no lo hiciera, sería un asesino serial”.

Ni el ruido ni el gentío ni los fans que quieren tomarse una foto con él impiden que Scafati dibuje. Llega al stand de MILENIO, abre el estuche de tela que contiene todos sus utensilios. Elige con qué dibujará en esta ocasión: color o blanco y negro; lápiz carbón o pincel; acuarela o tinta china. Todos sus materiales de trabajo, contenidos en este estuche, son su “pequeña cosa lujuriosa”, a la que recurre todos los días para divertirse dibujando.

“El material es una especie de desafío. Cada material tiene su forma de aparecer. Lo que te propone un lápiz, a veces la tinta china no lo da. Lo que te propone un carbón, un lápiz no lo da. Muchas veces los mezclo”, dice mientras dibuja un gato en acuarela café.

Scafati puede hablar y dibujar al mismo tiempo. Mano derecha, cabeza y labios parecen funcionar en dimensiones distintas. Prefiere el blanco y negro porque así comenzó su oficio de dibujante, cuando las prensas no registraban bien los colores, los dibujos en blanco y negro quedaban íntegros.

“Los colores los escojo con un criterio gráfico. Hay algunos colores que no molestan. En este caso los sepias, los marrones, los grises no molestan. Después, un toque de color puede ser de repente un rojo. Es un toque, como un acento que ayuda a señalar una parte”.

Cuando empieza un dibujo no tiene nada planeado, sino muchas horas de vuelo: años de práctica y mucha memoria de la mano. Improvisa con lo que él ya sabe. Lo que empieza siendo un gato puede transformarse. Lo que empieza siendo blanco y negro puede terminar en magenta y azul turquesa. No es riguroso con los materiales, los colores o las formas. “Todo suma”.

“La palabra arte, ni la pienso. Empecé jugando como un niño y sigo haciéndolo, tratando de hacerlo con ese espíritu, olvidándome de lo que estoy haciendo”.

Los gatos son visitantes regulares en sus dibujos. En 15 minutos ya dibujó tres. “Los he dibujado millones de veces. Me encantan, creo que los gatos, como forma, son bellísimos y como seres son extraordinarios. Tienen el misterio y también te enseñan cosas. Este gato (el que dibuja) está en algún lugar de mi memoria y lo puedo deformar de acuerdo a lo que siento en ese momento”.

Pero ni sus personajes, ni los colores son el personaje principal de sus dibujos, “el protagonista principal es la línea, la mano, la trama”.

Da vuelta a la página de su cuaderno, saca un color rojo y dibuja a una mujer. “Por ejemplo, esto que estoy haciendo se me ocurrió en este momento”.

Está a punto de terminar sus dibujos improvisados para Filias cuando se acerca una chica a pedirle una firma en una página de La Metamorfosis ilustrada por Scafati. Quiere el autógrafo de su ilustrador predilecto, pero en lugar de una simple firma, él dibuja un Gregorio Samsa, el personaje de Kafka convertido en monstruo.

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